Capítulo Veintiocho

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-¿Qué pasa, Li? -cuestionó el mayor con genuina preocupación.

-¿Por qué lo preguntas? Está todo bien... -mintió con la voz levemente temblorosa, claramente era el peor mentiroso del mundo.

-No, no estás bien. ¿No quieres ir a tu casa?  

Preguntó, aún más, preocupado que anteriormente. No quería ver triste al chico de sus sueños, y si para hacerlo sonreír, tenía que irse hasta lo más profundo de la tierra o a la galaxia más lejana, lo haría sin dudas.

-Es sólo que... -al ver aquellos ojos clavados en los suyos, no pudo evitar que la verdad saliera a la luz-. Es triste volver a una casa vacía. Mi madre está de viaje y mi padrastro trabaja en las guardias del hospital, así que no está más que unas seis horas por la mañana mientras estoy en la escuela... Hoy vendría Scott a cenar, pero tenía una cita, así que le dije que no se preocupara por mí, Mason y Corey salieron juntos al cine así que estoy solo... No tengo una hermana o hermano como para no sentirme solo todo el tiempo... 

Vomitó las palabras sin despegar la vista de los orbes grises del contrario, ni siquiera notó cuando comenzó a dejar escapar las lágrimas de sus ojos hasta que sintió como unos brazos fuertes lo rodeaban con ternura. Y por primera vez, en mucho tiempo, se permitió llorar en el hombro de alguien. Ambos se quedaron así unos minutos, Liam lloraba abrazado a Theo, mientras que el mayor lo acunaba en su pecho, con una mano acariciaba los cabellos dorados del chico y con la otra su espalda. Cuando el menor se calmó un poco, el castaño lo separó un poco de su cuerpo para poder limpiarle las lágrimas con sus manos, acunó el rostro de Dunbar con ternura, estaba tan inmerso en guardar en su mente cada detalle del rostro contrario que no había notado la cercanía que tenían el uno del otro.

-Tengo una idea desquiciada, ¿Me sigues? -preguntó Raeken con una pequeña sonrisa cómplice.

-¿A dónde quieres ir? -cuestionó el chico a modo de broma, acercándose unos pocos milímetros al chico junto a él.

-Al infierno. ¿Quieres venir? -la vos de Theo salía en un susurro dulce, su aliento a menta chocaba directamente con las fosas nasales del copiloto. 

-Tú debes volver a tu casa... -recordó el menor con tristeza.

-Ni muerto, siguen los amigos de mi hermana y no quiero estar ahí, además, un chico lindo necesita un príncipe que los rescate, y hoy, seré tu príncipe -aseguró el ojigris.

-¿Crees que soy lindo? -indagó el menor con las mejillas rosadas de la pena que le había dado aquel comentario.

-Primero lo primero. ¿Vienes? -volvió a preguntar el más alto que, a su vez, había comenzado a hacerle pequeñas caricias al rostro ajeno con ternura.

-Te dije que te seguiría a dónde sea -contestó el rubio con seguridad mirando al dueño de los ojos grises con alegría, la luz había vuelto al rostro de Liam, y aquello era una victoria para el Raeken.

-Perfecto, lo otro te lo contestaré luego.

Depositó un suave beso en la frente del más bajo, cargado de todo el amor que le tenía en secreto para luego agarrar su teléfono y marcar el número de su hermana. Se colocó el aparato en el oído con una amplia sonrisa.

-Hola hermanita, escucha... No, no le pasó nada a tu auto... No, a él tampoco... Sí, estamos vivos, ¿Puedo hablar o me seguirás interrumpiendo?... Bien, mira, un chico muy lindo que estaba en tu auto necesita a un príncipe hoy que lo rescate de cenar solo, así que tu auto y yo llegaremos tarde... Sí, hablo de Liam... ¿Qué?... ¡No le diré eso! No seas grosera... No, no te pondré en altavoz... Esas cosas no son aptas para decírselas a tu hermanito menor, ¿Sabías?... Bien, se lo diré, espera -alejó levemente el teléfono de su oído para mirar a Liam con una sonrisa y un pequeño rubor en las mejillas que pronto le contagiaría al menor-. Tara dice que eres grandioso por lograr que no me quede encerrado un viernes en casa, y que estás autorizado a golpearme si me paso contigo... -volvió a acercar el celular a su oído- ¿Listo?... Sí... Cuidaré tu auto... está bien, mañana paso a buscarla por el mecánico... Adiós Tara... No, eso no se lo diré... Voy a colgar, adiós -rápidamente cortó la llamada, apenado por lo que le había dicho su hermana-. Dime que no oíste lo último que dijo.

-No, no lo oí -contestó con una amplia sonrisa-. ¿Qué dijo?

-Nada que debas saber... -murmuró el chico apenado comenzando a conducir nuevamente.

-¿A dónde vamos? -preguntó el rubio con curiosidad.

-Al infierno, Liam -sentenció el castaño con una amplia sonrisa en su rostro.

Un Juego De Niños // THIAMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora