*Luan*
Me estoy empezando a volver loca si sigo encerrada en esta jaula, llevo semanas esperando a que algo pase para destruir a esa infeliz y aún no ocurre nada de acción, Fabrizio se ha marchado por viajes de negocios, supongo que para conseguir a más aliados, pero hasta que eso pase podría seguir muriéndome del asco. Hay otra cosa que no se me sale de la cabeza y es que no dejo de pensar en ese hombre, desde que Mijail llegó a esta casa no he podido imaginarme otra cosa que yo en sus brazos, ese hombre es como una escultura hecha por dioses. Ahora que estoy sola, me he sentido obligada por mis impulsos a hacerle una invitación para que venga a tomar algo conmigo, no puedo dejar pasar esta oportunidad, quiero seducirle, tenerle entre mis brazos y no soltarle, sé que tengo unos cuantos años, pero afortunadamente me mantengo muy bien y gracias al dinero de Fabrizio me he podido hacer toda clase de retoques para aparentar menos edad de la que tengo. Al parecer Mijail no es tan tonto como pensaba y ha aceptado mi invitación, esta tarde vendrá y quiero que vea todo lo que puede conseguir conmigo. Llevo preparándome toda la mañana, pelo, maquillaje y manicura, quiero estar perfecta para cuando llegue, he optado por un vestido azul con un gran escote para que vea mis atributos y no pueda resistirse, verdaderamente me siento como una diosa, su diosa.
Mientras me terminaba de maquillar, uno de los guardias tocó mi puerta para avisarme de que él ya estaba aquí, le dije que le hicieran pasar a la terraza. Estaba lista, aunque ese hombre no quiera nada conmigo, estoy segura de que en algún momento caerá en mis redes. Fui caminando hacia la terraza y le vi sentado de espaldas, o sí que espalda tiene, me puedo imaginar echándole aceite y perfectamente notaría cada músculo tonificado, tengo que concentrarme.
— Buenas tardes —dije posándome a su lado—. Me alegra que hayas aceptado mi invitación.
— Qué remedio —fruncí el ceño.
— Ven siéntate, por favor —dije sentándome y dando una palmadita al sofá.
— Claro.
— Bueno...—estaba segura de que me estaba comportando como una adolescente.
— ¿De qué querías hablar? Para algo me has mandado a llamar —dice serio.
— Tranquilo, no es para nada malo —sonreí—. Verás, quería hablar contigo para conocerte un poco más, ahora que estás ayudándonos con Emma.
— Entiendo... pues es que no hay mucho que contar, supongo que ya sabes todo de mí ¿No?
— No todo, no.
— Bien, pues pregunta.
— Ya... —no sabía ni que preguntarle.
— ¿Nada?
— Mira, no me voy a andar con rodeos —puse mi mano encima de su pierna—. Desde el día que viniste no he dejado de pensar en ti, tienes algo que no sabría cómo describir.
— ¿Qué quieres decir?
— Lo que quiero decir es que me gustas, Mijail, me pareces un hombre... Espectacular.
— Me siento muy alagado Luan —me aparta la mano—. Pero estoy casado y soy muy feliz con mi mujer.
— Ella no tendría por qué enterarse —ni siquiera se ha molestado en mirar mi escote.
— Nunca la engañaría —se levanta—. Y ahora, si me permites, tengo que marcharme.
— No espera, no te vayas —me levanté y él siguió caminando hacia la salida, ni siquiera se volteó para ofrecerme una disculpa para ausentarse.
ESTÁS LEYENDO
Al final del destino
Roman d'amourNunca me hubiera imaginado estar en esta situación, hace dos años mi vida cambió de la noche a la mañana. Llegué a Nueva York con mi hijo y mi mejor amiga Tamara para poder empezar de cero, necesitaba encontrarme a mí misma y empezar a trabajar para...