19. Nuestro Hogar.

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Bostezaba entre las suaves sábanas de mi cama, mientras algunos rayos de sol golpeaban mis ojos con esmero. No parecían querer dejarme dormir.

-¡____!-Un fuerte grito me hizo abrir los ojos y sentarme en la cama, observando como el bardo venía corriendo hacia el cuarto con una sonrisa.-Se me acaba de ocurrir una idea genial.-Le miré con curiosidad y él ensanchó su sonrisa, volviendo por donde había venido.-¡Vístete, vamos a salir!-Dijo, dejándome sola para arreglarme.

Minutos después me encontraba en la puerta esperándolo. Había ido quién sabe dónde y ahora no aparecía por ningún lado.

-¿Lista?-Se asomó por la puerta principal y le miré con reproche, pero no me dio la oportunidad de quejarme puesto que me arrastró del brazo hacia el exterior.-He hablado con una persona que, afortunadamente, se acaba de mudar, lo que significa que la casa donde él vivía está deshabitada y, además, con buen precio, puesto que soy un gran amigo suyo.-Dijo, con empalagamiento en sus palabras.-Y, oportunamente, tu casa está hecha un desastre. La puerta sigue pintarrajeada, junto a los cristales y paredes que la envuelven. Además de que es pequeña, y vivir dos personas en un sitio así es incómodo...

-Ya se hacia donde apunta la conversación...-Suspiré, y él sonrió.

-Siempre puedo decirle al dueño de la casa que no la queremos, pero me gustaría que le des una oportunidad.-Dijo, con algo más de calma.-Acabas de superar una gran etapa en tu vida y, el lugar en el que vives dice mucho de ese momento. Me gustaría que tengas más un hogar, donde te sientas cómoda, y no donde siempre que abras la puerta veas los rayajos que la gente te dedicó en su momento.-Al ver sus verdaderas intenciones, sonreí calmada.

-Claro. Supongo que podemos ver la casa de la que hablas.

Nos dirigimos a una calle un poco más cerca de la principal, que era más transcurrida y donde los comercios quedaban mucho más cerca. La entrada era no mucho más grande que las demás, tenía dos pisos y era típica de la ciudad. Nada que destaque, pero tampoco que se quede en el olvido, como el lugar en el que he vivido estos años.

El desconocido nos enseñó la casa, sus pequeños defectos insignificantes y sus reparaciones hechas por él mismo. Así pasamos la mañana entera, decidiendo qué hacer.

-No es mal sitio. Me gusta.-Le dije al bardo en cuanto Sara nos tendió la comida. Acabábamos de salir del hogar para tomarnos un descanso y pensar en una respuesta.

-¿Sí?-Asenti.

-Pero no tengo tanto dinero. Llevo poco tiempo trabajando como caballera.

-No te preocupes por eso. Yo la pagaré.-Fruncí el ceño.

-Pero es mucho dinero... No quiero que te lo gastes en un sitio que voy a usar más yo que tú.-Y era verdad, la mayoría del tiempo Venti prefería estar fuera puesto que se aburría muy rápido en un sitio cerrado como lo podía ser una casa.

-Ya has estado mucho tiempo manteniendome, ahora me toca a mí.-Parecía convencido con la idea. Igualmente, intenté regatear.

-Pagaré la mitad. Cuando tenga el dinero.

-Un cuarto.-Sonreí ante su terquedad.

-Está bien, un cuarto del coste...

Comimos tranquilamente y al estar satisfechos nos dirigimos de nuevo al edificio, donde el dueño nos esperaba con impaciencia. Se le veía ansioso por vender la casa.

Hablamos con él sobre algunos términos importantes y acabamos aceptando, recibiendo una sonrisa por su parte.

-Un placer hacer negocios. Mandaré el servicio de mudanzas para que se lleve los muebles que no os gusten.

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