Hela Malfoy.
Que Mattheo haya sido el único en buscarme me da mucho que pensar acerca de la gente que me rodea, puede que ellos se hayan preocupado por mí pero al único que he visto esforzarse ha sido a Mattheo.
Encontrar lo que hemos encontrado ha encendido una pequeña luz en mi esperanza de encontrar lo antes posible la profecía, aunque no creo que pueda ser tan sencillo como creo.
—Tenemos que volver a Hogwarts, mañana volveremos y comenzaremos a mirarlo todo más tranquilos— le dije a Mattheo mientras él miraba todo con gran fijación.
Él me miró y se limitó a asentir, yo hice una pequeña mueca de dolor al volver a caminar dado que la herida en mi pierna parecía haberse infectado.
—Ven, no andes— la voz de Mattheo me hizo frenar en seco y sentir un fuerte escalofrío cuando sentí sus cálidas manos sobre mi cadera.
Murmuró algo y de repente todo se tornó todavía más obscuro de lo que ya era, cerré mis ojos ante el fuerte rayo de luz que apareció y cuando los volví a abrir estábamos en una habitación que desconocía por completo. Supuse que era el dormitorio de Mattheo cuando lo vi moverse por el mismo con naturalidad.
—¿Es tu habitación?— Le pregunté mirándolo todo, quedándome con cada mínimo detalle del lugar. Él asintió de nuevo.
—Ven— me mandó con una pequeña caja en sus manos, fruncí el ceño y caminé a donde él, me puso de lado sin dejar que me siente en la cama igual que él y pasó sus dedos por la herida.— Está infectada— comentó y yo puse una mueca irónica al decir algo que ya se sabía.
Comenzó a abrir con lentitud la caja mientras miraba mi piel intensamente, sacó un bote con un contenido pringoso y se lo untó en los dedos para luego esparcirlo por mi herida. Poco a poco la piel se fue curando hasta no dejar ni marca de la herida, solo un rastro de una crema asquerosa.
—Gracias— murmuré con una pequeña sonrisa en forma de agradecimiento, él frunció el ceño unos segundos antes de devolverme la sonrisa, aunque la suya era más mezquina que otra cosa.
—Conseguiré la cámara del niño de Gryffindor, y también llevaremos a tu hermano, Blaise, Theodore y Pansy— me dijo yendo a dejar la caja de nuevo donde estaba. Yo le miré negativamente y él resopló—, sé que no quieres involucrarles pero si lo tenemos que hacer tú y yo todo no vamos a dar a basto— me dijo antes de que yo pudiera protestar.
—Está bien— acabé suspirando derrotada por el cansancio y sus buenos argumentos.
—Túmbate aquí un rato, yo tengo que ir a hacer unas cosas y no creo que llegues a tu habitación— me mandó y yo no pude hacer otra cosa mejor que quitarme la ropa delante de él y luego tumbarme en la cama tapándome con sus mantas.
Mattheo me miró tragando en seco para intentar controlarse, lo que me hizo pensar, ¿por qué no me aprovechó en ese momento? Se supone que él mismo es el primero que intenta llevarme a la cama, no entiendo porqué apartó su mirada y se fue sin decir absolutamente nada.
El silencio y la obscuridad me envolvían en su habitación, el olor a él me ayudaba a descansar mejor, pero también me quitaba el sueño al darme cuenta de que su olor me relajaba.
—Ni de coña— bufé dándome cuenta de que poco a poco me iba cubriendo con su juego, él ya sabía que iba a acabar a sus pies, pero lo iba a impedir.
De cualquier manera, éste año cada uno desapareceríamos de la vida del otro, solamente tenía que aguantar unos meses más resistiéndome tal y como he hecho todos estos años y la tortura se vería acabada de una buena vez.
[...]
No tenía ni la menor idea de la hora qué era solo sabía que tenía un cuerpo a mi lado dándome calor y abrazándome con fuerza. Fruncí el ceño sabiendo bien de quién se trataba, pero aún así necesitaba comprobar que realmente era él.
Poco a poco fui girando mi rostro hasta poderlo ver por completo, verlo durmiendo fue lo mejor que tuve en ese momento. Le vi con su rostro relajado y muy tranquilo, su respiración era algo fuerte e iba soltando algunos ronquidos de vez en cuando.
Paseé con suavidad mis dedos por su piel y se removió ligeramente acercando más su rostro a mi tacto. Sonreí y continué acariciándolo, paseando mis dedos por encima de sus pequeñas cicatrices que solo se veían si te acercabas a él.
—Todavía estoy esperando a que me digas algo— murmuró haciendo que me asuste por unos momentos, su voz estaba ronca y lucía muy sexy. Sonrió divertido abriendo sus ojos y mirándome con los mismos entrecerrados.
—¿Sobre qué?— Le pregunté algo desconcertada mirando cada centímetro de su rostro con mi ceño fruncido. Él rió roncamente, y yo sentí mi centro humedecerse levemente.
—Ya lo sabes, Malfoy— murmuró divertido acercando más su rostro al mío, sus ojos puestos en mis labios mientras relamía en los suyos.
—¿Cómo fueron?— Le pregunté sabiendo que era por sus cicatrices, él acomodó su cuerpo antes de tomar aire dispuesto a hablar pero soltarlo todo de repente con pesadez.
—Cuando nuestro padre nos mandaba aprender a hacer algo y no nos salía cuando él comprobaba nos castigaba con varios hechizos de magia negra, siempre era solo a mí porque a Tom siempre se le ha dado todo mejor que a mí— me contó sin poner su mirada en mí. Fruncí mis labios conteniendo alguna barbaridad y acaricié de nuevo su mejilla captando su atención lo suficiente como para que me mire.
—Eso ya ha pasado, Mattheo, ya no tienes que aguantarlo más— le susurré con calma y su risa irónica me puso los pelos de punta.
—No, no ha pasado, Hela, todo sigue igual que siempre. Joder. ¿Tanto le cuesta entender que a mí me da igual tener el puto poder del mundo mágico? Yo no quiero eso, quiero quedarme un puesto detrás de ellos porque nunca me ha interesado mandar aquí— sus palabras fueron sumamente sinceras, y lo supe porque no había ni un rastro de ironía en sus palabras.
No supe qué decir así que opté simplemente por abrazarlo con fuerza, y él en ningún momento se quejó por ello. Envolvió sus brazos de nuevo en mi cintura, para ese entonces yo ya me había girado por completo hacia él por lo que su rostro quedó entre mis pechos.
—Los dos sabemos que hay algo más— murmuró sin moverse de estar pegado a mi piel. Su silencio y su pequeña sonrisa dibujada entre mis tetas me hicieron saber a lo que se refería.
—¿Por qué antes cuando me metí así a la cama no me tocaste ni intentaste nada?— Le pregunté sabiendo bien que era eso a lo que él quería responder. Fue muy simple en llevar una mano a mi culo y apretarlo con fuerza.
—Porque te dije que sería el dos de octubre, y así va a ser— me respondió sin retirar sus últimas acciones.
—Tú sabías lo de tu padre, ¿cierto? Por eso pusiste la misma fecha que él— le dije sin miedo alguno, dado que ambos estábamos en la misma cama semi desnudos creo que estaba en mi derecho de quejarme por ello.
—El dos de octubre siempre ha sido una fecha muy señalada en mi familia, no es nada raro que haya podido ser una mera coincidencia— dijo con desinterés sobre el tema—, o quizás yo sepa cosas que tú no y te esté preparando para ello— añadió haciéndome sentir la manera en la que mi corazón se contrajo.
—¿Has leído la profecía?— Le pregunté y él lo único que hizo fue asentir cerrando sus ojos y posando una mano en mi muslo.— ¿Tiene algo que ver con nosotros?— Volví a preguntarle intentando atar cabos, por su mirada supe que no tenía nada que ver con él y conmigo, lo que me preocupaba más.