Capítulo 14.

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―Vives cerca de mi madre ―le dijo Julian al tiempo que se quitaba el saco y lo lanzaba sobre el sofá de la pequeña sala en el piso de Wren

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―Vives cerca de mi madre ―le dijo Julian al tiempo que se quitaba el saco y lo lanzaba sobre el sofá de la pequeña sala en el piso de Wren.

―Yo no escogí este lugar. ―Wren descorrió las cortinas del balcón para aprovechar la luz natural de uno de los días más soleados del inicio de otoño, aunque afuera, recordaba, la temperatura se mantenía bastante fresca. Se deshizo del tocador con delicadeza. No quería estropear el peinado. Al terminar, lo dejó sobre la mesa del comedor―. Fue mi padre.

―Es un hombre peculiar, ¿no te parece?

La palabra «peculiar» la tensó.

―«Miserable» es un calificativo que me agrada más. ―Se dio la vuelta e intentó sonreír, pero su esfuerzo decayó al instante. Hablar de su padre, estar a solas con Julian... No sabía cuál de las dos situaciones le causaba más nerviosismo.

―Es solo que no entiendo cómo pasó de no interesarse en ti a darte esto. ―Señaló el piso con el largo del brazo.

Wren no había considerado ese detalle. De inmediato, recordó la carta que le envió contándole sobre el «cómodo y seguro conjunto de apartamentos» que había encontrado luego de una búsqueda exhaustiva. Y, además, había cerrado la carta con un abrazo. Sus misivas siempre fueron tajantes de un máximo de tres oraciones que nunca le hicieron sentir que se preocupaba por ella. Esa carta, sin embargo, le había hecho creer por un instante que sí. «Como siempre, mis hombres están ahí para cuidar te di», también le había escrito. No, no como siempre, pero sí desde hacía dos años, más o menos.

La cercanía de Julian le arrancó los pensamientos como si sus manos lo hubiesen hecho con la ropa, y, de pronto, se sintió desnuda. Desnuda de verdad. La ternura de su mirada le dejó entender que se veía vulnerable. Wren se petrificó en cuanto Julian recorrió la curva de su mandíbula con el pulgar. Qué delicia...

―No tenemos que hablar de eso si no quieres ―le susurró con dulzura.

Oh, no... Ahí iba otra vez ese revolcón en el estómago. Lo había estado sintiendo durante toda la ceremonia. Había sido una tortura tenerlo tan cerca, y el constante y tímido rose de sus meñiques no hizo más que avivar ese cálido cosquilleo que la arropó entera. Era una tortura, sí, ¡la peor de todas! Los invitados fingían que sus atenciones estaban enteramente centradas en los novios, pero Wren podía percibir las miradas curiosas. Deseó que el asiento la tragara y la encorvara como si estuviera en una cajita. Y, sin embargo, la proximidad de Julian incentivó su valentía. Había asistido a la ceremonia para verlo, porque quería... deseaba...

Pero ¿Julian querrá lo mismo?

Wren se sobresaltó con el camino que estaban tomando sus pensamientos.

―¿Quieres té? Haré un poco.

Se apartó de él tambaleando sobre los tacones y con la respiración oprimida en el pecho. Al llegar a la cocina, abrió uno de los compartimientos y sacó dos tazas. Por fortuna, ya las había colocado sobre el gabinete, de lo contrario, el acercamiento de Julian habría provocado que se le cayeran.

Royal Affair (Serie Herederos 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora