Hela Malfoy.
Estar tan descubierta delante de Mattheo me hacía sentir jodidamente caliente, era una sensación inexplicable la de saber que estaba sin tanga y con él a mi lado, él siendo consciente de absolutamente todo, saber que me podría tocar en cualquier momento que quisiera me encendía bastante.
Su mano iba apoyada en mi muslo, casi que metida entre mis piernas, ninguno de los dos decíamos nada ya, solamente quedaban miradas lujuriosas y leves sonrisas nerviosas por parte de ambos. Siendo sincera, éste viaje me iba a aclarar las ideas tanto como para poder decidir qué hacer con Mattheo, era consciente de la verdadera tarea, pero siempre había tiempo para tener un viaje astral por la mente.
—¿Es ahí donde nos vamos a quedar?— Pregunté asombrada por la elegancia del lugar, solamente con el exterior ya me hizo saber que era caro. Mattheo me miró y asintió sacando las maletas del maletero.— ¿Cuánto ha costado?— Le pregunté con curiosidad aún sabiendo que no iba a decir nada.
—Vamos, venga— me dijo riendo mientras caminaba hacia el interior del motel. Yo le seguí algo asustada por el desconocimiento acerca de todo en el mundo muggle.
—Buenas noches, señores— nos saludó la recepcionista con cara de cansada, la comprendí bastante debido a las horas que eran.
—Teníamos una reserva a nombre de Marcus López y María Salazar— cuando dijo esos nombres me hizo mirarlo con el ceño fruncido. ¿María y Marcus? Y no solamente eso, ¿Salazar y López?
—Habitación número trescientos dos, tercera planta— nos dijo la mujer con una sonrisa amable, aunque también cansada. Yo fui la única en darla una sonrisa en respuesta mientras que Mattheo seguía sus costumbres y se iba sin decir nada.
Nos subimos al ascensor y no dije absolutamente nada porque prefería hablarlo tumbada en una cama con más comodidad. El ascensor llegó a la planta que era y nos sumergimos por los múltiples pasillos que había para hallar nuestro dormitorio.
—Es aquí— me dijo haciéndome retroceder unos pasos a donde estaba para poder entrar con él.
Me quedé boquiabierta al ver la pedazo de habitación que teníamos para él y para mí solos, mis ojos estaban abiertos con asombro, pero cuando se cruzaron con el rostro burlón de Mattheo volvieron a la normalidad, aunque confusos.
—¿No estás sorprendido?— Le pregunté todavía asimilando lo elegante y lujoso que era todo.
—Mi padre nos envió a Tom y a mí varias veces a hacer misiones aquí, siempre venimos al mismo motel, aunque cada vez que venimos hay personal nuevo trabajando— me respondió con simplicidad yendo hacia la cama para tumbarse.— ¿Sigues sin bragas?— Me preguntó con su voz ronca, yo asentí y vi cómo palmeó la cama un par de veces.
Me quité los tacones y gateé por la cama hasta llegar a su lado y tumbarme boca arriba, él se puso flotando sobre mí y comenzó a esponjar besos por cada parte descubierta de mi piel. Yo solamente podía soltar leves jadeos de satisfacción por tener lo que llevaba rato reclamando.