10. Inseguridad.

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Sentí un fuerte dolor de espalda nada más despertarme. El haber dormido en el sillón del salón me salió caro, y conseguir levantarme fue difícil.

Según el cutre reloj de mi casa eran las cuatro de la tarde, y el sonido de los comerciantes y de los niños jugando en la ciudad me lo confirmaba. Tenía hambre y parecía que Venti se habíadespertado, ya que no se encontraba en el sofá.

Lo busqué por toda la casa hasta que me rendí. Decidí hacer algo para comer en lo que esperaba a que llegara de donde sea que esté. No me preocupaba su paradero ya que de normal suele desaparecer de la misma manera. Él tiene una vida a parte de la que comparte conmigo y me gusta respetarlo, así que no trato de ser pesada.

De todas formas, cuando asomé la cabeza por la ventana y vi a un chico de trajes verdes compartir comida con una chica que desconocía, se me revolvió el estómago. La comida, que estaba casi preparada, no servía de nada si él no iba a venir para comerla y, por lo que veo, ya estaba bastante feliz con la chica en la plaza.

Apagué la hornilla y me senté en el sofá a esperar a que llegara, aunque no podía evitar asomarme por el ventanal para ver cómo se desarrollaba la relación entre ellos dos. Parecían cercanos, reían y sonreían demasiado. Venti no suele ser tan alegre cuando está conmigo. Me sorprendió cuando, en un momento de la tarde, sacó su lira y tocó algo.

Volví a mi asiento asqueada. Me sentía una acosadora por estar vigilando al arconte desde mi ventana, y no quería seguir haciéndolo, aunque las dudas comenzaran a asomarse por mis pensamientos.

Tal vez Venti estaba conmigo por obligación. Tal vez sienta la necesidad de ayudarme puesto que en el pasado no lo hizo, y no porque realmente me tenga aprecio. Si eso es verdad, me sentiría fatal el hecho de estar reteniendolo aquí cuando él realmente quiere vivir su vida de siempre antes de concerme. Tal vez he sido demasiado pesada con mis sentimientos y he acabado metiendo al bardo en asuntos que no le interesaban realmente.

Las dudas e inseguridades comenzaron a crear un agudo dolor de cabeza que no podía soportar. Me tumbé en el sillón y cerré los ojos a punto de las lágrimas.

No entendía por qué todas esas preguntas florecían de repente, pero me dolía el pecho como si dagas afiladas se clavaran en él.

El sonido de la puerta principal abrirse me alertó, y traté de disipar cualquier rastro de lágrimas que pudiesen haber quedado en mis mejillas y lagrimales. Me hice la dormida para no tener que enfrentarme al bardo con el cúmulo de sentimientos en los que me acababa de sumergir.

-Oh, perdón por desaparecer.-Susurró al verme dormida y me tapó con su capa. Escuché sus pasos dirigirse a la cocina y empezó a cocinar algo. Supongo que iba a continuar lo que dejé a medias.

El olor de su capa inundó mis fosas nasales. Si tuviese que decir una flor que lo caracterizara, señalaría a las cecilias sin dudarlo. Todo lo relacionado al bardo poseía el olor de esa blanquecina flor, lo que consiguió aliviar mi corazón latente y mis pensamientos exhaustos hasta caer dormida en un profundo sueño.

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-____, la cena está lista.-Una pequeña sacudida de hombros hizo que mis ojos se abriesen, encontrándome al bardo observandome con una pequeña sonrisa.

Eso me recordó a las continuas carcajadas que salían de sus labios mientras hablaba con la chica de la plaza, y no pude evitar volver a sentirme algo insegura.

-Buenas noches, dormilona.-Me ayudó a levantarme y, aún con su capa en mis hombros, me condujo hasta la cocina, donde una apetitosa cena estaba servida.-No has comido nada aún, ¿verdad?-Lo pensé por un momento. Hay veces que cosas preguntas tan simples como esas se escapan de mí conocimiento.

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