Haruko Ishikawa es una joven adolescente que vive en una sociedad donde el 80 % de la población tiene algún tipo de habilidad o don. Ella no es una excepción, pero lo que su don conlleva siempre la ha dejado preocupada y temerosa de herir a los dem...
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Despierta.
No me dejes solo.
Lo siento.
Quédate conmigo.
Aquellas palabras no paraban de repetirse, sonaban tan tristes, tan desesperadas, sentían tanto dolor... Ojalá pudiera consolarlo, decirle que no se preocupase por ella, que estaba bien. Se sentía tranquila, en paz, no sentía dolor, ni cansancio, ni pena. Era como si estuviera vacía, pero eso era mejor que tener dolor o tristeza. Aquellos últimos meses habían sido tan intensos, la habían dejado con emociones tan negativas que había olvidado que era sentir tranquilidad, que era la diversión, el cariño...
Sintió algo cálido sostener su mano, podía escuchar sus sollozos silenciosos, debía estar demasiado cerca.
Te necesito. Te quiero.
¿Me quiere? pensó ella. Siempre había querido escuchar aquellas palabras. Quería ser especial para alguien, ser querida le daba una calidez a su corazón que hacía demasiado tiempo que no sentía. Paso de estar vacía por dentro a sentir ese amor, esa calidez de sentirse especial. Nunca le habían susurrado aquellas palabras con ese amor, esa desesperación y dolor. Quería contestar, quería ver el rostro de esa persona, apretar la mano que sostenía, pero su cuerpo no se movía. Quizá debía empezar poco a poco, por algo sencillo, por abrir los ojos. Era un esfuerzo titánico pero lo intentó. Sus párpados pesaban y no parecían obedecerla, cuanto más intentaba abrir los ojos, más sensaciones llegaban a su cuerpo. El primero fue el dolor de cabeza, un dolor horrible como si le estuvieran clavando mil agujas en su interior, luego se unió un dolor de espalda, más bien de costillas. Luego llegó otras sensaciones, como el cansancio, el dolor, y los recuerdos...
Abrió los lentamente, primero vio el techo blanco e inmaculado, movió los ojos despacio. A su lado había una maquina que no paraba de sonar, al otro lado había una bolsa transparente colgada y un pequeño tuvo unido a su brazo. Sentía algo molesto en su nariz, le costo un poco notar que era un pequeño tuvo de respiración.
La puerta de la habitación se abrió y una enfermera de aspecto gatuno entró. Al verla despierta, se acercó con cuidado. Parecía visiblemente sorprendida, pero lo disimuló.
-Bienvenida Ishikawa, ¿puedes hablar?
No podía. Sentía su garganta reseca y tampoco tenía fuerzas ni ganas. La enfermera la observaba con detenimiento y sonrió amablemente.
-Tranquila, es normal. Relájate, ahora que has despertado mejoraras. Voy a avisar a tus familiares que has despertado ¿vale? No te sobre esfuerces.
La enfermera se alejó, no pasó mucho tiempo hasta que la puerta se abrió de nuevo y vio a su padre. No sabía como sentirse, no podía decirle nada, pero no hacía falta, sus ojos expresaban todo. Su padre se vía tan preocupado y asustado, también se veía descuidado, como si no hubiera pisado la casa en días, se acercó a ella con cuidado y se sentó a su lado. Una de sus manos sostuvo su mano y la otra acarició su cabeza con mucho cuidado.
