Capítulo 26.

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―Señorita Muncaster, señorita Carmichael

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―Señorita Muncaster, señorita Carmichael. ―Extrañado por la presencia de Julian, Bancroft lo saludó con una inclinación de la cabeza―. Lord Iverson.

―Lamento interrumpirlo, lord Essington. ―Julian le ofreció un apretón de manos―. ¿Está seguro de que no le molesta que hayamos venido sin avisar?

―Me extraña, por supuesto, pero no me molesta. Siempre que a ustedes no les desconvenga el desorden.

Bancroft no era un residente permanente de Londres. Su residencia oficial se ubicaba en Bristol. Aunque poseía una residencia en la capital, la había amueblado para que funcionara como salón de actividades. A su madre, sin embargo, sí le obsequió una residencia permanente en la que Bancroft residía por el momento junto a su hija.

El despacho de lord Essington no conocía lo que era el orden. Al parecer el barón se encontraba en medio del proceso de reacomodar los libros, los archiveros y los dos gabinetes de la más fina madera.

―¿Les ofrezco algo de tomar?

―No, gracias, milord ―le dijo Wren.

―Tal vez sea preferible que vayamos a otra sala. Como pueden ver, ni siquiera tengo asientos que ofrecerles.

―No queremos ocupar su tiempo, es evidente que nuestra visita es bastante inoportuna. Solo queríamos hacerle unas preguntas.

Bancroft los estudió a los tres con meticulosa curiosidad.

―Como gusten. ―Los incentivó con un asentimiento de la cabeza.

―Mara comentó que usted poseía un documento con un sello bastante peculiar con el que nos hemos topado esta mañana. ―Wren desbloqueó la pantalla del móvil y le mostró la fotografía que tomó del sello antes de abandonar el museo. Madeleine se había quedado con el documento para preservarlo―. ¿Le molestaría echar un vistazo?

―Mmm... ―El fruncir del entrecejo acentuó la dureza habitual de su mirada, aunque ese gesto se suavizaba a menudo con una simple sonrisa torcida. Bancroft no era demasiado mayor que Julian, y haber nacido hijo de un conde lo forzada a pasar tiempo con otros nobles. Sin embargo, Bancroft se mantenía lejos de la nobleza y era muy poco lo que conocían de ese hombre. ¿Qué tan confiable era en realidad?―. ¿Puedo preguntar de dónde lo han sacado?

―Es... Un tema bastante... ―Julian no encontró las palabras acertadas.

Bancroft esbozó una sonrisa comedida sin deshacerse del entrecejo fruncido.

―¿Delicado? ―sugirió―. Debo suponer que no conocen la historia del sello.

―Entonces, ¿es verdad que el documento con el sello está bajo su poder? ―preguntó Wren. Vamos, que no podía ser más obvia. Disfrutaba como nadie con esta búsqueda de tesoros.

―Sí. ―Bancroft retomó el escrutinio en los tres. Finalmente, su atención se decidió por Mara―. Tú lo viste, ¿no es así?

Las mejillas de la pobre se enrojecieron como si se le hubieran prendido en fuego.

Royal Affair (Serie Herederos 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora