Si había algo que Wren no necesitaba, ni quería, era añadir la lista de compras en su agenda. Las compras...su peor pesadilla. Pasaba los minutos observando las carnes congeladas o los vegetales sin poder distinguir cuáles productos estaban frescos. Prefería hacer la fila en un café, esperar sentada a que le tomaran la orden o reservar una mesa en algún restaurante. Al menos de ese modo no debía preocuparse por seleccionar los productos.
Se detuvo en medio de la acera, suspiró, exasperada, y abrió la bolsa en la que llevaba un buen rato intentando guardar la agenda blanca. No solía vivir a la par del desorden, y descubrir el reguero dentro de su bolso la hizo volver a suspirar, esta vez por el malhumor que le provocaba la necesidad de sentarse a ordenar su contenido.
Una vez que guardó la agenda, agarró la perilla de la puerta del pub y se dispuso a abrirla, pero sus manos se apartaron al entrar en contacto con una piel cálida y blanda. Wren recorrió el largo del brazo masculino y contuvo la respiración al encontrarse con los ojos abrillantados del vizconde Iverson. La misma reacción de siempre ante la más mínima cercanía se desató dentro de ella: sus pulmones se anudaron y la sangre le ardió como si alguien hubiese encendido la caldera. La luz amarillenta del farol bocetó las líneas de su barbilla y lo perfilada de su nariz, los recuerdos más vívidos que aún seguían almacenados dentro de su memoria desde aquella tarde en Ecclestoun. Sus rasgos se habían acentuado con la edad. A Wren le dolía encontrarlo más atractivo en cada encuentro. Que patético.
―¿Lord Iverson?
―Señorita Carmichael.
Wren odiaba las formalidades, las consideraba una barrera cuando prefería relacionarse con los demás como un igual. Sin embargo, cuando Julian mencionaba su apellido, con ese cálido e inusual ronroneo en la letra erre, la caldera de su estómago se incendiaba a niveles desproporcionados.
Wren apartó la mano de golpe.
―¿Qué está haciendo aquí?
Iverson esbozó una lenta sonrisa. Wren no sabía más cuánto carbón iba a soportar la caldera.
―Vengo de una reunión con mi madre. Vive en Argham Street, en la hilera de casas al final de King's Road.
―¿En King's Road? ―Los engranajes de su cabeza procesaron la información―. ¿Tan cerca?
―¿Cerca de qué? ―peguntó Julian, un tanto perplejo.
―De aquí, no sé, no importa.
Wren percibió que su capacidad de mentir había flaqueado un poco, sea ya por la presencia del vizconde o porque la residencia de su madre quedaba bastante cerca de las oficinas de Royal Affair y también de su piso. Demasiado cerca para mantener la ubicación de ambos lugares en el anonimato. Intentó adelantarse a la pregunta de qué hacía ella en aquel lugar.
―No me diga que también viene a cenar aquí. ―Wren lo estudió con los ojos entornados.
―Lo vi por casualidad y me llamó la atención. ―Por algún motivo, Wren supo al instante que estaba mintiendo―. Mi paladar siempre está dispuesto a probar platillos nuevos.
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Royal Affair (Serie Herederos 3)
RomanceElla está llena de secretos; él quiere conocerlos todos. Ser la cotilla más detestada de Inglaterra no estaba en los planes de Wren Carmichael, como tampoco lo estaba reencontrarse con un recuerdo que se supone que había quedado atrás. Julian Remse...