Princesa Karen

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Mysterion se deslizó con maestría a través las sombras que cubrían el pueblo. Había sido una noche tranquila, por lo que fue el único miembro de Coon y Amigos activo. Últimamente, no había tantos crímenes en el pueblo. Al parecer, con la presencia del grupo de héroes locales (¡con verdaderos superpoderes y todo!), los pocos criminales que había en el pueblo parecían haber optado por dejar sus fechorías.

Ya volverían después, de eso estaba seguro; pero, por el momento, estaba disfrutando de la tranquilidad para pasear por la noche.

Abrió la ventana de su habitación y se adentró en la casa tratando de hacer el menor ruido posible. Sabía que todos dormían, y aunque molestar a sus padres, o a Kevin, le daba igual, no se perdonaría interrumpir el descanso de Karen. Luego de todo ese asunto con Nyarlathotep, su hermanita se merecía todas las noches de paz que pudiera obtener.

Sin embargo, una figura conocida, que estaba sentada en su cama, le hizo saber que, de hecho, su hermana menor no dormía.

—¿Karen? —preguntó, algo extrañado de verla allí a esas horas—. ¿Tuviste un mal sueño?, ¿no puedes dormir?

La niña negó con la cabeza.

—Tengo algo que pedirte. Algo muy importante.

—¿Algo que no puede esperar hasta mañana?

—Tiene que ser ahora, en el día rara vez hay tiempo.

Eso era cierto. Kenny pasaba mucho tiempo fuera de casa con sus amigos; y Karen con las otras niñas de su edad. De hecho, era extraño que se vieran antes de la cena (eso cuando había cena).

—Te escucho.

Karen suspiró. Parecía estar tratando de conseguir algo de valor. Por fin, sus ojos se llenaron de resolución y abrió la boca para hablar:

—Quiero ser parte de Coon y Amigos.

Ya está, lo había dicho.

Su mirada permaneció fija en la de su hermano. A pesar de las penumbras, dado la hora que era, y de la capucha de Mysterion, pudo distinguir la negativa en su rostro. El movimiento de cabeza posterior solo se lo confirmó.

—¡De ninguna manera! —respondió Kenny.

A pesar de que South Park era un pueblo tranquilo, no permitiría que su hermana se expusiera a los peligros de la noche. Cuando él comenzó a ser Mysterion no importaba; es decir, era un inmortal, morir apuñalado o de un disparo, por doloroso que fuera, no era nada para él.

Respecto a los otros miembros del grupo... Bueno, Cartman era un hijo de puta bastardo, y su suerte casi divina –o, mejor dicho, satánica– seguro lo había protegido de estar en verdadero peligro. Y más tarde, cuando se unió el resto del equipo, realmente no hacían nada peligroso, solo horneaban pastelillos. Salvo por aquella vez que espiaron a la secta de Cthulhu, pero realmente el único que se había expuesto en ese momento había sido él.

Ahora, los cinco que estaban activos tenían superpoderes reales. Ya no eran tan vulnerables como antes, incluso enfrentando a verdaderos criminales.

Pero Karen era una niña. Tal vez era una soñadora y parecía tener el Don de la Profecía, pero se trataba de una habilidad que de ninguna manera la protegería de los riesgos de ser parte de un grupo de vigilantes nocturno.

Aun así, la niña lo vio, con la determinación brillando en sus ojos:

—Voy a ser una heroína. Yo solo quería avisarte, y ver si podía entrar a Coon y Amigos.

—Olvídalo, Karen, esto no es un juego.

—Lo sé. ¡Quiero ayudarles!

Kenny se sentó junto a su hermana y le pasó el brazo por la espalda.

—Entiendo —comenzó a hablar, con tono condescendiente—. Es natural que quieras ayudarnos, pero es peligroso. Eres solo una niña, no deberías de preocuparte por estas cosas.

—Ustedes también son niños —replicó ella.

—Es diferente.

—Puedo obtener poderes, como Kyle, Stan y Cartman.

Kenny se horrorizó ante eso. ¡De ninguna manera dejaría que su hermana hiciera un pacto con Satán!

—No, es definitivo.

Por el tono, Karen supo que Kenny estaba decidido. Sin embargo, no se rendiría. Estaba decidida a ser una heroína como él, con o sin su consentimiento.

—Voy a hacerlo, Kenneth.

El chico rubio suspiró. El hecho de que usara su nombre y no lo llamara hermano indicaba que iba por completo en serio con todo eso. La conocía bien, sabía que no importaba lo que dijera, ella lo haría... con o sin su apoyo. Como hermano, debía protegerla.

Suspirando con resignación, se puso de pie y caminó hasta su armario. Karen sonrió sabiendo que había ganado.

Kenny sacó un pequeño broche. Era circular, con un armazón de oro y una gema roja con forma de corazón al centro.

—Con esto obtendrás los poderes de una princesa japonesa —explicó, antes de entregárselo—. Pero, debes prometerme que no lo utilizaras para combatir el crimen hasta dentro de... por lo menos en un año más.

—Pero...

—No, sin peros. Antes de hacer cosas peligrosas, deberás aprender a manejar el poder que tiene el amuleto de princesa. Prométemelo.

Karen se mordió los labios, pero, finalmente, cedió:

—Lo prometo.

Kenny le pasó el broche y su hermana lo contempló maravillada.

—¿Cómo funciona? —preguntó, al tiempo que oprimía la gema del centro. De inmediato, un resplandor rosado la envolvió, al tiempo que sonaba una pegajosa canción japonesa que hablaba sobre la Princesa Kenny.

Escucharon los gritosmolestos de sus padres y su otro hermano debido al ruido. Pero, eso no era loque le importaba a Kenny, era el hecho de que, al parecer, Karen necesitabarealmente esperar un poco para usar el poder de la princesa japonesa: elvestido le quedaba demasiado holgado, además, necesitaban buscar una forma decambiar la letra de la canción. Que hablara sobre muerte, la princesa Kenny ysu novio con tentáculos no encajaba para nada con su dulce hermanita.

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