Capítulo 24.

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―¿Qué quieres decir con que lo sospechabas?

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―¿Qué quieres decir con que lo sospechabas?

Julian, que le daba la espalda desde la cocina, volteó la tostada francesa de panettone en el sartén.

―Julian... ―Wren sacó las piernas de la cama y no se molestó en cubrir su desnudez. La confesión de Julian le cayó como balde de agua fría, y hubiese preferido que se saltara el sexo matutino antes de disparar esa bomba.

―Sospechas, mujer. Que tenía sospechas.

―¿Qué clase de sospechas?

El ruido del sartén chocando sobre el quemador llenó el silencio. Desde la cama, Wren agarró una de las almohadas y se la arrojó. Por desgracia, ni siquiera alcanzó la cocina.

Entonces, Julian le dijo:

―¿Recuerdas el día que fuimos a tu piso y habían destruido todo?

Julian le contó que había ido a reclamarle a lord Kenton por lo que hizo. Sin embargo, el conde ya atendía una visita: la de Robert Stanhope. Julian alcanzó a escuchar una discusión en la que, a pesar de que el nombre de Wren no se mencionaba, logró atar uno que otro cabo y lo demás lo agregó mediante suposiciones.

―Robert está convencido de que lo odias.

―Pues lo odio. ―Pero al decirlo en voz alta, se dio cuenta de que no era cierto.

No lo odiaba; tampoco lo quería. Simplemente no sentía nada por él. Era imposible que surgieran sentimientos por una persona que no conocía.

―Dudo mucho que lo odies. ―Julian sirvió las tostadas en un plato llano y echó dos panes frescos en el sartén.

―Detesto que aprendieras a conocerme tan bien.

Julian la miró por encima del hombro y le concedió una sonrisa de triunfo.

―Iba a contártelo en cuanto estuviera seguro de cuál era la verdad. ―Continuó dándole la vuelta al pan como si la conversación girara en torno a un tema tan trivial como el clima―. No he tenido tiempo, por desgracia, entre la reapertura del club, la baja de mis niveles de azúcar y las mil doscientas responsabilidades que se multiplican a diario.

―No creo que el resultado hubiese sido otro, ¿o sí?

Julian no dijo nada. No fue la manera en la que se enteró lo que le había dolido, sino la verdad. Brianna y ella eran hermanas. Compartían la sangre, al padre y un pasado difícil. Recordarlo alteró su humor.

―Es hasta irónico, ¿no te parece? ―Wren se levantó de la cama y rebuscó un coletero en el cajón de la mesa de noche, pero solo encontró la caja pequeña que Julian guardaba con recelo―. Ya no recuerdo cuantas veces amenacé a tu padre con publicar su secreto en el periódico, y acabó siendo el mío el que salió a la luz.

―El detalle, en definitiva, tiene el toque característico de lord Kenton ―repuso Julian con amargura.

―Ni me lo digas. ―Rebuscó hasta lo más profundo del cajón y, aun así, no encontró nada para amarrarse el pelo―. ¿Sabes dónde quedó mi coletero?

Royal Affair (Serie Herederos 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora