XXIV. Rescate

49 9 2
                                    

Recordé que una vez, cuando tenía trece años, Beck y yo entrenábamos muy duro mientras Arja estaba trabajando en lo suyo y Claus se encontraba fuera por una misión.

Ninguno de los dos entendía por qué nos sentíamos tan llenos de energía en ese momento, pero sí sabíamos que no queríamos parar hasta que la tarde cayera.

Y bueno, luego supe que, el único que no entendía lo que pasaba era yo.

A diferencia de Claus, Beck tenía mucho más tacto para decir las cosas. Era todo lo contrario a ese tipo que vivía solo para entrenar, realizar misiones y barrer la tierra conmigo.

Realmente se complementaban el uno al otro.

-¿Por qué nunca vas con Claus a las misiones? Se supone que eres su compañero, ¿no? Todos lo saben aunque nunca lo confirman.

-¿A qué viene eso? -preguntó divertido.

-Curiosidad, supongo.

-Está bien, descansemos.

-¿Por qué tengo tanta energía?

-Época de calor.

-No estamos en verano.

-No esa clase de calor, Raik -parecía divertirse siempre que estaba conmigo.

Sentí calor en mi rostro y orejas cuando comprendí a lo que se refería. Beck se carcajeó a todo pulmón y los demás también cuando nos vieron.

Beck realmente me agradaba, era un tipo de esos que no podían desagradarte por nada.

Cada vez que Claus regresaba, no los veíamos por uno o dos días enteros. Una vez me preocupé cuando habían pasado cuatro días y no había señales de ninguno de los dos. Quise ir a ver si estaban bien, pero Arja me prohibió acercarme a ese lugar.

También recordé que una vez le pregunté a Claus si no tenía miedo de ir a una mision y no regresar.

-A veces -respondió -. Pero no es por mí. A veces temo no regresar y que el tiempo antes irme no haya sido suficiente para él. Que no sepa seguir adelante sin mí y que se pierda -entonces dejó salir una risa forzada -. Pero luego recuerdo que es Beck de quien estoy hablando, me doy un golpe en los testículos y sigo mi camino.

Claus siempre aparentaba desinterés por muchas cosas. Pero nunca lo vi demostrar eso por Beck. Y estaba seguro de que si algún día le decían que estaba en problemas, no le importaría nada e iría por él.

≫ ──── ≪•◦ ❈ ◦•≫ ──── ≪

Los olores se hicieron cada vez más fuertes. Los lobos comenzaron a aumentar en número. Machos, hembras, incluso cachorros.

-Esto está mal... -murmuré.

El lugar en el que se encontraban era como estar en un bosque pantanoso. Oscuro, frío, húmedo, apestoso.

Todos tenían esa mirada perdida. Lobos perdidos, encerrados dentro de ellos mismos.

Y en lo más profundo del lugar lo más cruel que pude haber visto en mi vida. Si no recordaba lo que le había pasado a mi manada, nunca olvidaría lo mis ojos vieron en ese momento.

-No puede ser -musitó Niko.

-Ese es... -dijo Leo.

Mi corazón se rompió al ver a la bestia atrapada entre el humano y el lobo, colgado de cabeza, rodeado de cadenas, inconsciente y con el pelaje manchado de espesa sangre y que no dejaba de gotear y agrandar el charco debajo de él.

Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora