La misma Luna (EN FÍSICO)

23| El fin

Mis padres y los de Kate decidieron reunirse en mi casa para comer y, de paso, cotillear sobre lo ocurrido.

No paraban de decir que no se esperaban eso de Ethan ni de Mae, y que tampoco se esperaban que Oliver tuviera esa fuerza.

Nosotros, mientras se tomaban el postre, nos fuimos a mi habitación.

- ¿Sabes? - tras unos segundos en los que yo miraba mi móvil, Kate habló: - quiero casarme y que en el vals suene Lover. Tener la coreografía preparada y bailarla con mi recién casado.

- ¿Qué canción es esa? - le pregunté, sonriente.

-Una de Taylor Swift, ¿te la pongo? - preguntó.

Yo asentí, sabía que le encantaba esa cantante, así que, ¿por qué no?

Me puso la canción. No estaba nada mal, incluso me gustó.

- ¿Y quién será el afortunado? - pregunté, sonriente, cuando acabó la canción.

-Vamos, no es tan difícil- me siguió el juego ella.

-No será Ethan, ¿no? - bromeé.

Ella soltó una carcajada, y al instante se tapó la boca.

-Tonto, esas bromas no, te has pasado- dijo, sin poder evitar reírse.

-Sí, me he pasado- admití también entre risas- pero es que me ha salido solo.

Después de unas cuantas risas más, sin darnos cuenta, nos estábamos besando.

- ¿Seré yo el que estropee tu vals? - dije, entre besos, bromeando.

-Serás tú el que baile conmigo el vals, eso de estropearlo no me lo creo, no puedes bailar tan mal. - diciendo esto, se separó.

- ¿Tan segura estás de ello?

-Sí- sonrió- vamos a averiguarlo, de todas formas, ¿me dejas tu móvil? Me olvidé el mío en casa- dijo, cogiendo mi móvil y poniendo Lover, dándole voz.

Yo sonreí ante la idea.

La música empezó a sonar, nos dimos una mano. La otra la puse en su cadera, y ella en mi hombro.

Empezamos a movernos por la habitación, chocándonos por todos lados y soltando carcajadas.

De vez en cuando, sin querer, le pisaba los pies, haciendo que nos desequilibráramos.

Fue un baile desastroso, pero divertido.

-Vale, ha salido horrible, pero nada que no se pueda arreglar practicando- dijo ella entre risas.

-Tienes razón- sonreí, al observarla.

Nos sentamos en la cama, ella apoyó su cabeza en mi hombro, mientras que los dos seguíamos sonriendo como idiotas.

- ¿Eres consciente del tiempo que hemos perdido en la adolescencia por no decirnos lo que sentíamos? - le pregunté, mientras yo mismo lo analizaba.

-Bua, sí- dijo, y tras unos segundos, volvió a hablar: -mucho tiempo, pero aún podemos retomarlo.

-Claro que podemos.

Estuvimos en silencio un rato, disfrutando de él y de nuestra compañía.

- ¡Katherine, Alexander, bajad! - nos gritó mi madre desde abajo, eso nos asustó.

Bajamos rápidamente hasta el salón y encontramos todos alrededor de la televisión con cara preocupada.

Nos acercamos para ver lo que ellos estaban viendo, y lo que escuché y vi me heló la sangre.