La misma Luna (EN FÍSICO)

10| I bet you think about me

-Apuesto a...que...piensas...en mi...cuando ves...la...luna- recitaba en voz alta mientras que escribía una frase que comentaba Grace, la protagonista.

-¿Eh?- admito que me asusté cuando escuché ese sonido detrás mía, a una distancia no muy lejana.

Me giré lo más rápido que pude, viendo a Katherine parada en la entrada, con un vestido blanco y de tirantes con botones. El vestido es horroroso, pero a Katherine todo lo queda bien. Y estaba preciosa.

-Eh, no, nada- logré responder.

-Vale- sonrió un poco, al ver que la estaba mirando, habló- es horrible, lo sé, pero me manché de café y Ariadna me prestó uno- respondió rápidamente, hablando sobre el vestido mientras se llevaba su corto mechón de cabello detrás de la oreja.

-¿Has hecho la entrevista con ese vestido?- pregunté, levantando la ceja.

-No, oh por favor, lo que me faltaba- bromeó- por suerte me manché después.

-Bueno, pues entonces salvada- reí.

-Si- sonrió, el ambiente era incómodo.

-Bueno, eh, voy a seguir- señalé el portátil.

-Oh, sí, claro, perdón- se disculpó.

Sonreí y me giré, volviendo a conectar con mi historia.

Katherine subió a su habitación, y no bajó hasta pasadas unas horas, cuando yo acababa de terminar un capítulo entero, de unas siete mil palabras.

-¿Vienes?- me giré para ver a Katherine, que estaba vestida con ropa de deporte y una coleta alta.

-¿A dónde?- pregunté, confuso, si era a hacer deporte estaba claro que me iba a ridiculizar delante de ella.

-A correr- dijo, y volvió a preguntar:- ¿vienes?

Estaba claro que mi respuesta tendría que ser un "no". Un "no" rotundo. Pero no fue esa la respuesta que le di, tenía tantas ganas de pasar tiempo con ella que acepté, aunque odiaba correr.

-Está bien, voy- me levanté. - Me preparo y bajo- le avisé.

Le debería dar las gracias a Adele por ponerse cabezota y meter ropa deportiva en mi maleta.

Ella asintió.

No llevábamos ni veinte minutos corriendo cuando yo ya notaba que me iba a morir ahí. Suena muy exagerado, y lo es, pero no sirvo para correr. Sirvo para leer y escribir, ahí sí que no me canso.

-Katherine...-la llamé, mientras me costaba respirar- me he cansado ya.

-¿Ya?- preguntó parándose, haciendo que yo me parara, ya que iba detrás. Se giró y me miró incrédula.-Te recordaba con más resistencia.

-Pues no la tenía- me reí, mientras me llevaba la mano al pecho.

-Bueno, entonces volvemos ya andando, ¿te parece?

-Sí, claro. Sólo si tú quieres.

Ella se rio flojito y empezó a andar en dirección contraria.

-¿A dónde vamos?- pregunté, desconfiado. Capaz era de hacerme seguir corriendo.

-A por un café- dijo simplemente, sin dar explicaciones.

-No llevo dinero.

-Yo si- mientras me daba la espalda caminando, levantó su cartera.- Yo te invito.

-Sólo si me dejas invitarte otro día a uno- advertí.

-Acepto tu propuesta.

Quince minutos después, estábamos sentados en la terraza de una cafetería.