6. Amigos.

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Pov ____.

El gran edificio de la catedral se alzaba frente mía imponentemente. Cuando pude regular mi respiración, me adentré en el lugar con mis extremidades algo temblorosas, con la esperanza de encontrarme con Bárbara.

Desde que estuve herida por la fuerte agresión no me había vuelto a acercar a la catedral, pero hoy, por algún motivo, me sentí con la suficiente fuerza como para entablar conversación con la rubia y hacerle caso a Venti. No podía dejar que aquellas personas que no me consideraban un desperdicio de la naturaleza se fuesen y me dejaran sola.

-Disculpa. ¿Sabe dónde se encuentra Bárbara?-La joven monja se giró en mi dirección, y, al reconocerme, me miró con algo de desprecio.

-¿Por qué quieres saber dónde está Bárbara? ¿A caso quieres hacer algo malo con ella? Ella se ha preocupado y ha cuidado muy bien de ti, no merece que una asesina como tú vaya a buscarla. Piérdete antes de que te reporte a los Caballeros de Favonious.-No pude añadir nada más debido a la forma en la que me observaba. Esperaba a que me fuera sin decir una palabra más, y así lo hice.

Con las ganas de buscar a la rubia por los suelos, comencé a bajar las escaleras de la ciudad hacia mi casa. No sé cómo pude creer que sería tan fácil tener algo de compañía. Era obvio que algo del estilo tenía que pasar. Algunas lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, decepcionada y cansada de estar sola.

Venti había desaparecido después de nuestra última charla, aunque no sin antes despedirse con una nota donde ponía que estaría un tiempo fuera para buscar a Elvira, pero que procuraría no tardar. En el fondo, me daba miedo que volviese, que tuviese noticias sobre mi hermana y que, la próxima en irse de viaje hasta la nación del hielo fuese yo.

Mientras bajaba las escaleras, totalmente renegada de la realidad, me choqué con alguien y me caí hacia atrás por la falta de equilibrio. Algunas heridas que no habían terminado de sanar dolieron intensamente, y no pude reprimir el quejido.

-Disculpa. Iba muy rápido, permiteme ayudarte.-Una voz conocida llamó mi atención, y cuando levanté la vista vi a Eula. Ella era una de las que, desde el principio, intentó ayudarme al comprender mi situación. Parece que algunos aldeanos también la rechazan por ser de la misma sangre que la familia que reinaba en Monsdadt hace décadas.

-No, no hace falta.-Susurré, e intenté levantarme. Por mala suerte, una de las heridas de mi pierna derecha se había abierto lo suficiente como para empezar a sangrar, y la peliazul se dio cuenta. Me sujetó por la espalda baja y subió de nuevo las escaleras conmigo hasta la catedral sin decir ni una palabra.

-Llama a Bárbara.-Una de las mojas obedeció y se fue a buscar a la rubia.-Siéntate aquí. La herida está sangrando mucho.

-No hace falta que te preocupes.-Volví a susurrar, sin si quiera mirarle a la cara.

-Me he enterado sobre lo de la paliza. No es algo de lo que no debería preocuparme.

-No nos conocemos.

-Aquí todos te conocen.-Ahora sí, la miré fijamente.

-No es a eso a lo que me refería.

-Lo sé.-Sonrió levemente.-Pero hemos hablado alguna que otra vez.-La observé algo confundida. No comprendía cómo podía confiar tan rápido en mi. Acabé dejándome llevar por la sensación de comodidad que la peliazul me otorgaba y dejé de rechistar.

-Buenos días, Eula. Me han dicho que solicitas mi ayuda. ¿Es sobre algún encargo de los caballeros?-La mayor solo señaló en mi dirección, haciendo que Bárbara se sorprendiera por verme de nuevo en una de sus camillas.-¿Te encuentras bien?-Me observó de pies a cabeza hasta encontrar la herida, y se puso a trabajar con ella enseguida. Ni siquiera me dio tiempo de explicarme.

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