Capítulo 11

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Era justo lo que me temía, tenía miedo de enfrentarme a Tyler en cuanto llegara a casa y no me veía capaz de hablar con él, ni siquiera de contarle la verdad sobre lo que había hecho, en cuanto crucé el salón me fui directa a mi despacho, me daba vergüenza mirarle a la cara. Supongo que él entendió la indirecta y no me siguió, era lo mejor, no podía dejar de pensar, me dolía la cabeza y el corazón, me siento una mala persona; la copa que tenía en mi mano era claro ejemplo de no querer afrontar las cosas y esta noche dormiría en el sofá de mi despacho.
  A la mañana siguiente todo lo que sentía se había magnificado, dolor de cabeza, el sentimiento de culpabilidad, todo se estaba derrumbando una vez más y yo no era capaz de controlarlo. No me había dado cuenta de lo tarde que se me había hecho, que el fuerte sonido del móvil me tambaleó en la cabeza, me costó encontrarlo y me caí del sofá, pero lo pude coger.
 
  — ¿Diga? —dije con la voz aún dormida.
  — Señorita Davis, va a llegar tarde para la reunión de esta mañana —noté a Mario algo nervioso.
  — Mierda ¿Qué hora es? —me levanté del suelo para ver el reloj de la pared, pero no podía verlo con claridad.
  — Las nueve.
  — Joder, joder, joder —salí del despacho corriendo—. Llego en media hora, intenta distraerles e invítales a un café o algo.
  — Sí.
 
  Esto me estaba afectando tanto personal como profesionalmente, tenía una reunión a las nueve y cuarto y voy a llegar muy tarde por mi culpa, normalmente me levanto al mismo tiempo que Tyler, pero ni siquiera él me ha despertado o ha venido a hablar conmigo, en cierto modo lo entiendo, fui yo la que anoche no le dirigió la palabra. Me di una ducha rápida y fui al vestidor a ponerme uno de mis trajes negros, me maquillé un poco, solo pintalabios y pestaña de ojos, me recogí el pelo y con lo que quedaba de suelto me lo hice bola, odiaba dejarme el pelo mojado, pero no tenía tiempo de nada. El trayecto al trabajo no fue tan lento como esperaba, subí corriendo hacia la sala de reuniones esperando que no me mataran con la mirada por hacerles esperar.
 
  — Buenos días, siento el retraso —dije al entrar mientras la puerta se cerraba tras de mí.
 
  *Loren*
  Odio ser la mujer florero, desde que esa zorra apareció en nuestras vidas Max no ha hecho otra cosa que estar distante conmigo, ahora pone excusas para no tocarme y mucho menos para hablar conmigo, odiaba tener que fingir que no me afectaba nada, pero era muy obvia. Anoche vino tarde a casa y no quiso dormir conmigo, solamente entró a la habitación para coger sus cosas y volvió a salir de ella, sabía que había pasado algo entre ellos dos, pero no quería admitirlo, no hacía falta verlos juntos para confirmarlo, olía a ella, podía reconocer el olor de esa zorra. Lo único que podía hacer es callarme e ignorar por completo todo lo que estaba haciendo, por alguna razón pensaba que cuando descubriría de la existencia de su hija dejaría a un lado a la nuestra, pero, todo lo contrario, ahora lo único que quieren es que crezcan juntas como hermanas, aunque eso no me parece una buena idea. Todo lo que me había metido en la cabeza, mi padre hace que piense en lo frágil que puede llegar a ser, dejo que la gente me manipule a su antojo con tal de sacar beneficios, mi madre no paraba de llamarme para verme y ver a la niña así que no he tenido otra opción que ir a su casa.
 

  — Cariño, por fin estáis aquí —nos recibe mi madre dándome un abrazo.
  — No tenía otra opción, eres muy insistente.
  — Mira lo que tengo para ti princesa —le da un peluche a Lara y luego se incorpora para mirarme—. Empiezas a tener ojeras —hace un sonido con la boca en modo de disgusto.
  — No empieces —me siento en el sofá.
  — Solo digo que deberías de empezar a cuidar tu rostro —se sienta ella también.
  — Créeme, me cuido muy bien.
  — Por cierto, cielo —se queda en silencio—. No quiero que te molestes, pero —entra mi padre en el salón. No quería verle y hacía todo lo posible para no tener que cruzármelo, esto era una emboscada.
  — ¿Para eso has insistido en que venga? —me levanto.
  — Tu padre quiere hablar contigo.
  — Y yo no tengo nada de que hablar.
  — Loren —dice casi en un grito—. Será mejor que te sientes y escuches lo que te tengo que decir —cerré los ojos.
  — Está bien — cedí—. Habla.
  — Hija, odio que estemos tan distanciados, eres mi pequeña y no puedo verte sufrir de esa manera —levanté la ceja.
  — No creo nada que salga por tu boca.
  — ¿Acaso crees que no me he dado cuenta? Desde que esa mujer volvió está en juego tu relación y el futuro de esa niña —señala a Lara.
  — Ya empezamos —puse mi mano en la frente.
  — Fabrizio tiene grandes planes, si te unes a él podrás gozar de una vida plena con tu hija, ser la dueña de todas sus empresas y ser una mujer importante —dice algo frenético.
  — Y como no, quieres algo a cambio —reí—. ¿Qué te hace pensar que quiero unirme a vosotros?, lo hice una vez y casi le pierdo, no voy a volver a caer en vuestro juego.
  — Querida, tú nunca le has tenido —me giro—. Él siempre ha sido de esa mujer y siento ser claro.
  — No quiero volver a saber nada de ninguno, si le haces daño a él se lo haces a tu nieta y créeme que entonces ahí será cuando lo perderás todo —cogí a mi hija y salí de esa casa que me estaba ahogando.
 
  Les odio, odio que jueguen con mis sentimientos sin importarles el daño que me pueden hacer, quisiera olvidarme de que tengo una familia tan manipuladora e interesada por el poder y el dinero, soy consciente de que desde que Emma está en nuestras vidas él ha cambiado, pero yo le amo y no voy a dejar que esa mujer arruine todo por lo que he estado luchando todo este tiempo. Yo tuve que ser su mujer desde mucho antes que ella apareciera y no me voy a rendir fácilmente.
 
  *Emma*
  La reunión había sido todo un existo y cuando terminamos todos salieron contentos, me fui directamente a mi despacho soltándome el cabello dándome cuenta de las ondas que se me habían formado por haberlo envuelto húmedo, la verdad que no me quedaba nada mal, me senté dejando escapar un suspiro de alivio por la mañana que me esperaba. Estaba revisando mi teléfono cuando levanto la vista de golpe al ver que Tyler entró a mi despacho sin tocar ni decir nada, fruncí el ceño porque me sorprendía como estaba, tenía cara de no haber dormido durante la noche y su cara de enfadado no podía ocultarla, la conocía perfectamente.
 
  — Podrías tocar la puerta —dije levantándome de la silla dirigiéndome a la mini nevera para coger agua.
  — Podría haberlo hecho, pero no —dice serio.
  — ¿Quieres algo? —dije algo seca.
  — ¿No tienes nada que decirme? —se cruza de brazos.
  — No, ¿Por qué?
  — Qué raro... pensé que ayer estabas con las chicas y cuando hablé con ellas me dijeron que te habías ido después de comer.
  — ¿Ahora me controlas? —le miré fijamente cruzándome de brazos.
  — Bueno, cuando tu novia desaparece y no contesta a los mensajes, pues comprenderás que quiera explicaciones.
  — Estás muy equivocado, Tyler.
  — Dime de una puta vez dónde estabas ayer —golpeó la mesa haciendo que me sobresalte. Mario se asomó tras el cristal para saber de dónde procedía ese grito, le dije que no pasaba nada con la mano.
  — ¿Has bebido? —olí el fuerte olor a alcohol.
  — ¿Te importa? —se sienta en la silla.
  — Claro que me importa —y era cierto, él no solía beber.
  — ¿Piensas decirme dónde estabas ayer? O ¿Quieres que te diga lo que pienso?
  — Esta conversación no lleva a ninguna parte —se levanta rápidamente del sillón cogiéndome del brazo fuertemente—. Suéltame, me estás haciendo daño.
  — Estabas con él, ¿verdad?, vi que no tenías tu camisa puesta —se ríe, pero en sus ojos veía decepción—. Te has acostado con él—. Me separé y le di una bofetada.
  — Cómo te atreves a decirme una cosa así —odiaba hacerme la víctima, pero estaba borracho y me daba miedo lo que pudiera hacer si le digo la verdad.
  — Oh... No te hagas la inocente, te conozco bien, Emma —abrí la puerta del despacho.
  — Mario, por favor, llama a seguridad —Tyler se empezaba a tambalear—. Diles que el señor Phillips necesita que sea llevado a casa y por favor —le miré—. Hacerlo con la mayor discreción, que lo lleven por las escaleras.
  — Sí, señorita Davis —volví a entrar.
  — Esta va a ser la última vez que me humillas en mi trabajo, esto no es un burdel en el que te puedes emborrachar cuando te dé la gana —los guardias llegaron enseguida y se lo llevaron aunque se resistió un poco.
 
  Esto era bastante bochornoso, nunca me imaginé que Tyler pudiera emborracharse desde tan temprano y en la empresa, tenemos que dar un claro ejemplo de ser personas serias y ahora mismo varias personas que estaban en la planta han presenciado tremendo espectáculo. No había pasado ni media hora que Mario entró a mi despacho, por la cara que puso sabía que le daba miedo por cómo le contestaría.
 

Al final del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora