Capítulo 13.

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Son pocas las cosas que el nuevo príncipe de Gales no puede controlar: que llueva durante un día de campo familiar, el disparatado repunte de su agenda

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Son pocas las cosas que el nuevo príncipe de Gales no puede controlar: que llueva durante un día de campo familiar, el disparatado repunte de su agenda...

Y que le tiemblen las piernas en el día de su boda.

Desde que se conocían, e impulsado por la rigidez con la que siempre sobrellevaba el protocolo, había ocasiones en que Julian consideraba a Simon el «rey inamovible, regidor de toda norma y señor de los buenos modales»; ese vigilante que se fijaba hasta en el mínimo detalle que pudiera alterar el orden de lo que, para él, y probablemente para Lord Chambelán, pudieran romper con lo que era correcto.

Esa mañana, sin embargo ―el gran día de su boda―, Simon parecía más una hoja movida por el viento que el futuro rey.

A medida que bajaba la escalera, cuyos pasamanos estaban adornados por los lirios y verbenas que la madre de Simon, la reina consorte Anna, había cultivado con esmero desde que su hijo mayor le anunciara a la familia que iba a casarse. Simon procuró no tocar una sola. En cambio, decidió acomodarse la corbata inexistente y, luego, las chapas de oro de su chaqueta. Julian intentó recordar algún momento en que lo hubiera visto en ese estado de nervios. No lo consiguió. Sonrió con fascinación. Lyla era, en definitiva, una buena adición para la vida de Simon.

―Al menos, en esta ocasión, no habrá dudas de quién es quién ―comentó William al otro lado de la escalera.

El grupo ―Julian y Sam a la izquierda; William, Caleb y Isaac a la derecha― decidió esperar a Simon al final de la escalera, como una muestra de apoyo tanto a su amigo como a su futuro monarca. William lo había llamado «el acto solemne de la hermandad en honor a un soldado caído», pero todos sabíamos que poco le faltaba para sentirse igual de nervioso y ansioso que el novio. Simon era el primero en casarse, lo que se había convertido en un evento trascendental para el grupo de amigos que se habían vuelto inseparables desde hacía ya diez años.

―No... no sé cómo demonios voy a hacer la procesión ―masculló Simon. Frotó las manos enguantadas con impaciencia―. Nunca en mi vida me había dado un frío olímpico como este.

 Nunca en mi vida me había dado un frío olímpico como este

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Royal Affair (Serie Herederos 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora