Hela Malfoy.
Me desperté y lo primero que vi fue el rostro de mi hermano, verlo dormir era todo un placer que muy pocos teníamos. Miré hacia la ventana y vi que aún era muy de noche, lo que me llevó a mirar la hora en el reloj que mi hermano acostumbraba a tener en su mesilla de noche. Las tres y cero uno de la mañana. Suspiré con frustración y me di la vuelta dándole la espalda a mi hermano.
Cerré mis ojos y fruncí el ceño al darme cuenta de que algo fallaba. Un papel. Lo tomé entre mis dedos intentando no moverme mucho porque estaba en la posición ideal para dormir y lo abrí. Leí una vez por encima intentando quedarme con algo, pero lo único que consiguió llamar mi atención fueron las iniciales con las que estaba firmada esa nota.
M.R.
Mattheo Riddle.
No leí de nuevo la carta, tan solo busqué que pusiera algo de ir a un lugar y cuándo y me di cuenta de que tenía que ir ya a la torre de astronomía. Ahora sí que habían algunos profesores por los pasillos lo que lo complicaba todo, aunque puedo poner de excusa que pensaba que ya comenzábamos los prefectos con los paseos nocturnos.
No me molesté ni en cambiarme, me fui con la ropa de mi hermano a ver a Mattheo mientras esquivaba los intentos de Severus Snape por pillarme a deshoras fuera de mi dormitorio. Mis pasos eran silenciosos, mientras que mi respiración algo agitada por haber corrido durante tres pasillos me hacía el entrar sin hacer el mínimo ruido complicado.
—Son las tres y cuarto de la mañana, ¿qué quieres?— Suspiré una vez llegué dándome cuenta de que a esas horas no hacía falta ser una orgullosa. Él se giró y me miró de arriba a abajo con disgusto, le miré arqueando una ceja y él suspiró.
—No sé si es buena idea involucrar al resto— murmuró algo pensativo mientras yo negaba con mi cabeza intentando buscar alguna buena razón para lograr convencerlo.
—Con ellos lo haremos todo mucho más fácil y rápido, el trabajo de dos pero en siete— defendí mi idea como pude antes de percatarme de la normalidad con la que ahora me dirigía a ellos. Ya no era como al principio que se me ponían los pelos de punta tan solo con verlos cerca, ahora aguantaba eso y más.
—¿No tienes miedo?— Su pregunta fue clara pero no sus intenciones, su mirada pura me hizo saber que no era buena idea responderle, pero aún así me iba a sincerar con él.
—De alguna manera logro comprender lo peligroso que es todo esto, desconozco completamente las consecuencias si no sale tal y como tu padre lo espera, pero creo que no tengo miedo por mí sino por mi hermano— le fui respondiendo de a poco a la par que me sentaba a su lado. Él imitó mi acción y se dejó resbalar por la pared hasta caer sentado.
Estábamos uno al lado del otro, chocando nuestros cuerpos casi que sin darnos cuenta pero manteniendo el contacto físico de siempre. Sus ojos enfocados en mi perfil y los míos en el cielo. No me importaba que me mirase, ya al menos no lo hacía, de alguna extraña forma me había acostumbrado a él y a Tom, a todo de ellos dos.