𝐓𝐇𝐄 𝐒𝐎𝐋𝐔𝐓𝐈𝐎𝐍

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Hela Malfoy.

A penas había conseguido dormir más de cinco minutos seguidos, la culpabilidad me revolvía el estómago, la culpabilidad de saber que ahora todo lo que habíamos hecho no servía de nada y que de seguro algo malo acabaría ocurriendo.

Esos recuerdos que habían sido devueltos a mi memoria me hicieron quedarme con un mal sabor de boca acerca de mí misma, me hicieron darme cuenta de que ni los buenos son tan buenos ni los malos son tan malos. Simplemente personas.

—Señorita Salazar, aún tienen un día más de reserva, ¿algo no es de su agrado?— La amable recepcionista me cuestionó aparentemente preocupada por el servicio del hotel.

—Por favor, está todo perfecto, solamente necesitamos volver a casa— dije intentando buscar alguna mentira que se pudiera usar con muggles.— Mi hermana se ha puesto anoche de parto y tenemos que ir hasta el hospital con ella— me inventé haciendo que Mattheo bufe por lo bajo, yo le di un codazo al ver que la recepcionista se lo creyó.

—Entonces enhorabuena por el nuevo miembro de la familia— me sonrió con entusiasmo, realmente era amable aunque eso nunca la libraría de una muerte a manos del mago más temido por todo el mundo mágico. Sentí lástima por ella durante unos segundos en los que ella tecleaba algo manteniendo su sonrisa amable, pensé en el día en el que Voldemort quisiera expandir su imperio y acabara invadiendo el mundo muggle, eliminando toda posibilidad de que más sangre sucias sigan siendo engendrados—, espero que vuelvan pronto— nos dijo con educación. Yo la devolví la sonrisa, sabiendo que Mattheo iba a soltar algún comentario sarcástico.

—En cuanto podamos— dijo Mattheo con algo de sarcasmo poniendo una ligera sonrisa, le empujé para que comenzara a caminar mientras sonreía a la chica que nos había atendido.

—¿Puedes dejar de ser tan sarcástico?— Le pedí en un bufido que salió como un susurro, él me miró con diversión antes de negar.

—¿Segura qué no quieres hablar del tema antes de llegar a Hogwarts?— Me preguntó de nuevo, yo solo resoplé cansada del tema. Volví a negar en silencio.

  —Te he dicho mil veces que no puedes ser así, lo sabes— le reñí evitando el tema anterior, no quería entrar en ese tema dado que era doloroso.

  — Hela— me dijo arrastrando la primera vocal, se paró en seco a unos pocos pasos de nuestro coche.— Tienes que hacerlo— me exigió, yo me quedé mirando a un punto fijo detrás de él.

—¿Ese de ahí no es tu hermano?— Le pregunté, Theo se dio media vuelta para observar a Tom llegar donde nosotros dos nos encontrábamos.

—Cambio de planes, hermanito, Hela tiene la solución a todos nuestros problemas— dijo Mattheo con un humor sorprendente. Tom frunció el ceño y Mattheo se encogió de hombros—, no quiere decir nada sobre eso, había pensado llevarla a un cura para que se lo cuente, pero es secreto de confesión, ya sabes— añadió haciendo que Tom ponga sus ojos en blanco antes de mirarme con seriedad.

—¿Qué ha pasado?— Me preguntó con frialdad, mis manos comenzaron a temblar al recordarlo todo.

Una suave luz iluminando una cueva en la cual no se podía dar más de dos pasos sin sentir la forma en la que tus fuerzas se alejaban, la manera en la que esa cosa se alimentaba de tu magia y acababa siendo condenada a pudrirse en un mar de mercurio para siempre. El mejor lugar que jamás nadie pudo crear, un templo de secretos.

—Hela— de nuevo, escuché mi nombre venir de ese mar plateado—, ayúdame, Hela— me rogó otra vez.

Salí de esa especie de trance en el que había entrado sin darme cuenta y culpé al mercurio que caía del techo de mi locura momentánea. Miré a mi alrededor y vi algo brillante a unos pocos metros de mí, fruncí el ceño y bufé.

—Cógelo y llévalo ante los ojos del sabio— me mandó de nuevo esa voz censurada por el Ministerio desde hacía años.

—¿Quién es el sabio?— Pregunté al unísono, mirando hacia mi alrededor mientras caminaba hacia ese objeto. Temerosa lo observé con algo más de fijación viendo unas pequeñas luces blancas que me dejaron ver algo dentro de mí.

  Fue como si mi mente se expandiera hacia zonas que incluso yo misma creía desconocidas y vi algo dentro de mí, vi una negrura que me hizo sentir un fuerte escalofrío, una sensación rara que ocasionó un aumento de estrés en la situación.

—Pronto lo sabrás— murmuró y de repente todo se tornó negro para mí.

  Una tremenda angustia momentánea que tan solo se prolongó unos pocos segundos antes de sentir la manera en la que mis pulmones se iban deshaciendo poco a poco y los pequeños pedazos se repartían por mi cuerpo, cortando mis venas y dejando que la sangre se desbordara. Fue la peor experiencia de mi vida con diferencia.

  Hubo un pequeño instante en el cual todos mis sentidos volvieron en sí, sintiendo mis pulmones rehacerse y mis venas uniéndose de nuevo. Todo eso ocurrió unos pequeños segundos antes de que mi vista se nublara de nuevo y no viera nada.

Y de repente, me quedé sin memoria.

Pestañeé un par de veces al sentir unas manos agitándome para que volviera en sí, fruncí el ceño y negué con la cabeza. Tom me miró pensativo antes de asentir y subirse al coche sin decir nada.

—Le has jodido las vacaciones— me susurró Mattheo haciendo que yo me ría por la expresión de pocos amigos que lucía Tom.

—Eso no es importante, ¿o sí?— Jugueteé con mis manos sobre su pecho, él torció su cuello y miró hacia los lados antes de agarrarme el culo con fuerza y acercarse a mi oído.

  —Reza para que mi hermano no se duerma en el trayecto— me susurró haciendo que sienta una nueva sensación de excitación recorriendo mi cuerpo por completo.

  Me soltó y yo tan solo lo miré seductora antes de hacerle a un lado y caminar hacia el coche, escuché un leve suspiro por detrás de mí proveniente de Mattheo y sonreí victoriosa. Sabía que Tom me estaba mirando por lo que guiñé un ojo y supe que él me había visto dado que al subirme al coche me dio dos leves palmadas en el hombro.

  Mattheo estaba acabando de fumarse un cigarro cuando Tom se echó hacia delante para poder hablarme, miré de reojo hacia él girando mi rostro para que él pudiera ver mi perfecto perfil.

  —Le tienes loco— me murmuró mirándolo, yo giré mi rostro de nuevo hacia el frente y suspiré.

  —Eso es lo que me preocupa, que acabe enloqueciendo por mi culpa— exhalé sin darle la suficiente importancia como para permitir que Tom lo oyera, más sabiendo lo estricto que era Voldemort con permitir que sus hijos se enamorasen.

𝐄𝐔𝐏𝐇𝐎𝐑𝐈𝐀- 𝐌𝐀𝐓𝐓𝐇𝐄𝐎 𝐑𝐈𝐃𝐃𝐋𝐄.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora