Capítulo 10: El precio de pertenecer

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Capítulo 10

El precio de pertenecer


ALESHA

El paisaje que veía a través de su ventana era uno que podía reproducir en su memoria con los ojos cerrados: casas grandes de dos pisos que se iban haciendo cada vez más inmensas para convertirse en mansiones de diferentes colores y diseños, alineadas por calles que se hacían más anchas y menos concurridas. La mansión Van Darte se encontraba en la última calle de una de las zonas más antiguas para gente de clase alta, la mayoría de origen no humano. La casa había estado aquí desde hace cientos de años, y era de las pocas propiedades de la familia que mostraba la gloria de lo que su familia una vez fue. Alta, intimidante, pudiente, honrada. En contraste a los restos de un linaje roto y resentido que se quebraba con el tiempo.

El lugar del cual tanto quería escapar, e iba ahora a entrar a realizar un acto suicida. Acarició la cabeza de Markus que reposaba en sus piernas, el auto dio una última vuelta a la derecha y ahí estaba, la mansión.

Las grandes rejas negras la saludaron, tragó duro al ver todo el lugar, la arquitectura gótica de la cuál había memorizado sus patrones no era nueva para ella, mas esta vez se sentía diferente, desde el momento que pisara ese lugar, se convertiría en una traidora. Vio la puerta principal abrirse y de ella salió Marta, una de las señoras de servicio. Alesha abrió la puerta y Markus voló fuera del carro.

—Señorita Alesha —Marta la saludó con una sonrisa que la magoi respondió—, un placer tenerla de vuelta. Y a ti también —acarició con un dedo la cabeza de Markus que respondió con un aleteo suave de sus alas—. Su cuarto está preparado, señorita —el acento andaluz no se le había quitado a pesar de los años trabajando en Madrid y seguía usando el mismo recogido perfecto donde ningún cabello gris se movía.

—También me alegra verte —Marta sacó la jaula del asiento trasero y caminó hasta el maletero.

—Ya anuncié su llegada, sus padres esperan en la sala principal. Hay visitas.

—Por supuesto que hay —farfulló. Su casa se había convertido en el centro de reunión de su familia ubicada en Europa, a veces se quedaban por años enteros. No lo soportaba.

Entró a la mansión, olía a madera y especias de la comida que debían estar preparando para la hora del almuerzo, la entrada tenía dos escaleras en los laterales que se dirigían a nuevos pasillos, y justo en el medio de estas había un arco hacia más habitaciones, entre esos, el que llevaba a la sala principal. No había nadie afuera, por lo que todos debían estar en reunión, Markus voló por el lugar y la siguió tras el pasillo, tocó la puerta de madera oscura, podía escuchar voces detrás que se detuvieron después de su toque.

—Pase —la voz de su padre salió amortiguada tras la puerta. Alesha inhaló profundamente, Markus se posó en su hombro y el peso familiar calmó un poco sus nervios. Solo un poco.

La sala principal era igual de grande que un salón de clases de la academia, con varios sillones en distintas zonas y estanterías empotradas en la pared, su padre estaba sentado en el medio de un sillón alargado que siempre usaba para las reuniones, su madre a su lado. Varios familiares ocupaban los asientos alrededor, pero la cara que más le sorprendió fue la de Viktor, su hermano.

—Hola —saludó, intentando ver a las quince personas presentes.

—¿Qué haces tan temprano en Madrid? —saludó su madre, los ojos azules la miraban fríos e inmutables.

—Necesitaba buscar información para un examen con los libros de pociones en la biblioteca —mintió—. Lo mencioné en mi mensaje.

—Claro —le respondió. El resto de presentes en la sala no saludó. Vestían de negro, algunos con armas visibles listos para atacar.

Zemblania: Máscara de seda y secretos [LIBRO #1 - LGBT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora