Hela Malfoy.
Me había vuelto a envolver en los brazos de Mattheo de nuevo, solo que ésta vez dejé que mi mente aceptara que se sentía muy bien estar ahí. Él se había quedado dormido hacia un rato mientras que yo solo me comía la cabeza con lo que había dicho. Él había follado con Astoria Greengass antes de que yo llegase, tonta de mí por dejar que estemos así ahora, pero dijo que no se había corrido con ella y de alguna forma sé que ha sido conmigo.
Verlo ahí tan tranquilo e indefenso me hace pensar que a veces infravaloramos los problemas de los demás solamente porque no tienen un comportamiento común y no sigue las normas, no por eso Mattheo era el malo de todo.
No iba a justificarlo con sus problemas.
Su cuerpo recogía una inmensidad de calor que compartía conmigo desinteresadamente, yo me quedé ahí escuchando su pulso en su cuello, teniendo su olor cerca de mí sintiéndome segura y sus brazos aferrándome a él sin escapatoria alguna.
No era la primera vez que dormía con él pero sí en la que estaba plenamente consciente de todo lo que sucedía a mi alrededor. Ahora estábamos en una cama real y no en el suelo de la torre de astronomía, nos cubrían mantas y no su túnica, teníamos la cabeza apoyada en la almohada, al menos él sí, y no en el suelo, veíamos una habitación rellena de dolor y noches en vela y no la soledad de las estrellas.
Recuerdo la primera vez que pisé éste dormitorio después de lo que encontramos en el ministerio y que ahora mismo Blaise y Theodore están investigando. De nuevo estaba encerrada en su dormitorio con él a solas, aunque creo que fue más voluntariamente que otra cosa. Recuerdo el shock de ver su habitación, de ver la forma en la que estaba todo colocado y de saber que me había llevado a su zona de confort, de saber que ahora mismo estaba utilizando su zona como la mía propia.
Me asustaba lo rápido que había cambiado todos con Mattheo, lo fácil que se me hacía ahora acudir a donde él con cualquier cosa y lo complicado que se me hacía estar lejos de él.
[...]
Pasaron las horas y supe que ya no iba a volver a mi dormitorio, me iba a quedar durmiendo ahí con él durante toda la noche, asumiendo la responsabilidad de que mañana haya gente hablando sobre que me vio entrar a su habitación pero no salir.
Ahora era él quien estaba despierto mientras que yo me iba quedando poco a poco dormida, sus dedos se enredaban en mi pelo mientras sus labios de vez en cuando depositaba suaves besos en mi cabeza. Me cuestioné si realmente era Mattheo Riddle quien estaba conmigo en esa cama, era sumamente raro ese comportamiento viniendo de él, pero no me quejaba de nada.
Mis manos estaban sobre su cuerpo desnudo, mis piernas enredadas con las suyas, mi pecho pegado al suyo y sus manos apretando mi cadera. Su mentón a veces se apoyaba sobre mi cabeza por comodidad y otras apoyaba sus labios sobre mi frente. Yo cerraba mis ojos sintiendo su tacto, cerraba mis ojos ante lo que necesitaba.
—Duérmete, mañana hay clases y no te vas a poder perder ninguna— di un leve brinco en sus brazos ante lo inesperado de su voz, me separé algo de él para poder mirarlo y lo vi con su expresión relajada.
—Tú también tienes que dormir— murmuré algo adormilada, él asintió y yo me estiré entre sus brazos.— Suéltame un momento— le pedí y él sin decir nada lo hizo, permitiendo que me dé la vuelta para segundos después notar su pecho de mi espalda. Sus manos se metieron por dentro de su sudadera, comenzando a subirla, yo tomé sus muñecas y lo frené instantáneamente.— Mattheo...— murmuré y él me siseó con rapidez.
—No voy a hacer nada, ya lo sabes, solo quítatelo— me dijo con seguridad, tanta que me convenció para dejar que me quite la sudadera y coloqué sus manos por debajo de mis pechos, rozándolos.— No puedo, ¿no?— Me preguntó cual niño pequeño queriendo comer una chuche.
—Un rato— le respondí y pude notar su felicidad en mi culo. Efectivamente. Se le había puesto dura. No dije nada al respecto solamente dejé que masajeara mis pechos y se fuera quedando dormido.
A mi tampoco me costó mucho más dormirme, puede que haya encontrado la manera ideal para poder hacerlo: tener a Mattheo con sus manos en mis tetas. Era algo irreal que esto estuviera pasando, pero al parecer los "sueños" se hacen realidad.
[...]
La luz del sol que se reflejaba en la orilla del lago negro dejaba que algunos rayos bajaran hasta las ventanas de las habitaciones de la sala común y fuera el despertador ideal para algunos. Aún estaba amaneciendo y todavía no era hora de levantarse, pero no pude evitar abrir los ojos cuando supe que Mattheo estaba despierto.
No dijo nada, ni si quiera se movió, solamente lo supe por alguna conexión mental que tuviéramos.
—Buenos días— murmuró en mi oído con su voz mañanera haciendo que mi centro se vea obligado a mojarse levemente. Giré mi rostro para poder mirarlo y verlo de esa manera me hizo sentir algo extraño dentro de mí.— ¿Cómo has dormido?— Me preguntó estirándose mientras yo únicamente podía mirarlo sin decir nada.
—B-bien— tartamudeé llevando mi mirada de sus labios a su cuello y luego a sus abdominales. Tragué en seco y él lo notó al instante.
—¿Quieres qué te bese?— Ronroneó acercando su nariz a la mía, rozándolas entre ellas. Lo miré a los ojos con mis sentidos temblando, pasó su lengua por su labio de abajo mientras miraba los míos.
No lo aguanté más y acabé robándole un beso yo a él dejándolo sorprendido, comenzó a apretar mi cintura con sus brazos acercándome más a su cuerpo si era posible. Su mano se posó en mi muslo acariciándolo de arriba a abajo con lentitud.
—Mattheo— suspiré cuando sentí sus dedos jugar con el elástico de mi lencería.
Apartó la tela que cubría mi sexo y deslizó un dedo entre mis labios haciéndome gemir contra sus labios con placer. Enredé mis dedos en su pelo cuando sus movimientos se intensificaron haciendo que mi cadera se mueva al compás de los dedos de Mattheo.
—¿Es lo que quieres?— Su pregunta me hizo asentir con rapidez casi que sin pensarlo dos veces, quería que me tocara pero a su vez sabía que me iba a arrepentir más tarde.
Sus movimientos con los dedos se aceleraron de un momento a otro, mis manos apretaban su pelo con fuerza mientras que su mano libre se dedicaba a masajear mis tetas. Esponjó varios besos húmedos por mi cuello, dejando alguna que otra marca que no me importaron para nada en ese momento.
Me acabé corriendo mientras mis gemidos se hacían más fuertes y sus dedos no cesaban en su movimiento. Él era perfectamente consciente de que ya me había corrido, pero no parecía querer dejar de tocarme, parecía que quería más y no me iba a quejar.
Sus dedos se introdujeron dentro de mí comenzando a salir y a entrar con fuerza y rapidez, los curvó tocando el techo esponjoso de mi coño y haciendo que me retuerza todavía más de placer.
—Mattheo, para— gemí con fuerza sintiendo cómo mi vista se nublaba y un grifo en mi interior se abrió de repente dejando salir un montón de líquido por mi interior.
No me hizo ningún tipo de caso acelerando todavía más sus movimientos haciendo que ese chorro se escape de mi interior. Noté su risa ronca en mi oído y la manera en la que apretó mi cuello en ese momento antes de acercar sus labios a los míos y volver a besarme de nuevo.
—Joder, Hela— exhaló sin quitar su sonrisa en ningún momento. Miré hacia abajo y vi todas las sábanas mojadas. Su diversión me complacía más que nada en ese momento, su mirada me hacía sentir tanto que tuve miedo de ello.
Tuve miedo de sentir por él.