22| Sabes que te quiero

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Rato más tarde, cuando ya habíamos acabado de jugar, tras unas cuantas veces bebiendo agua con sal, nos sentamos Kate y yo en el patio delantero de la casa de Oliver.

-Por fin puedo respirar aire puro- dijo, inhalando- ahí dentro olía a alcohol barato y a pies.

Al escuchar eso me reí.

-Tienes razón- asentí- allí huele mal.

Me senté en el césped, haciendo que Kate me imitara y se sentara a mi lado.

- ¿Tú también sientes las mariposas? - le pregunté.

Ella asintió.

-Claro que las siento. De hecho, me encanta sentirlas.

Yo sonreí ante esa respuesta.

-Las siento cuando te veo aparecer, cuando te beso, cuando me rozas la mano...-siguió hablando- creo que ha eso se le puede denominar estar colada hasta los huesos, ¿no?

-Pues si eso es así, yo también estoy colado hasta los huesos.

Ella sonrió más, mirando hacia el cielo.

-La Luna hoy está preciosa...-dijo, en un leve susurro.

Yo asentí, observando aquel satélite.

-Sabes que te quiero, ¿verdad? - no pude creer que esas palabras salieran de mi boca sin consentimiento mío.

-Lo sé, y yo también te quiero, mucho.

Los dos, casi a la misma vez, dejamos de ver la Luna para mirarnos.

- ¿Puedo? - pregunté, bajando mi mirada de sus ojos a sus labios, y volviéndola a subir al mismo sitio de antes.

Ella asintió, acercándose más.

Situé la palma de mi mano en su mejilla derecha y la otra la tenía apoyada en el césped. Ella siguió con sus dos manos apoyadas en el césped también.

Me acerqué más a su cara. Sus labios se entreabrieron, esperando los míos.

-Te quiero- le susurré, antes de besarla.

Fue un beso un poco más largo que los demás, pero igual de dulce. Besar a Katherine era como saborear una piruleta. Dulce y suave.

-Yo también te quiero- dijo Kate cuando nos separamos de aquel beso.

Acto seguido, puso sus dos manos en mi cuello y, al perder el equilibrio, se echó para atrás, haciendo que nos cayéramos tumbados en el césped.

Nos echamos a reír de la situación.

-Debería haber quitado las manos más lentamente. - dijo Kate entre risas.

Yo le di la razón. Me quiten en medio y me tumbé a su lado.

- ¿Qué harás cuando vuelvas a Nueva York? - le pregunté, refiriéndome a lo nuestro.

-Pues seguiré con la rutina: me estudiaré mi guion, concederé entrevistas, escaparé de los paparazzi...-enumeró con los dedos.

-Me refiero a lo nuestro, qué harás con lo que tenemos- me expliqué mejor.

-Ah...-se quedó pensativa-pues, ¿qué voy a hacer? Seguir con esto, obviamente.

-Pero... ¿y tú mánager?

-No tiene por qué enterarse. Además, si los medios se enteran de que tenemos algo, no te van a dejar en paz. Mejor que nadie sepa nada.

Yo asentí. En otras circunstancias hubiese sido raro que me dijera que nadie se podía enterar de que tenemos algo, pero en esta circunstancia lo entiendo. Incluso es lo mejor para mí.

La misma Luna (EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora