I. Tranquilo, todo estará bien

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Todo pasó muy rápido.

En un momento éramos mi mamá, mi papá, mis otros dos hermanos y yo. Viviendo en nuestra casa, en nuestro territorio, con nuestra manada, con un Alfa increíble que se preocupaba por todos nosotros y tres brujos que nos protegían de todo lo demás ajeno a nosotros. De los humanos. De los cazadores.

En un momento éramos felices, disfrutando de una noche de luna llena, superando mi segunda transformación junto a mi Alfa y mi familia.

En un momento, lo tenía todo. Al otro, estaba medio inconsciente, sintiendo cómo mis huesos se reparaban a sí mismos mientras alguien caminaba conmigo en sus brazos.

El humo me hacía picar la nariz, el olor a sangre me revolvía el estómago. Y las personas que estaban cerca mío eran extraños.

-Tranquilo -susurró una voz amigable -. Estarás bien.

Quise mirar a mi alrededor, pero él no me lo permitió. No me dejó ver lo que había pasado ni ver de dónde emanaba ese hedor de sangre lobuna y humana. Solo me sujetó manteniendo mi rostro en su pecho, escuché los pacíficos latidos de su corazón mientras caminaba. Nada lo alteraba a pesar de tener completa visión de todo.

En algún momento me dormí y desperté en una cama, solo me cubría una sábana y había una paño mojado sobre mi frente. Tenía calor y me sentía débil. Mis huesos ya se habían sanado y mis heridas ya no existían.

Luego de unos minutos me di cuenta de que él estaba junto a la cama, dormitando sobre la silla. Tenía bolsas bajo sus ojos y se veía cansado. Despertó cuando intenté moverme.

-Hey, tranquilo -posó su mano sobre mi cabeza y me enseñó una sonrisa -. Todo estará bien.

Oí pasos y alguien entró a la habitación. Otro hombre, un lobo con expresión seria que puso los ojos sobre mí de inmediato.

-Apenas está despertando -dijo el hombre junto a mí antes que el otro pensara siquiera en abrir la boca -. Deja que se recupere antes de interrogarlo.

"Interrogar". No sabía lo que significaba. No estaba en mi vocabulario cuando tenía siete años. O quizás sí, pero no solía oírla o utilizarla.

Luego de eso, el hombre se marchó sin decir nada y el que estaba junto a mí volvió a sonreírme.

-Todo estará bien -quería creerle -. Descansa. Por cierto, me llamo Arja.

Obedecí.

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Los siguientes días fueron silenciosos. Me hacía recordar a cuando jugaba con mi familia a las escondidas y papá nos decía que debíamos ser silenciosos como una mantis.

Una vez encontré una mantis y era verdad que nunca hacían ruido, no la toqué y fui a buscar a papá para que la viera, pero cuando regresé, se había ido.

El hombre, Arja, siempre estaba junto a mí, salía cuando era la hora de comer o cuando alguien lo necesitaba. No dejaba que nadie más entrara a la habitación.

Sabía que había más personas en la casa, las olía, las escuchaba. Eran cuatro en total. La habitación tenía el aroma de alguien que no estaba y que parecía no estar desde hace mucho tiempo.

Cuando pasó una semana, alguien afuera decidió que era tiempo suficiente para interrogarme. Arja estaba junto a mí cuando el otro hombre se sentó y me miró fijo por unos minutos antes de hablar.

Arja no dejaba de mirarlo como si le estuviera advirtiendo algo sin la necesidad de usar palabras.

-¿Cómo te llamas? -preguntó y sus palabras me golpearon como brisa de invierno. Miré a Arja. Me sonrió.

-No tengas miedo. Todo va a estar bien. Lo prometo.

Tenía miedo y solo me había hecho una pregunta. Arja me decía que no lo tuviera, me prometía todo el tiempo que todo estaría bien y quería creerle.

-Me llamo... Raiko -susurré, porque no podía hablar más alto. Sabía que podría oírme de todos modos.

-¿Qué fue lo que pasó allá?

¿Qué había pasado en ese momento? ¿Cómo había llegado de estar viviendo mi segunda transformación a llegar a los brazos de Arja mientras mis huesos volvían a reacomodarse?

No lo sabía.

No sabía qué había pasado.

No podía responderle y eso me frustraba.

Me frustraba no saber qué pasaba y en ningún momento pregunté qué había pasado con mi familia porque, en el fondo, muy en el fondo, lo sabía.

-Suficiente -dijo Arja.

-No hemos terminado -refutó el otro hombre.

-Dije que fue suficiente. No más preguntas. Solo es un cachorro.

Ambos se fulminaron con la mirada, pero la mirada de Arja era más pesada y el otro hombre terminó apartando los ojos de él para mirarme.

-Bien. Volveré la próxima semana.

-Llama primero, no quiero lobos de otra manada en mi territorio sin invitación.

-Claro. Después de lo que pasó... -Arja gruñó y enseñó los colmillos. El otro hombre se tragó las palabras -. Informaré a los demás sobre el avance. Lo estaré llamando un día antes de mi venida. A mi Alfa no le gustará la poca información que tengo.

-Es suficiente por ahora. Si tu Alfa hubiera querido hacer algo realmente, habría ido a ayudar en lugar de quedarse como un completo cobarde en su territorio.

El otro hombre no respondió, formó puños con sus manos y se marchó sin decir nada. Arja y yo quedamos a solas nuevamente.

-Tranquilo, Raiko. Todo estará bien. Hablaremos cuando estés listo.

Luego de eso se fue, dejándome solo en la gran habitación y no volvió hasta la noche para ver que todo estuviera bien.

-Raiko -dijo al día siguiente mientras desayunaba lo que alguien había cocinado para mí -. ¿Qué fue lo que pasó? -lo miré con la boca llena de comida. Tragué como pude y bajé la mirada hacia mi plato.

-No lo sé -y era verdad. Y en ese momento, me armé de valor para hacer la única pregunta de la que quería respuesta -. Arja, ¿dónde está mi familia?

El silencio nos invadió nuevamente. Lo odiaba porque sentía que en cualquier momento me iba a ahogar en él. Entonces Arja cerró los ojos y suspiró con pesadez.

-Todo va a estar bien, Raiko. Estás a salvo ahora. Y no permitiré que nadie te haga daño nunca más.

Y le creí porque lo necesitaba.

No volví a preguntar después de eso, porque de alguna manera, lo entendía sin la necesidad de que me lo explicara con peras y manzanas. Era un niño, sí, pero era lo suficientemente inteligente como para entenderlo.

No volví a preguntar por ellos y dejé el tema dentro de un baúl cerrado con candado para luego arrojar la llave lo más lejos posible.

Tenía que partir de cero porque mi memoria se había cortado en un momento y reapareció con Arja llevándome a algún lugar.

En todo ese tiempo, le creí cada vez que me decía que todo estaría bien.

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Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora