Capítulo 12

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Han pasado varias semanas desde que los novios comenzaron a hacer su viaje por Europa, los echamos de menos, pero tienen que disfrutar de su vida de recién casados, Tamy y James hicieron un viaje del que aún no han vuelto y no tenemos noticias de ellos, aunque de vez en cuando nos envían mensajes y alguna foto. Yo he estado algo liada con el trabajo, ahora que tenemos nuevos clientes no puedo tomarme días libres como si nada, y ahora que las cosas están yendo bien no puedo tomar decisiones a la ligera, Mijail está siendo un gran apoyo estos días, está decidido en conocer a fondo la empresa. En cuanto a Max... bueno, él y James se pusieron de acuerdo para empezar a buscar información de lo que quiere hacer Fabrizio, aún no sabemos nada, pero no pierdo la esperanza de que van a poder hacer algo.
 
  — ¿Emma? —abren la puerta del despacho sacándome de mis pensamientos.
  — ¿Mijail? Pasa —me levanto de la silla.
  — ¿Qué tal?
  — Estoy bien, gracias —frunzo el ceño—. ¿Qué haces aquí?
  — He venido a invitarte a comer —dice sonriente.
  — ¿A sí?
  — Sí, pero si tienes algo que hacer lo posponemos para otro día —se da la vuelta.
  — No, espera, tengo la tarde libre —voy hacia el perchero a coger mis cosas—. Venga, vayamos a comer, me muero de hambre —digo alegre.
  — Genial.
 
  La verdad es que me alegro de haber conocido a gente tan interesante como él, es un choque de aire fresco, en lo poco que le conozco me ha demostrado ser un buen hombre y ha mostrado mucho interés de conocerme. No sé mucho de él, pero espero que en la comida pueda saber más cosas de su vida.
 
  — Este sitio es genial —le dije mientras nos indicaban nuestra mesa.
  — ¿Nunca habías estado?
  — Qué va, no he tenido mucho tiempo de conocer a fondo la ciudad y menos comida rusa —dije algo apenada.
  — Pues entonces me alegro ser el que te acompañe a descubrir lugares nuevos —sonríe—. Esta comida te va a encantar.
  — Seguro.
 
  Miré la carta y no entendía nada, más bien no sabía que era cada cosa y me estaba frustrando porque ya empezaba a sonarme las tripas del hambre que tenía.
 
  — ¿Sabes qué? —baje la carta—. Cómo no tengo ni idea de que es cada cosa, te voy a dar el pacer de elegir por mí —se sorprende.
  — ¿De verdad?
  — Sí —asentí.
  — ¿Confías en mí?
  — ¿Sí? —dije dudando un poco.
  — Estupendo.
 
  El camarero vino a tomar notar y Mijail empezó a pedir algunas cosas, lo único que pude entender es que le pidió una botella de vino y uno muy caro.
 
  — Bien... antes de que venga la comida —dije—. Quiero saber algunas cosas.
  — ¿Qué quieres saber?
  — Eres muy misterioso y a lo mejor seré yo que soy una entrometida, pero...
  — ¿Tienes mujer? ¿Hijos?, ¿Por qué estás en Nueva York?
  — Vaya —suelta—. Sí que son muchas preguntas.
  — Perdona —reí—. Soy un poco curiosa, me gusta saber un poco de mis clientes barra socios.
  — Está bien, a tu primera pregunta, sí tengo mujer desde hace unos años —el camarero nos trajo la botella y se puso a abrirla, cuando se marchó volvió a hablar—. En cuanto a hijos... tenemos uno, Alexei, tiene dos años.
  — Anda igual que mi hija.
  — Sí —se vuelve a reír—. La cosa es que como dije... estoy aquí para ayudar a mi padre con algunos asuntos, en cuanto acabe volveremos a Washington.
  — Vaya por lo que veo, no tenéis planes de quedaros aquí.
  — No —ahora contesta algo seco.
 
  Los platos habían llegado a la mesa, una especie de ¿Sopa? Y ¿Dumplins? Cosas que no había probado nunca.
 
  — ¿Qué es esto? —pregunté.
  — Eso es borsch —señala a la sopa—. Y esto otro es Pelmeni, pruébalo estoy seguro de que te va a gustar.
  — ¿Seguro? —no me hacía mucha gracia esa sopa rara, pero cuando la probé no me disgustó, tenía un sabor extraño que no podría explicar.
  — ¿Y bien?, ¿qué te parece?
  — Pues no está tan malo como pensaba —nos reímos.
 
  Estuvimos comiendo un poco de todo y no pensé que me iba a gustar ese estilo de comida, pero me sorprendió.
 
  — ¿Te puedo hacer una pregunta?
  — Claro, lo que quieras.
  — Por lo que he deducido antes no eres de aquí, ¿no? ¿De dónde eres?
  — Ah, pues... bueno no, en realidad soy de Michigan.
  — ¿Y tu familia?
  — Eran italianos —solo dije eso y le pegué un gran sorbo al vino.
  — ¿Eran?
  — Sí, ellos... murieron, ahora solo me queda mi hermano —en realidad ya no me duele tanto hablar de ellos.
  — Lo siento, no debí preguntar.
  — No, tranquilo, está bien. En realidad, siempre pensé que era hija única y no era así, no conocí a mi hermano hasta hace unos años y mi padre no era mi verdadero padre, así que.
  — No entiendo...
  — Bueno, mi padre fue asesinado hace mucho tiempo, yo no le conocí — agaché la cabeza—. No tuve la oportunidad, el hombre que lo mató es un ser despreciable que no está pagando todo el daño que hizo y lo peor de todo es que la mujer del hombre que me violó vive con él.
  — Joder... Lo siento mucho —me coge de la mano.
  — Tranquilo, es agua pasada.
  — Perdona por entrometerme, pero ¿Por qué no está en la cárcel?
  — Es complicado, solo puedo decirte que se esconde demasiado bien —me suena el teléfono—. Perdona, tengo que cogerlo.
 
  Me levanté de la silla y me fui a un lado para poder coger la llamada, era del colegio de los niños.
 

Al final del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora