25| Un año y dos meses después. Extra II

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-Oh dios mío, ¡no puedo creer que estoy frente al mismísimo Alexander Evans! - gritó la chica- eres mi escritor favorito, Alexander, ¿y tú dedicatoria? Tu dedicatoria me hizo llorar.

Era la firma de La misma luna, con este libro había conseguido muchísima fama. Mi dedicatoria, para mí, era muy especial, y me gustó saber que gente como esa chica la sentía.

-" Esta historia va dedicada para mi Grace, todos tenemos una Grace. Aunque mi Grace se perdió a los quince años, estoy seguro de que las vuestras serán eternas"- recitó de memoria la chica- entendí esa frase, y me dolió bastante.

-Entonces, hemos pasado por lo mismo, querida...-esperé a que me dijera su nombre.

-Eleanor- sonrió.

-Hemos pasado por lo mismo, querida Eleanor- le sonreí de vuelta. Le dediqué el libro- ¿esa Grace era chico o chica?

-Chico- respondió al instante.

-Vale- comencé a escribir.

"Mi querida Eleanor, ese chico no era tu Grace, tu Grace aún te espera en el mundo, te lo aseguro"

Cuando leyó la dedicatoria, se le iluminaron los ojos.

-Tu Grace tampoco está perdida, Alexander- me sonrió.

Reí sin humor.

-Dudo que no esté perdida, pero gracias, Eleanor- la abracé.

-Gracias a ti- me devolvió el abrazo más fuerte.

Era obvio que mi Grace era Katherine. Era, en pasado. Esa dedicatoria la escribí apenas cuando me mudé a Toronto, que, aunque me quedaban pocos capítulos para acabar de corregir el libro, me costó terminarlo. Y lo publiqué. Ahora, seis meses después, estoy haciendo la primera firma de este libro. La dedicatoria la iba a cambiar, Katherine ya no me importaba y esa dedicatoria tenia cero sentimientos en mí. Pero la entendí. Y ojalá no haberla entendido de nuevo.

Mientras la leía para cambiarla, me acordé del sentimiento tan fuerte que tenía en ese momento cuando la puse. Recuerdo que lloraba, era un día triste, de esos que llueven y el cielo está gris. Odio esos días. El cielo estaba gris, yo estaba gris, para mí, en realidad, el mundo estaba gris. Y es triste, porque el gris es el color favorito de Katherine. Decía que le daba pena, porque ninguna de sus amigas elegía el gris al preguntarle su color favorito. Y ella, por voluntad propia, decidió "no hacer sentir mal a ese color".

Aún me acuerdo de ese día, y sonrío. Sonrío porque es un recuerdo bonito. Si aún tuviera 19 años, hubiese llorado, o me hubiese enfadado. Pero a lo largo de estos años he aprendido que las personas vienen y van. Que pueden durar en tu vida horas, días, meses, años e incluso décadas, pero que al fin y al cabo terminan por desaparecer de tu vida. Sea así por una pelea, una muerte o una larga distancia. Y que ya no sabrás más de ellas, no sabrás como les va, ni si siguen vivos, si cumplieron su sueño, si se casaron con su crush o si se casó con el que se llevaba mal, si tienen hijos...

Por eso, en vez de recordar ese recuerdo como algo triste, se debe recordar como algo precioso y único. Porque, aunque no quieras admitirlo, ha formado parte de tu vida. Y en ese momento fuiste feliz, ¿por qué olvidarlo?

Además, gusta ver como la herida sana. Ya, al pensar en Katherine, no me enfado ni lloro. Solo..., sonrío. La recuerdo como algo bonito. Como un sangrado, también. Porque, si nunca sangras, nunca vas a crecer. Y ella me ayudó a crecer.

Me acordé de la frase que un día mi madre me dijo:

el sabio es sabio porque ama. El loco es loco porque piensa que puede entender el amor.

Yo, en ese entonces, era el loco. No entendía nada y pensaba que sabía todo sobre el amor.

La misma Luna (EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora