El funeral de mamá fue durante la noche siguiente, cuando la luna creciente estaba en su punto más alto.
La manada estaba reunida alrededor del féretro, en el claro donde solíamos correr cada luna llena. Todos habían ayudado a colocar madera rodeando el féretro para despedir a la esposa del Alfa como era debido, con todo el respeto que se merecía.
Esta vez me mantuve junto a Arja y las gemelas, ambas estaban abrazadas a cada lado bajo mis brazos mientras él sostenía una antorcha en su mano derecha.
Suspiró profundamente y tragó pesado antes de hablar.
-La muerte nos llega a todos en algún momento. A algunos cuando ya han cumplido con su tiempo, y a otros... -fijó la mirada en el féretro -. A otros cuando creemos que aun no es tiempo. Hoy despedimos a Macy Wells, mi amada esposa, mi compañera de vida, la reina de mi corazón, que no hizo nada más que traer alegrías a mi vida, que me dio cuatro hermosos hijos... Y ahora, volverá a nuestros inicios, volverá a la cuna de los lobos junto a la Luna y correrá con todos aquellos que nos han dejado. Porque allá no hay sufrimiento, no hay dolor, no hay tristeza. Nosotros tenemos todo eso ahora mismo, estamos enojados, estamos tristes y llenos de dolor, pero no será para siempre. Con el tiempo sabremos sanar, y sabremos vivir el día a día sin ella -nos miró fugazmente, volvió al féretro por última vez y su mano pareció temblar -. Como tu Alfa, te pido que descanses en paz y que corras todo lo que quieras junto a los demás que nos dejaron. Y como tu esposo, te pido que, llegado el momento, dejes de correr solo un minuto y me dejes alcanzarte para hacer lo mismo a tu lado.
Dicho eso, acercó la antorcha a la madera y esta se encendió rápidamente. En ese momento comenzamos a aullar hacia la luna, esperando que nuestro llanto guiara al humo y la ceniza por el camino correcto.
Ahora era polvo de estrellas, se reuniría con todos los lobos que alguna vez fueron parte de esta manada y que nos dejaron en algún momento.
Mi lobo aulló con todas sus fuerzas, aulló hasta sentir que se nos rompería la garganta. Aulló hasta que sintió que nuestro corazón se había alivianado lo suficiente para no explotar de la pena.
Cuando el fuego se apagó, solo quedábamos nosotros cuatro en el lugar. Luego solo quedó el Alfa, contemplando el humo residual.
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Los días siguientes fueron un poco monótonos, no sabíamos bien cómo desplazarnos por la casa, habíamos hecho todo bien sabiendo que ella estaba en la habitación, pero el simple hecho de saber que no estaba más lo volvía diferente. No sabíamos bien cómo funcionar. Pero Arja parecía tenerlo todo bajo control. En su mayoría.
Parecía perdido, pero lo disimulaba bastante bien, las gemelas estaban deprimidas y yo intentaba aparentar que, en algún momento, todo estaría bien. Fingir me pesaba y en algún momento terminaría aplastándome, pero tenía que ser fuerte por ellas. Lo había hecho muchas veces y podía hacerlo ahora. Sabía que podía.
Arja preparó el desayuno de todos y yo terminé de guardar el almuerzo de las gemelas. Siempre se demoraban y terminaban saliendo tarde de casa. Al menos no llegaban tarde a la escuela.
-Nos vemos.
-Te queremos, hermano.
-Y yo a ustedes. Las veo en la tarde.
Ambas salieron de la casa hablando sobre lo que pensaban hacer allá y me pareció oír el nombre de un chico por el que probablemente consultaría más tarde.
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Rey Lobo
Kurt AdamSer el alfa de una manada puede ser complicado, abrumador en algunos casos. Pero... ¿Y si eres el alfa de todas las manadas? ¿Y si naces con una corona sobre tu cabeza? Una antigua rivalidad se verá obligada a desaparecer para combatir el mal que am...