24. Impulsos.

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-¿Creías que te había matado?-Una risa, que hizo que mi piel se erizara, sonó por la oscura estancia.-Ya te lo he dicho, ____. Siempre logras burlar la muerte. Esta vez no ha sido una excepción.-Dijo la aguda voz, con algo de molestia en su tono.

-¿Por qué...?-Susurré con la voz áspera. A pesar de que ella diga que no me había matado, sentía sangre salirse de mi cuerpo con lentitud a través de las múltiples heridas que me había ocasionado. Aún así, nunca acababa desmayandome.- ¿Por qué...-Me intenté recomponer del suelo, quedándome de rodillas frente a ella.-...siempre logras hundirme? ¿Por qué siempre estás detrás mía, molestándome, arrebatándome todo ápice de felicidad que pueda alcanzar?-Ella pareció ofenderse.

-¿Yo? ¿Detrás tuya?-Se agachó para quedarse a mi altura, observandome a través de la oscuridad con malicia.-¿No eres tú, acaso, la que siempre está pensando en mí? ¿La que no puede superarme y siempre encuentra motivos para incluso soñar conmigo?

-Fuiste tú quien arruinó todo. Tú destrozaste nuestra familia.-Suspiró y se levantó de nuevo.

-Te equivocas. Yo no fui.-Dijo con simpleza.-El destino se encargó de eso. Yo solo me digné a hacer lo que la vida me decía qe hiciese. Impulsos, los llaman algunos.-La miré con incredulidad.

-¿Crees que los impulsos no salen de ti, sino que son algo que la vida te ha dado para que cometas aquella atrocidad?

-Sí. Y no es que lo crea, es que es así. Yo no tenía ningún motivo real para matarlos. Solo... Un día me levanté con la sensación de que debía hacerlo.-Lágrimas comenzaron a nublar mi vista, con la rabia y la desesperación acumulándose en mi interior.

-¿Cómo puedes hablar así? ¿Cómo eres capaz de decir algo como eso?-Golpeé mi cabeza contra el húmedo suelo tratando de comprender la situación, mientras sollozaba y arañaba la dura piedra.

-Oh. No pretendía hacerte llorar.-Suspiró.-He de decir que, tras tantos años dentro de los Fatui, no me aporta nada que sueltes esas lágrimas. Solo me molesta, de hecho.-De repente, mis ojos se secaron junto a mis mejillas, y el lugar en el que nos encontrábamos cambió.

Cuando levanté mi vista vi que nos encontrábamos en casa. En nuestro hogar de antaño.

Ganas de llorar aún más me entraron, pero algo me lo impedía.

-No llores.-Dijo.

Fue entonces cuando comprendí que yo no era quien controlaba el sueño. Elvira estaba al mando. Ya sea la Elvira real, o la de dentro de mi sueño, nunca me dejará hacer lo que yo quiera. Gruñé ante la impotencia de que la fatui controlara hasta mis propios sueños.

-¡____, cuanto tiempo!-Mi hermano apareció en el salón con un par de juguetes entre sus manos.-¿Por qué no me has avisado de que te ibas? ¡Te he echado de menos!-Me abrazó- Sin ti, jugar es más aburrido...-La voz se me estancó y no pude evitar mirar con horror al niño que se posaba a mi lado, feliz. Elvira notó eso y carcajeó aún más.

-Oh, ____, parece que nuestro hermanito te ha echado mucho de menos...-Susurró la mujer, que observaba la escena con fingida consternación.-Vamos, ¿por qué no le devuelves el abrazo? ¿Acaso no le has echado de menos tú también?-Mis manos comenzaron a temblar en cuanto observé al niño mirarme, reclamándome un abrazo de vuelta.

Lágrimas que nublaron mi vista por completo comenzaron a salir descontroladamente, haciendome sollozar ante el acumulo de sentimientos contradictorios.

Acabé rindiendome ante las ansias de volverlo a tener a mi lado y envolví su pequeño cuerpo con mis brazos. Pude notar la diferencia de tamaño sobre la última vez que lo abracé. Ahora yo era más mayor, y él en cambio, seguía dolorosamente igual.

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