Capítulo 29 Parte II

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*Loren*

Esta fiesta era algo aburrida, todas las mujeres que estaban aquí me miraban con desprecio y algunas eran amigas o supuestamente amigas de mi queridísima madre, podía ver cómo murmuraban sobre mí, era algo que no podía soportar. Me fui directamente a buscar una copa, no podía aguantar ni un minuto más sin beber algo. Pensaba que me iba a quedar tranquila, pero tres de esas mujeres que no paraban de mirarme se me acercaron a mí.


— Pensaba que las amantes no asistían a este tipo de fiestas —dice la rubia descaradamente.

— ¿Cómo dice?

— No te da vergüenza mostrarte ante gente tan educada, estás dejando mal a esta familia tan distinguida.


Iba a contestarle, pero un hombre nos interrumpe.


— Disculpen la interrupción, pero no podía dejar de oír esas horribles palabras que según usted una mujer distinguida no puede decir. Pensaba que las mujeres con dinero eran más educadas, pero creo que me he equivocado —no podía dejar de mirarle.

— ¿Cómo se atreve?

— No, señora, ¿Cómo se atreve usted a ir hablando mal a una persona que también ha sido invitada a la fiesta?

— Qué descaro —dice disgustada antes de marcharse.


Yo no sabía cómo darle las gracias a este hombre, solo me quedé ahí parada mirando el espectáculo.


— ¿Me concede un baile? —me ofrece su mano.

— Claro —dije aún embobada.

— Siento haberme metido, pero no podía escuchar más.

— No, la verdad que, tengo que darte las gracias por haberme defendido de esa manera, no tenías por qué.

— Lo volvería a hacer mil veces por una vieja amiga —fruncí el ceño.

— ¿Nos conocemos?

— Claro, desde hace mucho tiempo, pero parece que no te acuerdas de mi ¿Verdad? Pequeña Ren —no puede ser, me paré en seco.


No podía creer lo que veía, abrí los ojos de par en par analizando lo que estaba viendo, era él. Podía reconocer esos ojos marrones con un brillo especial, su mandíbula pronunciada era un signo de lo mucho que había cambiado.


— ¿Leonard? —dije mirándole de arriba abajo.

— Parece que después de tanto tiempo sigues acordándote de mí —dice con una dulce sonrisa.

— Dios mío no me lo puedo creer —le abracé por instinto—. ¿Pero qué estás haciendo aquí? —me aparté dándome cuenta de lo fuerte que le había abrazado.

— Yo también me alegro de verte —dice mostrando sus dientes impecables.

— Lo siento, es que hace tanto tiempo...

— Tranquila, ¿Quieres ir a otra parte? así podremos hablar tranquilamente.

— Por supuesto.

Íbamos caminando por los pasillos de la mansión sin decir palabra alguna y debo decir que me siento algo intimidada, siento cómo su mirada está posada en mi en todo momento, observando cada movimiento que hago y dejo de hacer. Llegamos a un banco libre y nos sentamos.

Al final del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora