Capítulo 29 Parte I

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Se estaba acercando la hora de la fiesta, todos los trabajadores iban de un lado a otro, los guardias de Max vigilaban cada rincón de la mansión, por seguridad. Unas cuantas doncellas se encargarían de los niños durante la noche y los demás nos íbamos preparando. Fui con las chicas hasta el vestidor de Vivian que ya nos estaba esperando dentro, los vestidos que habíamos elegido estaban colgados junto con sus respectivos zapatos, todas estaban muy emocionadas, y era normal porque nunca antes habían pasado una navidad en tal mansión como esta.

— Veo que ya estáis peinadas —dice Vivian—. Estáis preciosas, pero con los vestidos aún más.

— Es belleza natural —dice orgullosa Tamy.

— Por supuesto —decimos todas.

— Ay... —Vivian suspira.

— ¿Pasa algo? —le pregunto.

— Nada, solo suspiro de tranquilidad —sonríe.

— ¿Por qué?

— Porque no tendremos que aguantar a esa irritante de mujer —se quita la blusa que llevaba puesta—. Maxwell me ha dicho que no va a asistir a la fiesta así que puedes estar tranquila.

— Entiendo...

Me quedé pensativa por un momento, no sabía si era por pena, pero algo dentro de mí me decía que tenía que ir a hablar con ella. Por una parte, entendía que la odiaran tanto, pero nadie merece que le hablen con tanto desprecio, si me pongo en su lugar y las cosas fueran al revés no permitiría ni una sola humillación y mucho menos de Max.

— Ahora vuelvo —dije antes de cambiarme.

— ¿A dónde vas? —dicen las demás.

— Me he olvidado de una cosa en mi cuarto, no tardo —sonreí y salí.

No sabía exactamente cuál era el cuarto de Loren así que pregunte a una de las doncellas que estaba pasando por el pasillo. Me indicó un ala de la casa alejada de las demás, tenía que caminar bastante para llegar a ella, me dio más pena aún. Cuando llegué toqué varias veces a la puerta, al principio no contestaba, pero sabía que estaba ahí así que insistí, cuando escuché que se acercaba casi gritando quién era me quedé congelada, ni siquiera quería contestar por miedo a que no me abriese. Al final abrió la puerta.

— Tú —dice, obviamente no me esperaba.

— Sí, yo.

— ¿Qué quieres? —tenía los ojos rojos, cómo si hubiera pasado todo el día llorando.

— ¿Puedo pasar? Quiero hablar contigo —ella dudó, pero luego abrió la puerta un poco más para invitarme a entrar—. Gracias —dije una vez dentro.

— ¿No deberías de estar arreglándote para la fiesta? —pregunta algo dolida.

— Podría decir lo mismo —indiqué su pijama.

— Yo no tengo nada que hacer ahí, más bien, no tengo nada que hacer en este sitio.

— Mira... hablemos claro —no quería estar con rodeos.

— Bien, habla —se cruza de brazos sentándose en la cama.

— Está claro que no nos llevamos bien, pero nuestras hijas son hermanas por lo que eso nos hace ser familia —dije dando vueltas de un lado a otro—. Me da igual si piensas que soy una persona horrible y que me odias porque piensas que te he quitado a tu hombre, pero está noche, deberías de formar parte de esto —me paré y la miré—. No, en realidad, siempre deberías de formar parte —y de verdad que lo pensaba.

Al final del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora