Mattheo Riddle.
Tenía que ganar más puntos que mi hermano con Hela, cosa que tampoco iba a ser muy difícil, pero no sabía ni por dónde debía de comenzar para poderla ayudar con todo el tema de mi padre. Ese era un buen tema para ganar puntos con ella.
Supuse que no encontrarla me daba pie a saber que actualmente estaba buscando la profecía, no iba a encontrarla con ningún tipo de facilidad por lo que opté por ir a una de sus amigas a preguntar, lo cual fue fallido porque ni si quiera Pansy Parkinson sabía dónde se encontraba mi rubia.
Tuve el mal presentimiento de que ella estaba en problemas y lo único por lo que me quedaba era ir al ministerio de magia y utilizar su localización sanguínea y de alguna manera inventarme alguna historia para cuando pregunte cómo sabía dónde estaba metida.
El camino hacia el ministerio se me hizo realmente largo, siempre las mismas personas estorbando sin saber bien cuál es su trabajo e imitando a otros que se han tirado años haciendo lo mismo.
—Departamento de localización— murmuré hacia uno de los gnomos que atendían, éste inclinó su cabeza hacia un lado observándome.
Abrió las puertas y pude encaminarme hacia el apellido Malfoy sin problema alguno. Una vez llegué allí no me paré ni a curiosear dónde estarían Lucius y Narcisa Malfoy. Observé bien el punto de sangre de Hela y adiviné que se encontraba en la sala de riquezas y antigüedades de las familias ricas.
Bufé y tan pronto como salí corriendo hacia esa zona pensé en lo ilusa que era por mirar en un lugar tan sencillo como es ese. Cuando llegué la vi bramar algunas sandeces acerca del desorden que se sumía esa caja fuerte.
—¿Necesitas ayuda, rubia?— Mi voz la sobresaltó tanto como para darse la vuelta y fulminarme con la mirada. Era bastante divertido verla ahí dentro con ese moño mal hecho y tan frustrada.
—Es imposible, Mattheo Riddle, es absolutamente imposible encontrar algo que ni el mismísimo Lord Voldemort puede encontrar— dijo saliendo de ahí dentro a pasos largos.— ¿Nos hemos vuelto jodidamente locos? Vamos mírame y mírate, ¿qué puedo hacer yo que no puedan hacer los hijos de Voldemort? ¡Es una completa gilipollez!— Sus quejas me llevaron a observar una palanca en uno de los lados de la caja fuerte.
—Cállate y ven a ver esto— la mandé mientras entraba dónde ella se había pasado un buen rato. La miramos casi que con la misma expresión.
—Dale— dijo con obviedad señalando con la cabeza la palanca. Fruncí el ceño mirándola a ella y ella me volvió a señalar la palanca.— Vamos, Mattheo, joder— bufó mirándome con el ceño fruncido.
Bajé la palanca teniendo que hacer algo de fuerza debido a que estaba más o menos oxidada. Nos miramos entre nosotros y no sentimos que estaba ocurriendo nada, ella suspiró.
—Pues al final nada, eh— murmuré de nuevo haciendo que ella haga una mueca de querer llorar. No la dio tiempo a crear un berrinche cuando el suelo de la caja se deshizo mágicamente.— ¡Hela!— La grité para que agarrara mi mano cuando vi que el suelo comenzaba a acercarse más.
La hice caer encima mío para que el impacto solo me afectase a mí, cayó con su cara escondida en mi pecho. Acaricié su pelo, ahora suelto debido a que su moño ya estaba más que deshecho, con mis ojos cerrados asegurándome de que yo seguía vivo y ella estaba bien.
—Gracias— me lo agradeció con un leve sonrojo en sus mejillas, me limité a asentir conteniendo una gran sonrisa orgullosa por saber que he logrado ponerla nerviosa.
Era consciente de mi efecto sobre el resto de la gente, pero com Hela todo siempre fue muy diferente porque ella no solía mostrar lo que el resto causaba en ella. Se hacía siempre la dura en ese aspecto, pero a veces se la escapaba y permitía mostrarme lo que la hacía.
—Ven, levanta— mi voz la hizo volver a la tierra luego de darla unos segundos para que admirara con tranquilidad mi perfecto rostro más de cerca.
Por su mirada supe que algo se había guardado para ella acerca de mí, y no me importó que lo hiciera porque sabía que en algún momento ella me lo iba a soltar. Cuando menos me lo esperara.
Comenzamos a caminar por todo lo largo que era el pasillo frío y húmedo, nuestros pasos hacían eco lo que causaba que ella se apegase más a mí por miedo.
—Mattheo, vámonos— exhaló ella apretando un punto en su pierna a la par que ponía una mueca de dolor. Fruncí el ceño y me acerqué a ella para asegurarme de que no tuviera nada.
—Joder, Hela— bufé cuando vi la enorme herida manchada con sangre seca y algo húmeda, la miré a los ojos y vi la poca importancia que le estaba dando al tema.— ¿Puedes caminar un poco más? Piensa que si acabamos hoy con esto va a ser un sitio menos en el que mirar— intenté convencerla para que ella creyera que pronto íbamos a dar con la profecía.
—Bien— me respondió en un leve suspiro cansado, yo simplemente pude volver a inspeccionar la herida una última vez antes de volver a empezar a caminar.
Cada vez el pasillo comenzaba a ser más estrecho y unos pequeños silbidos nos hicieron estar más alertas que nunca. Ella cubría mi espalda y yo la suya sin ningún tipo de desconfianza en el otro.
Pudimos ver un pequeño gnomo caminar de un lado a otro delante de una puerta, como si la estuviera vigilando por algún motivo. Hela me miró antes de actuar, comprobando que me parecía bien que sacara su vena Malfoy, asentí y ella volvió a mirar de nuevo al gnomo.
—Disculpe, soy Hela Malfoy y quiero entrar— la voz se la había vuelto más aniñada y su mirada mucho más intensa y mezquina. El gnomo la miró con desinterés, la repasó con la mirada unas cuantas veces antes de mirar algo en un cuaderno.
—Hela Malfoy, adelante— el gnomo acabó pronunciando haciendo que ambos sonriamos mientras nos mirábamos.
Conseguí entrar sin que el gnomo se diera cuenta ocultándome entre el medio de la obscuridad. Ella y yo al final no hacíamos tan mal equipo como pensé, e incluso puede que más tarde se lo reconocería.
—Mattheo, mira— me susurró acercándose a un gran trozo de hierro colgado del techo. Fruncí el ceño y me acerqué donde ella observando que las cuerdas era lo que sujetaba al hierro y mantenía algo abajo de todo.
—No lo sé, pero haya lo que haya debe de ser muy importante y peligroso— comenté acercándome más al pequeño lago de mercurio.
—Mattheo, necesitamos hacer fotos de esto, tenemos mucho que hacer— me dijo mirándolo todo con más expectación que antes.
Suspiré y asentí dándome cuenta de que posiblemente eso nos fuera a despistar de la búsqueda de la profecía, pero tampoco me importaba mucho dado que ahora Hela contaba con mi ayuda, que la iba a servir de mucho.