37 | Quédate conmigo

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—¿Y bien? ¿Vas a enseñarme otro truco de magia?

—No luces impresionado.

Naruto levanta una ceja.

Oh, pero claro que lo está.

Los bordes rojos que tiene en ambos ojos, de hecho, es prueba de que, además de sentirse sumamente impresionado por lo que acaba de pasar, sigue siendo un hombre bastante emocional. 

Y con emocional se refiere a que es fácil hacerlo llorar aunque su apariencia indique no. Es el heredero al trono después de todo; lo que uno se espera cuando alguien porta el título de Rey o de ser el siguiente en la línea de sucesión es que se trate de un hombre con semblante duro y casi inexpresivo, que sepa lidiar con los problemas de su reino sin sentir que quiere llorar a cada rato cuando escucha las penurias que vive día con día su propia gente.

Minato, por ejemplo, ha sido un Rey excepcional en toda la regla. Si bien el antiguo Rey Jiraiya desempeñó su mandato también de forma íntegra, la sensibilidad que siempre demostró Minato hacia su gente fue lo que terminó por hacer que se ganara el corazón de su pueblo. Estricto cuando debe serlo, pero nunca olvida de dónde viene, aunque ese origen, para Naruto, haya sido un secreto durante tantos años y apenas hace poco tiempo haya sido consciente de él.

Él heredó esa sensibilidad de su padre y también de su madre.

El ser emocional.

Sakura también es así; ambos heredaron el corazón bondadoso de sus padres por lo que es fácil conmoverlos cuando algo toca la fibra más sensible en su interior.

—Cierra los ojos.

Eso fue exactamente lo que Itachi le pidió minutos antes, dejando transcurrir algunos segundos primero con un poco de desconfianza, antes de acceder.

Si Itachi deseara matarlo, ya lo habría hecho desde hace rato. No habría necesidad de pedirle que cerrara los ojos solo para sentirse más misericordioso hasta que, en la insistencia de pedirle que le comprobara que en realidad se trataba del verdadero Itachi Uchiha y no de un impostor, la sorpresa se reflejó en el rostro del más joven cuando el azabache colocó una mano sobre el lado izquierdo de su cabeza, activando o despertándole un recuerdo que el propio Naruto quizá ni siquiera sabía que tenía.

—¿Cómo lo-...?

—Es mi don. Así como algunos contados hombres-lobo poseen uno, este es el mío.

Su don.

El de transferirle ese momento de felicidad al meterse en su mente y hurgar dentro de un baúl de recuerdos que no había sido explorado por él jamás. 

Naruto iba a ser incapaz de encontrar ese recuerdo por sí solo porque ni siquiera era consciente de que lo estaba sucediendo el día en el que dejó ver el verdadero color de sus ojos, tan azules como los de su padre, mientras su madre lo sostenía en brazos siendo apenas un bebé de apenas unas cuantas semanas de nacido.

La mayoría de la gente dice que es imposible tener recuerdos de esa edad, pero en realidad se refieren a que es imposible recordarlos a pesar de que están ahí.

A Itachi, por otro lado, le ha tomado sólo dos segundos penetrar profundo en su mente y mostrárselo, siendo esa una prueba más que fidedigna a cerca de que no solo es quien dice ser, sino que también es un hombre-lobo que ha sido bendecido con un don.

Al principio Naruto se asusta un poco porque no sabe cómo reaccionar a la escena que está viviendo, pero de un momento a otro hay agua corriendo por sus mejillas. Las caricias que su madre le da a su pequeña versión se sienten tan reales en su yo actual que sus emociones simplemente se desbordan. El amor con el que lo ve su padre también baña la escena de una profunda melancolía y anhelo de tenerlos ahí a ambos a pesar de que sabe que no es posible.

Sin apariencias 【SasuSaku】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora