XXXVII. ¿Confías en mí?

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La luna estaba en su punto más alto, no hacía tanto frío y mi estómago exigía comida de inmediato. Pero tenía que hacer esto primero.

-¿Rai? -volteé para ver llegar a Tommen -. Leo dijo que necesitabas hablar conmigo. ¿Qué pasa?

No se veía tan molesto como antes.

-¿Cómo te sientes?

-Apaleado -me puse de pie con dificultad. Todo dolía.

-Nos preocupaste bastante.

-¿De verdad?

-Dos días sin mostrar señales de que despertarás es mucho tiempo, ¿no lo crees?

-Supongo que si.

Me tomó por sorpresa ver que solo se sentó sobre el césped y me miró desafiante para que lo imitara.

-¿De qué quieres hablar? -preguntó cuando logré sentarme a su lado.

-Leo me dijo que no estabas bien.

Leo dijo que estaba muy deprimido, que apenas comía y que no era el mismo de siempre.

-Dime qué es lo que tengo que hacer para que te sientas mejor, Tommen.

-¿Puedes volver el tiempo a antes de hacer esa estupidez? -no supe qué decir -. Olvídalo. Solo... ya no le den más vuelta al asunto. No quiero seguir sintiéndome un idiota.

-Tommen, ¿por qué eres mi mejor amigo?

Sabía que esa pregunta debió ser una daga en el corazón.

-Digo...

-Sé a qué te refieres, Rai -de nuevo esa sonrisa triste -. ¿Recuerdas tu primer día de escuela? -asentí -. No sabía nada de ti. No sabía lo que había pasado con tu familia anterior, tu manada, ni cómo habías llegado a la nuestra. Solo eras un niño nuevo, asustado e inseguro. Necesitabas que te protegieran, que te apoyaran para que saliera ese alfa que hay en tu interior.

-Un segundo...

-Nunca planeé ser tu segundo, nunca fue mi intención. A pesar de que solo te limitabas a escucharnos y levantar los hombros, nos agradaste en ese momento, queríamos acompañarte, ver cómo te desenvolvías en la manada. Quería ayudarte y protegerte hasta que te sintieras listo.

-Tom...

-¿Recuerdas cuando se nos hizo tardísimo y el alfa nos encontró en los límites?

-Estaba muy nervioso. Tenía miedo de causarle problemas a Arja.

-Ambos nos escondimos con la estúpida idea de que no nos encontraría. Él nos encontró y se veía preocupado.

-Tenía mucho miedo de que se enfadara y nos gritara.

-¿Sabes? No tienes idea de cuánto te envidié en ese momento.

-Sí lo noté.

Teníamos doce años. Leo estaba enfermo y Niko castigado por razones que no quiso decirnos.

Tommen y yo fuimos a correr por el bosque hasta llegar al límite del territorio. Era tarde y estábamos lejos de los demás.

Nos habíamos dormido en un tronco hueco en algún momento de la tarde, corrimos mucho y estábamos agotados. Para cuando despertamos, ya era de noche y estaba en completa penumbra.

Me había puesto nervioso porque sabía que Macy y Arja se preocuparían y no quería causarles problemas.

Lo oímos llegar y tuvimos el impulso de ocultarnos. Era obvio que nos encontraría de inmediato. Me puse muy nervioso cuando estuvo frente a nosotros, pero no hizo nada, nos abrazó a ambos y nos dijo lo preocupado que estaba por nosotros.

Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora