La cuenta regresiva para la boda de Simon ya había comenzado, por lo que el Palacio de Caster estaba hecho un lío con los preparativos finales.
―Lamento el montón de interrupciones. ―Simon ingresó al salón verde con un aspecto demasiado austero viniendo de él. Se había quitado el saco y arremangado la camisa de lino desde la última vez, de las siete que iban, que había tenido que abandonar la reunión para atender los asuntos relacionados con la ceremonia―. Lo habitual es que lord Chambelán se ocupe de los preparativos de la boda, pero como Lyla y yo hemos decidido involucrarnos en el proceso ―se dejó caer en el sillón individual con las piernas abiertas―, los dos acabamos agotados.
―Nadie te mandó a casarte, ahora te aguantas ―repuso William con su característico humor que generó algunas carcajadas.
Julian se obligó a sonreír, aunque su atención volvió a decaer en la taza de té de la que apenas había bebido. Los muchachos ―William, Isaac, Sam y él― se habían reunido para asistir a Simon durante la última prueba del traje, y con asistir se refería a simplemente hacerle compañía. En realidad, ya no quedaba nada más por hacer respecto al ajuar, solo tomar las medidas finales. Lyla, Olive y Caleb lo habían hecho la semana pasada. El resto de la familia iba a hacerlo en la corriente.
Julian dedujo que las reuniones constantes, incluso por nimiedades sin sentido, se debían al evento trascendental de que, después de tantos años de amistad, el primero del grupo se estaba casando, y quizá Simon era el último al que Julian habría imaginado en esa posición, exceptuando a William, el espíritu libre de la familia. Simon había escogido como pareja a una mujer que era opuesta a él en muchos sentidos. Aun así, habían logrado que esa fusión dispareja funcionara. Olive, entretanto, también había elegido a una persona menos arraigada, que no se llevaba del todo bien con las exigencias del protocolo. Después de diez años de relación, ahí seguían, y cada vez más fuertes y unidos. Incluso Sam, que se había integrado al grupo pocos años antes, estaba en una relación estable con Rachel, la asistente de Simon. El grupo de los solteros se estaba haciendo cada vez más pequeño.
Julian se sentía cada vez más solo, también, en especial cuando los momentos en silencio lo asaltaban y las voces dentro de su cabeza encontraban la oportunidad de alzarse en una reyerta. Estaba enfermo, sí. Esa era la única explicación posible para que, al mirar el borde dorado de la taza, el rostro de Wren Carmichael fuera lo primero que le viniera a la mente. Solo un enfermo, o un estúpido, se pasaría los últimos diez años de su vida con el recuerdo de una muchacha que solo vio una vez, o permitiría que su reencuentro lo persiguiera desde aquella tarde en que la vio merodeando frente al club. O la buscaría entre la gente del salón para confirmar si había asistido esa noche, se había sentado en la misma mesa de siempre y sacaba un libro viejo que leer mientras servían su cena. Sí, solo un enfermo o un estúpido permitiría que una mujer en particular lo manejara a su antojo sin siquiera ser consciente del efecto que mantenía sobre él.
Pero tampoco podía evitarlo. Estaba fascinado con ella, y no solo con el recuerdo que seguía fresco en su memoria. Wren era inteligente, perspicaz, tenaz y obstinada, aunque a veces le jugaba en contra. Sus ojos agudos se fijaban en detalles que pasaban desapercibidos por los demás. Julian deseaba conocer lo que había dentro de su cabeza. Podría escucharla hablar por horas sin ningún inconveniente. Dado lo incómoda que se mostraba ante los halagos, y la manera en que aceptaba los insultos con naturalidad, resultaba evidente que no estaba acostumbrada a que alabaran su inteligencia. Si tan solo pudiera conocer más sobre su pasado, podría comprender las sombras de su carácter. ¿Quién había sido antes de Ecclestoun? ¿Y quién fue después? Tanto por descubrir... Era una pena que, en lugar de ser un libro abierto, resultara ser una caja fuerte.
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Royal Affair (Serie Herederos 3)
Storie d'amoreElla está llena de secretos; él quiere conocerlos todos. Ser la cotilla más detestada de Inglaterra no estaba en los planes de Wren Carmichael, como tampoco lo estaba reencontrarse con un recuerdo que se supone que había quedado atrás. Julian Remse...