12| Welcome to New York

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  Ya era el quinto día que convivía con mi antigua mejor amiga y sus padres. Hubo momentos que se pasaron muy lentos, otros rápidos, pero al fin y al cabo solo quedaban dos días. Dos días, y aun no sabía por qué Katherine me había dejado de hablar así. Viéndolo cruelmente, había venido para nada. Aunque me quedaban dos días, no tenía ninguna esperanza. Katherine ya me había aclarado que no me lo iba a contar, que no confiaba en mí.

Así que, ya que estaba en Nueva York, iba a aprovecharlo.

Escuche voces abajo, lo que significaba que ya todos estaban despiertos. Me duché, vestí, hice la cama y bajé a la planta de abajo.

Los Sink me dieron los buenos días, y yo también a ellos, incluida a Katherine.

Ni siquiera desayuné, me despedí de ellos y salí por la puerta principal, mientras que Katherine me miraba con una cara extraña.

Ella sabía que yo no solía salir así porque así, supongo que pensaría que algo ocurría. Aunque, en verdad, nada ocurría. Simplemente, ya que estaba en Nueva York, quería visitar lugares.

Primer destino: Puente de Brooklyn.

Mientras llegaba a la esquina de la calle, una voz reconocible me llamó.

- ¡Alexander! - me giré- ¿dónde vas?

-A ver tu ciudad- dije, sin más, sin aclaraciones.

- ¿Te puedo acompañar? - preguntó, con los ojos llenos de esperanza.

Quería decirle que no, que quería ir solo. Ella ya me había hecho suficiente daño y mi huida por Nueva York también se debía a querer dejar de pensar en ella.

-Está bien- acepté. ¿Está bien? ¿Enserio, Alexander? el amor te vuelve ciego, inútil e idiota.

Corrió hacia mi lado. Esta chica era algo rara, cambiaba rápidamente de emociones.

- ¿Por dónde quieres empezar? - preguntó Katherine.

-Quiero ver el puente de Brooklyn, no me podía ir sin verlo en persona- le aclaré. Ella asintió.

-Bien, llamaré a mi chófer- indicó. Tenía pensado ir en autobús, pero creo que era más sensata su propuesta, así que, acepté.

Estando ya en el cochazo que tenía Katherine, o mejor dicho en este momento, Kath, me pregunté que si ir a un lugar donde hay bastante gente por allí no le acosarían. Al fin y al cabo, tenía que asumir que ella era toda una celebridad, pero no me sentía cómodo con un montón de personas alrededor nuestra.

-Katherine- la llamé.

- ¿Sí? - dejó de ver por la ventana para observarme. Me encantaban sus ojos, eran preciosos. Almendrados y marrones con tonos verdes a la luz del sol. Recuerdo los días de verano, con cielo azulado y escasa nubes blancas, cuando ella me miraba y yo me perdía en su mirada. Era algo que simplemente me fascinaba y hacía que en mi estómago se colaran pequeñas mariposas a revolotear. Yo, a ese sentimiento, lo llamaba amor, y eso que sólo tenía doce años y aún no sabía nada del amor, aunque supongo que ahora tampoco soy nada experto.

- ¿Allí no se te abalanzará la gente? Me refiero, eres famosa y tal, supongo que te reconocerán. – le pregunté. Al ver su expresión, supe que aquello no era nada de lo que preocuparse.

-No te preocupes. -sonrió, con esa dulzura tan bonita que tenía. Ella si era Kate, no era ni Katherine ni Kath, ella era mi Kate. - aquí todos ya están acostumbrados a ver a famosos pasear, además, la mayoría son empresarios millonarios con miles de cosas que hacer antes de pedirle una foto a un famoso. Los únicos que se acercarían serían los que vienen a visitar Nueva York. Aunque por estas fechas no suelen haber muchos, y sí hay, no creo que a estas horas estén aquí, estarán en Central Park.

La misma Luna (EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora