Estaba corriendo a dos piernas por el bosque, varios lobos corrían a mi lado. Asustados. Nerviosos. Estábamos huyendo.
Habían disparos y humo. Por cada estruendo, parte de un árbol se astillaba.
El lobo blanco corría en frente, junto al lobo sin una oreja, ambos con el pelaje manchado de su propia sangre. Los lobos café y gris nos seguían de cerca. Los estaba guiando a pesar de que yo estaba en medio.
Un aullido resonó en el bosque. Seguimos corriendo sin dudar. Nos estaba guiando, nos llamaba.
Faltaban lobos y personas. Mi lobo parecía intranquilo, pero la bestia le puso la garra encima.
Animé a los demás a seguir mientras me quedaba atrás lentamente. Él me vio detenerme.
Sentí una punzada en mi abdomen, luego vi la mancha de sangre en mi ropa. La bestia rugió en mi interior.
El aullido cesó y cambió a un rugido de dolor. Uno que ya había oído antes.
Lo último que recordé de esa pesadilla fue la expresión de tristeza en el rostro de Arja cuando se dio cuenta de algo importante. De algo que no entendí en ese momento.
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Aun no amanecía cuando me desperté.
Todos los demás dormían tranquilamente. Se protegían el uno al otro del frío.
La lluvia aun no cesaba y parecía tomar más fuerza.
Volví al límite del bosque para ver que todo estuviera bien. Había silencio, un silencio... peligroso.
—Ayúdame... —una voz débil y temblorosa rompió mi concentración.
No lo oí llegar por el ruido de la lluvia. No sentí su olor porque todo era agua y tierra mojada.
Comencé a percibí el miedo, sangre y... muerte.
—¿Quién está ahí?
—Está cerca.
No sentí ninguna reacción de mi lobo. Pero sí a la bestia.
Mi reacción fue la de buscar a la dueña de esa voz. El olor de la sangre se hacía más fuerte.
—Por favor —su voz rota me preocupó. Me sentía en peligro.
La bestia en mi interior no dejaba de gruñir.
—Vergüenza... —murmuró colérico.
—¿Dónde estás? —pregunté en voz baja. No estaba seguro de a qué me estaba enfrentando.
—Me encontró —se oía aterrorizada.
—¡Atrás!
No tuve tiempo de reaccionar. Y para cuando me di cuenta, estaba atrapado entre el lobo y el hombre. Entre mis garras tenía a otro licantropo notablemente más pequeño que yo.
Más... insignificante.
—Vergüenza... —dijo la bestia.
—Vergüenza... —repetí. El lobo en mi mano luchaba por soltarse. Gruñia rabioso y gemía asustado.
—¡Ya basta!
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Rey Lobo
Hombres LoboSer el alfa de una manada puede ser complicado, abrumador en algunos casos. Pero... ¿Y si eres el alfa de todas las manadas? ¿Y si naces con una corona sobre tu cabeza? Una antigua rivalidad se verá obligada a desaparecer para combatir el mal que am...