Tras la huella de los dioses - 12

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«... Pronto comenzó en el mar un nacimiento pernicioso;

tierras olvidadas con agujas de oro cubiertas de algas;

se abrió el suelo y auroras furiosas se abatieron

sobre las estremecidas ciudadelas de los hombres.

Entonces, aplastando lo que había moldeado por juego,

el Caos idiota barrió el polvo de la Tierra.»

—H. P. Lovecraft, Nyarlathotep

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Siete de la tarde, con el cielo ya oscureciendo. A veinticuatro horas de la formación de estrellas que permitiría el nuevo despertar de Cthulhu y anunciaba la llegada de los Grandes Antiguos. South Park aún estaba incomunicada, la corriente eléctrica había fallado, las carreteras y las comunicaciones seguían cortadas. Poco a poco el peblo se estaba sumergiendo en la oscuridad total, tanto natural como espiritual.

Cuando la noche creció más, las calles comenzaron a llenarse de personas y las fogatas comenzaron a arder en puntos específicos. Quienes no habían sido tocados por Nyarlathotep se ocultaban lo mejor que podían, y el resto cantaba sus alabanzas a Cthulhu. Danzaban en un frenético y desenfrenado frenesí de locura alrededor de las fogatas. Pronto los Primigenios volverían de su encierro a enseñarle a la humanidad nuevas formas de gritar, nuevas formas de asesinar, nuevas formas de morir...

Pero, lejos de todo eso, desde la azotea del Hospital Paso al Infierno, un inmenso planeador con forma de cometa despegó, había sido construido de emergencia por una de las almas condenadas del infierno –invocada por Damien–. El planeador era llevado por un chiquillo de nueve años, casi diez. Era el Cometa Humano.

—Mysterion, ¿me copias? —habló a través de un transmisor, recientemente extraído del Radioshack local.

—Alto y claro —respondió Mysterion, quien en esos momentos se movía con agilidad entre las oscuras calles en dirección a su objetivo, la alcaldía de South Park.

—La ruta elegida parece despejada —informó Cometa Humano—. Mantendré el vuelo de reconocimiento. Informaré cada cinco minutos.

—Copiado.

Al mismo tiempo, por los tejados de los edificios, una criatura en extremo ágil trepaba y saltaba siguiendo la misma dirección.

—¡Oh, sí! —exclamó, mientras se detenía en la azotea de la estación de policía y olfateaba al aire, en busca del aroma de algún enemigo—. ¡Esto es tan jodidamente genial!

El Coon siempre había tenido un buen olfato, cuando de comida se trataba claro, pero ahora era distinto. Luego de firmar aquel contrato descubrió que al ponerse su traje sus sentidos se agudizaron. Sus dientes crecieron, se afilaron y se hicieron más fuertes. Sus uñas se convirtieron en verdaderas garras. Su agilidad y su habilidad para trepar también se incrementaron, al igual que sus instintos en general. Reaccionaba más fácilmente a las cosas a su alrededor. En resumen, era como un verdadero hombre-mapache.

—Culo gordo, ¿me copias? —escuchó la voz de Cometa Humano en su transmisor.

—¡Soy El Coon, maldito judío de mierda!

—Hay ocultistas moviéndose en tu dirección.

La transmisión se cortó.

Los ojos de El Coon brillaron de color amarillo, mientras descendía hasta un callejón mediante la escalera de emergencia hacia la seguridad de las sombras, donde esperaría para ocuparse de sus enemigos.

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