Capítulo 2.

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Querida Wren:

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Querida Wren:

Ya que planeas regresar a Londres, he hecho una búsqueda exhaustiva y me parece que he encontrado un lugar que te resultará agradable. Queda a orillas del río Támesis, en un cómodo y seguro conjunto de apartamentos llamados Tamesbrim, en la Calle Battersea Church. Como siempre, mis hombres están ahí para cuidar de ti. Si hay algo más que necesites para sentirte cómoda, por favor, házmelo saber cuanto antes.

Un abrazo,

P

―¡Encima me manda un abrazo! ―Wren se dispuso a aplastar el papel con las manos, como había estado a punto de hacer las siete veces anteriores, pero desistió. Era la primera vez que «P» le mandaba un abrazo a través de una carta. Solo había tenido que esperar veintiséis años y casi haber muerto para que se cumpliera semejante milagro―. Quizá debería pedirle los cojones que le faltan para enfrentarme.

Dejó el papel intacto sobre la mesa redonda de cristal del comedor, abrió la puerta corrediza y observó el río desde el balcón, una elegante estructura con paredes de vidrio y aluminio. Los hombres de su padre le habían entregado la carta tres horas después de que le hubiera enviado un correo electrónico indicándole que había decidido volver a Londres. Era la primera vez que le respondía con tal prontitud, y su diligencia acabó por formarle un nudo en el estómago. Tendría que abandonar la propiedad donde se había mantenido a salvo y tranquila durante un mes en Cardiff al sur de Gales, un lugar calientito y pintoresco donde nadie podía molestarla. Wren no quería irse; no deseaba abandonar un lugar silencioso y repleto de paz para volver a la ruidosa Londres, aunque no fuera el enemigo al que realmente ansiaba evitar.

Isaac

Olive.

Julian...

Mientras más lejos se mantuviera de ellos, mejor. Su vida no había hecho otra cosa más que empeorar desde el momento en que aceptó hacerse cargo de la investigación para encontrar a los padres biológicos de Isaac. Su historia, tan similar a la suya, la convenció de llevar a cabo esa locura. ¿Y que le había costado?

Echó una mirada con desdén a las muñecas donde hacía un mes le habían quedado varios moretones por las ataduras. La cuerda rasposa alcanzó a lacerar su piel y se vio obligada a mantenerlas vendadas durante algunos días. Curiosamente, había servido para olvidarse de las cicatrices que llevaban años en su piel. Un mal opacaba al otro. Bufó.

Sin dejar de mirar el río, recostó los antebrazos del barandal de aluminio e inspiró el agradable aroma de la naturaleza, pero su nariz se arrugó al detectar el sutil golpe fétido del vagón de basura a un costado del edificio. Supuso que alguna característica desagradable debía encontrarle al piso.

Me parece que he encontrado un lugar que te resultará agradable.

Demonios, ¡claro que sí! Wren tampoco era tonta. A pesar de que no conocía a su padre, y sin importar que fuera un fantasma que aparecía en su vida de manera intermitente y siempre a través del correo o mediante otras personas, había aprendido a aceptar las oportunidades si estas le permitían catapultarse. Pese a que se consideraba a sí misma una mujer inteligente, no habría sido capaz de entrar a Ecclestoun, la cuna de los nobles, sin ayuda. Vamos... tal vez lo habría hecho si hubiese escuchado de la institución antes, pero la primera vez que supo de su existencia fue el mismo día en que su madre, o quien había considerado su madre hasta ese entonces, la echó de casa.

Royal Affair (Serie Herederos 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora