Tom Riddle.
Me encontraba en la mansión de mi padre a esperas de que se diera comienzo a la reunión repentina que mi padre ha querido celebrar. Todo seguía igual que siempre, y aún sabiendo que siempre sería así jamás perdería la esperanza de algún día llegar y ver algo diferente en éste lugar.
Entré al comedor y tomé el puesto de al lado de mi padre, enfrente mío iría Mattheo pero debido a que no se encuentra ni en el mundo mágico me iba tocar lidiar con todo solo. Ver esa sala vacía, sin gente, me hacía recordar y caer en cuenta de la soledad a la que me iba a someter el resto de mi vida por mucha gente que estuviera a mi alrededor, nunca nadie se iba a quedar por completo por mucho que lo jurase.
—Tom, veo que llegas pronto— la voz de mi padre me hizo tensar todo mi cuerpo y estar más alerta que nunca. Giré mi rostro y lo miré caminar hacia su sitio.— Pronto llegarán el resto, no vamos a ser todos hoy— añadió sentándose, yo fruncí el ceño.
—¿Quiénes vamos a ser?— Le pregunté y él señaló hacia la puerta por donde entraban Severus Snape, Lucius, Narcisa y Draco Malfoy, Bellatrix Lestrange, y algunos rostros desconocidos que servían a mi padre desde hacía años.
—Bueno... ahora que estamos todos podemos comenzar con la reunión— expresó mi padre dirigiendo una mirada a todos los presentes, yo me acomodé en mi asiento incómodo.— Como bien sabéis los hijos de Lucius y Narcisa Malfoy están en la búsqueda de la profecía— comenzó a decir, dejándome con la ganas de soltar un "como si fueran los únicos..." pero eso solo lo complicaría todo.— Es de buen saber que la chica Malfoy tiene unas cualidades dignas de una bruja de un gran estatus mágico, pero no por ello debe de ser premiada— prosiguió poniéndose en pie y comenzando a caminar en dirección a los Malfoy, su serpiente se subió a la mesa quedando completamente apoyada sobre la misma—, lo será cuando me dé lo que quiero— susurró acercándose a los Malfoy, el matrimonio mantuvieron sus rostros neutros sin expresar ningún tipo de emoción acerca del tema.
—¿Y si no lo consigue, mi señor?— Se hizo eco la voz preocupada de Draco, mi padre soltó una carcajada amarga mirándolo, yo tragué en seco a esperas de lo peor.
—Sino lo consigue uno de vosotros dos tendrá que morir, y el otro lo matará, solamente puede sobrevivir uno— impuso mirando a Draco con frialdad, yo abrí mis ojos estupefacto por el castigo.— No tendré que elegir a uno de los dos porque lo haréis entre vosotros— añadió volviendo a ir hacia su silla.
—Hela no sabe nada, padre— le dije sabiendo bien las palabras exactas que utilizó aquella noche, evadiendo el tema del castigo si no lo conseguía.
—Confío en ella— comentó dejándonos a todos con nuestras bocas abiertas, mi padre asintió—, Hela es la hija que nunca tuve, junto con mis hijos ella puede llegar muy lejos— añadió dejando que nuestra imaginación se eche a volar y tengamos varios conceptos de lo que quiso decir.
—Mi señor, ¿quiere decir que mi hija formará parte de su familia?— Lucius Malfoy se atrevió a elevar su mirada hacia mi padre y hablarlo sobre forjar vínculos matrimoniales, yo en mi mente rogué que fuera así, de esa forma me aseguraba que siempre tuviera el puesto que se merecía.
—De momento no tengo pensado hacer nada que ella no quiera, puede que en un futuro todo cambie— murmuró sin querer indagar mucho en el tema. La sala se quedó en un silencio tortuoso e incómodo, mi padre nos miraba a todos comprobando que nuestra atención se dirigía únicamente a él.— Os he reunido para hablar sobre planes futuros— dijo cuando se dio cuenta de que todos le hacíamos caso—, quisiera tener el mundo mágico bajo mi control, pero ya todos sabéis que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte y con ello nuevos hechizos poderosos están siendo descubierto y ocultados a la gran mayoría de la población— comenzó a explicarnos e hizo una pausa para comprobar si alguien tenía dudas acerca del tema.
—También han descubierto un nuevo tipo de magia, mi señor, es como la que de practica en algunas zonas de Europa y Rusia, pero con hechizos más efectivos, antiguos y difíciles— añadió Severus aprovechando esa pausa, llenó el silencio con su voz áspera y vacía.
—Cierto es que por más que he tratado de hacerme con algún hechizo no consigo dar con nadie que pueda enseñarme a mí o a mis hijos esa magia nueva— masculló mi padre luego de hacer un movimiento con la cabeza para agradecer la información a Snape—, hay gente que se oculta para que mis mortífagos no los rapten para traerlos aquí, pero poco a poco estamos metiendo más presión social al ministerio hasta que al final se vean obligados a compartir con la gente como nosotros los secretos más grandes— finalizó dejando bien claro que nosotros éramos mejores que nadie en el mundo mágico.
—¿Qué tenemos que hacer, mi señor?— La voz desgarrada de Bellatrix resonó en la sala rompiendo el nuevo silencio que se había formado.
—Hasta el momento iremos haciendo pequeños ataques a familias relevantes para que el ministerio tome acción, lo único que quiero son heridos y que sufran, ellos transmitirán nuestros mensajes— contestó mi padre con calma, a mí se me revolvió el estómago solo de saber el lío que se iba a montar en Hogwarts cuando todo comenzara.
La reunión dio su fin, pero no por ello pude volver a Hogwarts para retomar mi vida, tuve que quedarme a esperas de que mi padre me dijera eso tan importante que debía de decirme. Cuando la sala se volvió a ver igual de vacía que antes mi padre volvió a tomar la palabra de nuevo.
—Tom, fuiste el único en leer la profecía, eres el único que sabe lo que nos deparará el futuro, dímelo— en ese momento supe que debía mentir como nunca lo había hecho, en cambio reservé esa actitud para más tarde.
—Por mucho que haya podido leer, padre, fue hace mucho tiempo y a penas consigo recordar bien lo que ponía, solo algunas cosas sueltas— excusé sin decir una mentira del todo. Mi padre me miró con indecisión antes de asentir desganado.
—Haré que las brujas se metan en tus recuerdos, así será más fácil— me dijo poniéndose en pie, yendo hacia la salida se paró en seco y giró un poco su rostro para mirarme por encima de su hombro.— No sé lo que ocultas, hijo, pero lo acabaré descubriendo— añadió antes de seguir caminando y dejarme ahí a solas.
Supe entonces que debía de salir de ahí antes que las brujas echen mano a mi mente y descubran lo que yo no quiero que ocurra y que si oculto puede que no suceda. Debería haber dicho cualquier cosa, aunque creo que no hubiera servido de igual manera dado que me hubiera pillado la mentira.
Me levanté y caminé hacia el jardín, ahí había unos cuantos carroñeros limpiando la sangre de las baldosas que iban desde la puerta del muro hasta las escaleras que daban paso a la puerta de la casa. Fruncí el ceño observando la cantidad de sangre que había y suspiré sabiendo que algo malo había ocurrido, sabiendo que eran personas inocentes, sabiendo lo que era mi padre.
Sabiendo en lo que yo me acabaría convirtiendo.