Hela Malfoy.
Estábamos en una cafetería tomando algo mientras el atardecer nos endulzaba el paisaje, era el momento perfecto y me encontraba con Mattheo, con la persona que tanto deseaba en ese momento.
Mi mirada se alternaba entre el atardecer y el rostro de Mattheo, no podía evitar dejar de mirarlo ni un solo segundo. Era perfecto. A mis ojos lo era. Tanto que incluso dolía.
—¿Te gusta?— Me preguntó señalando con su mirada mi café, asentí poniendo una suave sonrisa mientras lo miraba. Él suspiró sonriendo y yo fruncí el ceño sin quitar mi sonrisa, ladeando mi cabeza un poco haciendo que él vuelva a mirarme.
—¿Qué te pasa?— Le dije con ilusión al ver de nuevo ese brillo en sus ojos que solo salía cuando me miraba a mí.
—Eres perfecta— suspiró negando, volviendo su expresión seria, haciendo que me preocupe—, siento que eres demasiado para mí y no voy a poder estar a la altura— sus palabras abrieron una pequeña herida en mí al ver su inseguridad a mi lado, una pequeña herida que sangraba sin cesar al saber que estaba siendo débil conmigo.
—Me importa una mierda lo preciosa que sea, Mattheo, sé con quién quiero luchar y quiero estar toda mi vida, y sé que quiero que seas tú— al fin pude ser sincera con él, pude decirle todo lo que quería sin ningún miedo. Por su forma de relajar su rostro y su cuerpo supe que le había tranquilizado y no le despierte más miedos.
—¿Eres consciente de que tendríamos que estar hablando con las brujas y no aquí? Tom nos mataría— la manera con la que cambió de tema me hizo gracia, no le gustaba hablar de sus sentimientos, pero a ratos se lo permitía.
—Las brujas solo salen por la noche, no estamos haciendo nada malo— le dije sonriendo, inclinándome hacia él sobre la mesa, logrando que lleve su mirada hacia mi escote.
Tragó en seco en completo silencio, tratando de quitar su mirada y sabiendo que no podía. Respiró algo fuerte y yo le guiñé un ojo divertida, enarcó una ceja y tomé su mano haciéndole una seña para que no dijera nada mientras lo miraba sensualmente.
Dejó que lo guiara hasta el baño mientras yo me aseguraba de que ningún muggle estaba mirando, entramos al baño de las chicas besándonos, estampando nuestras espaldas con cada puerta o pared que se nos cruzaba. Apoyó su mano en una de las paredes, justamente a un lado más por encima de mi cabeza mientras que la otra estaba en mi muslo.
Nos separamos unos segundos respirando de forma agitada, miré hacia los cubículos del baño y lo empujé para que entrara a alguno. Entramos a uno de ellos y él levantó mi vestido mientras yo desataba su cinturón y comenzaba a desabrochar sus botones del pantalón para poderle bajar y agarrar su pene.
Mientras mi mano subía y bajaba por su tronco, sus dedos hacían un trabajo maravilloso en mi sexo. Suspiros y leves gemidos se escuchaban por parte de ambos. Nuestras miradas cruzadas entre sí, con ganas de devorarnos de nuevo, así que exactamente fue lo que hicimos mientras oíamos unos tacones acercarse a nosotros.
—¿Hay alguien ahí?— Una voz que ambos conocíamos nos hizo abrir los ojos de golpe. Era Astoria Greengass, ¿Astoria Greengass en el mundo muggle? Era prácticamente imposible que ella estuviera ahí.
—¿Es ella?— Gesticulé con los labios, Mattheo asintió y llevó una de sus manos a mi boca, impidiendo que hiciera ningún ruido.
Introdujo su miembro dentro de mí y comenzó a moverse contra mí con fuerza haciendo que su mano privara los suaves gemidos que mi boca expulsaba.
Astoria intentó abrir la puerta y Mattheo frunció su ceño mientras llevaba su boca a mi cuello para succionar con fuerza. De nuevo, Astoria golpeó la puerta varias veces y con todavía más fuerza.
—Está ocupado— gruñó Mattheo contra mi cuello, yo abrí mis ojos como platos mientras clavaba mis uñas en los brazos de Mattheo.
—¿Riddle?— Astoria volvió a cuestionar desde el otro lado de la puerta, Mattheo agarró mis piernas y las subió hasta que quedaron enredadas en su cadera y comenzó a darme más fuerte.
Estaba a punto de llegar al orgasmo mientras que Astoria seguía formulando preguntas obvias, yo la ignoré cuando todos mis sentidos se nublaron, excepto el del tacto, y toda la piel de mi cuerpo se tornó más sensible.
—¿Qué coño quieres?— Escupió Mattheo mientras nos besábamos, ella suspiró con fuerza.
—Que salgas— respondió ella apoyando su cuerpo contra la puerta, posiblemente ella y yo estaríamos espalda con espalda sin saberlo.
—Espérame en el callejón de una calle más arriba— la mandó, yo fruncí el ceño apartando su rostro del mío, él asintió para que confiara en él y yo asentí.
Escuchamos a Astoria salir y Mattheo dejó que pasaran unos segundos y salió de mí dejando que cayera poco a poco al suelo apoyando mis pies con mis piernas temblorosas. Mi respiración seguía agitada, más que antes, él estaba igual que yo.
—Ahora con la zorra esa— bufó usando papel para limpiarse, me dio un trozo de papel para que me limpiara. Yo le miré con una lástima falsa haciendo que él bufe de nuevo.
—Tranquilo, Mattheo— le dije intentando no reírme de su rostro, él me miró frunciendo el ceño y me coló entre sus brazos abrazándome con fuerza.
Salimos del baño con sumo cuidado de que nadie nos viera y luego salimos del bar, despidiéndonos de los camareros de manera educada, yo al menos. Fuimos hacia aquel callejón que Mattheo había dicho y yo me quedé fuera dejando que Mattheo entrara solo con ella.
—¿Y bien?— La voz de Mattheo salió dura y sin ningún tipo de emoción, exigente e impaciente. No pude evitar sonreír al saber que conmigo era con la única que usaba un tono suave.
—¿Por qué estás aquí?— Astoria endulzó su tono, oí sus tacones moverse y apreté mi mandíbula al no ver si realmente se había acercado a él o no.
—Eso a ti no te interesa una puta mierda, lárgate— escupió Mattheo con maldad, en ese momento quise salir, y así lo hice, me dejé ver a su lado, apoyando mis manos sobre su hombro, él pasó su brazo por mi cintura y me pegó a su cuerpo.
—¿Y ella?— Me señaló con una expresión de asco, yo me reí en su cara sin disimular ni un poco y ella arrugó todavía más su rostro.
—Mi novia, hemos venido de viaje, ¿qué pasa?— Disimulé a la perfección mi emoción cuando Mattheo me llamó su novia, me aguanté las ganas de comerle a besos y gritar emocionada.
—¿Tu novia?— Tartamudeó perpleja por la noticia, yo sonreí tomando el mentón de Mattheo y acercándolo a mi rostro para besarlo.
Sonreí contra sus labios mientras murmuraba un hechizo dañino contra Astoria, haciendo que caiga de rodillas al suelo y comience a retorcerse. Mattheo me miró frunciendo el ceño, pero con orgullo, una sonrisa mezquina en su rostro.
—A las brujas se las llama con sangre, ¿recuerdas?— Le dije haciendo que él asienta, no quité mi sonrisa en ningún momento y comprendí el buen equipo que hacíamos.