Introducción: El alba de los tiempos

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«No creo que Lovecraft se haya levantado un día y haya dicho: "Voy a escribir una mitología". Pienso, más bien, que comenzó a escribir y las piezas fueron encajando.»

—Neil Gaiman, Lovecraft: miedo a lo desconocido

(Documental)

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Según se cuenta en Los mitos de Cthulhu, en épocas geológicas remotas nuestro mundo fue habitado por dos especies dominantes: la Gran Raza de Yith y los Primordiales. Estas convivieron juntas por millones de años, hasta que, en algún punto de la historia, cayeron en discordia y se enfrentaron en una cruenta guerra.

Los Primordiales, utilizando a sus esclavos, los shoggoth, consiguieron hacer retroceder a la Gran Raza y, finalmente, llevarla al borde de su extinción.

La Gran Raza, una especie de parásitos constituida por seres espirituales compuestos por energía psíquica que se apoderaban de los cuerpos de los seres físicos, huyó hacia un punto indeterminado del tiempo, un futuro distante desde el cual comenzaron a planear su reconquista de la Tierra.

Los Primordiales, o Antiguos, seres acuáticos de aspecto similar a la mezcla de un pulpo y una manta raya, estaban exhaustos y se retiraron a sus avanzadas ciudades en la parte central del continente que más tarde sería llamado la Antártida por los humanos.

Sin embargo, no gozaron de paz por mucho tiempo, ya que sus esclavos shoggoth se rebelaron contra ellos. Estos seres, que habían sido creados mediante la tecnología genética de los Primordiales, consiguieron acorralar a sus antiguos amos en la última de sus ciudades.

Según cuentan Los manuscritos Pnakóticos, los Primordiales, casi derrotados, consiguieron diseñar un arma con la cual obligaron a los disidentes a entrar en un estado de hibernación.

Aquellos shoggoth que consiguieron escapar, comenzaron a reagruparse y prepararon su contraataque; no obstante, fueron descubiertos. Acorralados y desesperados, decidieron elevar una plegaria a los dioses.

Cthulhu, el Sumo Sacerdote, pareció responder a sus rezos. La ciudad pétrea de R'lyeh cayó de las estrellas, y con ella, el dios y sus Semillas Estelares iniciaron una invasión a gran escala sobre el planeta.

Las fuerzas de los Primordiales se vieron superadas al tener que combatir a dos ejércitos y finalmente fueron exterminados.

Sin embargo, los shoggoth no tuvieron tiempo para celebrar su victoria.

Junto con Cthulhu, otros Dioses Primigenios llegaron a la Tierra. Entre ellos el padre Dagón y la madre Hydra. Los shoggoth, alarmados, no tuvieron más remedio que huir a las profundidades del océano, en donde se ocultaron.

Los Dioses Primigenios, sin rivales ya, quisieron apoderarse de más mundos. Con ayuda de sus creadores, los Dioses Exteriores, se rebelaron contra los Dioses Arquetípicos, primeros pobladores de los espacios estelares más allá de las estrellas y el cosmos ordenado. Para tener éxito, les robaron una serie de talismanes y tablas con conocimiento arcano que ocultaron en la perdida ciudad de Carcosa, donde moraba Hastur, el Innombrable, quien fue el primer Primigenio nacido de los Exteriores.

Los Dioses Arquetípicos, enfurecidos, contraatacaron con toda su furia y provocaron una extinción masiva sobre el planeta Tierra.

A las órdenes de Azathoth, los Exteriores y Primigenios se aliaron una vez más y combatieron largamente contra sus hermanos.

Finalmente, tras eones de escaramuzas y batallas cósmicas, los Arquetípicos diseñaron el Símbolo Arcano y con él sellaron a los Primigenios en distintos puntos alrededor del universo. Los Exteriores, privados de sus aliados, intentaron contraatacar, pero la superioridad numérica de los Arquetípicos fue demasiado para ellos.

Derrotados y debilitados por el poder del Símbolo Arcano, huyeron hacia la Cámara de Azathoth, en el centro del multiverso, donde su debilitado líder fue puesto a dormir. Yog-Sothoth, el segundo más poderoso de ellos, tomó las riendas de su reino y reorganizó a la corte.

Nyarlathotep, el Caos Reptante, siendo el único Exterior inmune al poder del Símbolo Arcano, recibió la misión de preparar todo para el futuro despertar de los Primigenios, y con ello, el comienzo de una segunda Guerra Cósmica.

Mientras tanto, los Arquetípicos, contemplaron con horror cómo su guerra había sembrado el caos y la muerte en los muchos mundos en los que se había combatido, en especial en la Tierra.

Así, Yahvé, el único Arquetípico que durante la guerra se había enfrentado directamente con Azathoth, quiso reorganizar aquellos mundos. En conjunto con el resto de sus hermanos y, en especial, con la ayuda de Nodens, llevó a cabo sus planes. Finalmente, crearon al ser humano, hecho «a su imagen y semejanza».

Posteriormente, se dispersaron por las muchas realidades del multiverso, y cada uno vigiló a su manera las prisiones de los Primigenios, mientras esperaban el inminente regreso de los Dioses Exteriores.

Mientras tanto, en las profundidades del océano, los sobrevivientes de la Semilla Estelar de Cthulhu prepararon una última muestra de rebeldía en contra los dioses vencedores. Secuestraron a un grupo de hombres y mujeres y se mestizaron con ellos. Así nació la raza de los Profundos, un grupo de hombres pez que adoraban al padre Dagón, a la madre Hydra y a Cthulhu, el Sumo Sacerdote.

Los shoggoth, que millones de años atrás se habían ocultado en las profundidades del océano, escapando así de la extinción, quisieron salir de nuevo a la superficie ahora que los Dioses Primigenios habían sido contenidos. Sin embargo, fueron capturados y esclavizados por los Profundos.

Con el paso del tiempo, los humanos que habitaban cerca de la ciudad de R'lyeh, comenzaron a escuchar en sueños la voz de Cthulhu. Así, soñaron con los viejos días, en los cuales el dios extendía su dominio sobre el planeta y, enloquecidos por su llamada, quisieron despertarle. Para prevenir esto, los Arquetípicos generaron un enorme terremoto y finalmente la ciudad de R'lyeh desapareció bajo el océano.

Sus aterrorizados sacerdotes comenzaron entonces a esparcir la leyenda: «Muerto pero soñando, Cthulhu aguarda en R'lyeh».

- ULP -

En la enorme casa colonial de sus ancestros, ubicada en Arkham, Massachusetts, un delgado y enfermizo niño de cabellera negra despertó de una pesadilla. Sentía como si su corazón latiera en su garganta y estaba bañado en sudor frío.

Lo había visto nuevamente: a aquel hombre formado por tentáculos negros y de máscara plateada.

Asustado, volvió el rostro a la mesita de noche donde descansaba una vieja figura de Jesús. Por más que rezaba, la pesadilla siempre volvía a atormentarlo; por más que rezaba, seguía enfermo. Dios no podía ayudarle.

Con un tembloroso movimiento tomó aquella figura y la confinó al cajón del buró. Luego, tomando las mantas con ambas manos, se acostó dándole la espalda al mismo y cubriéndose completamente la cabeza.

En la esquina oscura de su habitación, un hombre con pinta de gánster sonrió satisfecho antes de desaparecer en las sombras de la noche.

Aquel niño no era consciente del papel que tomaría en la historia del mundo. Para bien o para mal, su vida sería el detonante de muchas desgracias. Ese es el destino de aquellos que han sido elegidos por los dioses.

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