𝐊𝐄𝐄𝐏 𝐂𝐀𝐋𝐌

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Hela Malfoy.

Las hermosas vistas del mundo muggle se acabaron cuando llegamos de nuevo al horrendo despacho de Severus Snape. Arrugué mi rostro con disgusto al sentir el olor desagradable de alguna poción que el profesor Snape estaría haciendo.

—Tenéis que ir con cuidado, a Dumbledore no le ha sentado del todo bien la ausencia de tres alumnos, y encima de la misma casa— nos dijo Severus, yo miré a Mattheo inconscientemente buscando que dijera él algo para librarme de abrir la boca ante Snape.

Ninguno de los dos hermanos Riddle dijo nada, tan solo se dieron media vuelta y se marcharon, yo tardé unos pocos segundos en reaccionar e ir con ellos dos.

—¿Creéis qué nos digan algo?— Murmuré con suma tranquilidad mientras dejaba que Mattheo tomara mi mano mientras caminábamos.

—No creo, Dumbledore no hace nada desde el año pasado, se ha encerrado en su despacho y no ha dejado que nadie volviera a verlo— murmuró Tom sin si quiera mirarme.

—Id a buscar a mi hermano y al resto, tengo que ir a hablar con Dumbledore— dije comenzando a caminar, dejándolos solos detrás de mí. Oí que me decían algo pero los ignoré por completo sabiendo que me iban a poner reproches.

Mis pasos cada vez se aceleraban más en función que mi sentido auditivo captaba los pasos de alguien detrás de mí, siguiéndome. Miré para atrás y no vi a absolutamente nadie, fruncí el ceño frenándome en seco y girándome para buscar alguna sombra o algún signo de que esa persona se había escondido, pero no encontré nada. Retrocedí algunos pasos pero no logré ver a nadie, suspiré poniendo en duda mi cordura y seguí caminando.

—Hela— mi nombre resonó como una suave brisa de aire que pasaba por mi lado, me revolví entera al sentir un escalofrío y bufé.

Reconocí esa voz, reconocí que era la misma que me habló aquel día en aquella cueva. Tragué en seco y cerré mis ojos con fuerza buscando un ápice de cordura en ese momento para olvidar eso durante unos segundos hasta al menos volver con el resto.

—¿Sí?— Murmuré con mis ojos aún cerrados sin querer afrontarme a la situación real que estaba viviendo. Bufé al notar algo tocando mi espalda, me vino una fuerte ventilada haciendo que me tabalease hacia atrás y por poco me caiga.

—La profecía...— eso fue lo último que escuché antes de caer desplomada sobre el suelo.

[...]

Una fuerte luz hizo que achinara mis ojos y parpadease unas cuantas veces antes de poder abrirlos con normalidad, aún viendo borroso. Miré a mi alrededor y vi a mi hermano y Mattheo. Ambos tenían una expresión seria en sus rostros, yo tragué en seco sin tener fuerzas casi ni para hablar.

—¿Qué ha pasado, Hela?— La voz de mi hermano sonó seria y calculadora, bufé colocándome en la camilla y negué con la cabeza sabiendo bien que por mucho que le dijera que fue un simple desmayo no me iba a creer.

—Nada— suspiré y Mattheo enarcó una ceja mirándome de manera acusadora, yo fruncí el ceño confusa por su manera de mirarme.

—La profecía— murmuró Mattheo todavía con su mirada puesta en mí, abrí mis ojos como platos al darme cuenta de que era exactamente lo último que oí antes de desmayarme.— Me lo dijiste cuando estabas inconsciente y te cogí en brazos— me dijo dándome una buena razón para abrir los ojos y ver que él se preocupaba por mí de verdad.

  Siendo sinceros, a Mattheo todo el tema de la profecía no le incumbía para nada ni mucho menos le iba a afectar si algo no salía según lo previsto, pero de todas maneras él seguía protegiéndome y estaba dispuesto a ayudarme a encontrarla.

  —No es nada, solamente dejarlo tal y como está, ha sido una situación de estrés que me ha podido— dije intentando sonar lo suficientemente convincente como para que, al menos, mi hermano lo dejara pasar y no hiciera más preguntas.

  Caí en cuenta de que Mattheo no era tonto y él era consciente en cierto modo que la bruja me había hecho ver cosas que creía olvidadas para mí, al menos lo estuvieron hasta anoche. Supe que él no dejaría las cosas tal y como estaban, pero que tampoco me iba a presionar a responderle, no si no quería hacerlo.

  —Será mejor que te dejemos descansar un rato— murmuró mi hermano algo dudoso sobre si era buena idea dejarme sola, yo asentí con rapidez pero sin mucha intensidad.

El dolor de mi cabeza me hacía querer perder el conocimiento en cualquier momento, me venía bien si era cuanto antes. La luz me quemaba los ojos y me revolvía el estómago, quise vomitar e intentar sentirme mejor cuanto antes para poder volver a todo lo que tenía que hacer, porque no era poco.

  Tan solo sabía cerrar mis ojos e intentar que la luz no me molestara de más para que no aumentaran esas punzadas en mi cabeza que tanto me estaban molestando. No quería ni si quiera mover ni un solo dedo debido a que cada movimiento me revolvía más el estómago, y no estaba en momento como para vomitar, y menos con mis guardaespaldas delante.

  Entendía que se preocuparan de mí, pero a veces era demasiado excesivo, aunque siempre estaba muy agradecida a ellos por tenerles ahí siempre que lo he necesitado, y algunos hasta me sorprende que estén aquí conmigo.

Tenía bien claro que en cuanto me dejaran irme de aquí iba a ir directamente hacia la recámara del Ministerio para descifrar lo que habíamos visto Mattheo y yo e intentar hacer algo con ello, o al menos poder cerrar los ojos con más tranquilidad.

𝐄𝐔𝐏𝐇𝐎𝐑𝐈𝐀- 𝐌𝐀𝐓𝐓𝐇𝐄𝐎 𝐑𝐈𝐃𝐃𝐋𝐄.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora