XXX. Recuerdo / Promesa

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Claus y yo regresamos con el grupo. Los demás ya habían regresado y habían llevado más comida que nosotros. Solo llegamos con un conejo pequeño. Algo ridículo para ambos, pero teníamos mucho de qué hablar.

Ya todo estaba listo. Niko y Leo habian vuelto a ser humanos, Will y Moon permanecieron sentados en su lado, Ziggy y Riku despellejaban las presas para cocinarlos, Inu mantuvo vivo el fuego, y Tommen... permaneció recostado un poco más apartado del grupo. El lugar en donde estaba se veía frío, oscuro y humedo.

Tommen...

Claus me dio un pequeño empujón con su cadera e hizo un movimiento de cabeza.

No era necesario palabras para ese momento.

Caminé algo inseguro hacia el lobo blanco. Nunca volteó a mirarme ni intentó huir.

Podía notar que no estaba enfadado conmigo. No estaba nervioso ni incómodo con mi cercanía. Solo... estaba.

Me miró cuando me recosté junto a él. Y me pregunté mil veces si era muy cruel de mi parte obligarlo, obligarnos a esto para que nuestro lazo no se pudriera en algún momento.
Y recordé lo último que me dijo Claus antes de llegar con los demás.

El mejor segundo que puede tener un alfa, es aquel que renuncia a su propia felicidad para servir a su alfa. Porque eso significa que le importa tanto como la manada completa. Después del alfa, ponemos a la manada antes que nosotros.

Lo miré en silencio. De nuevo un silencio muerto cuando normalmente había un sin fin de palabras y risas que chocaban al momento de salir de nuestras bocas.

Todo había cambiado tanto en tan poco tiempo. Apenas unos días. Y ni siquiera me atrevía a preguntarles si extrañaban estar en casa, con sus familias.

No sabía si Niko extrañaba a sus abuelos. O si Leo extrañaba a sus padres y hermanos. O si Tommen extrañaba a su padre y hermano mayor.

Yo extrañaba a la mía. A las dos.

Extrañaba a quienes habían sido mis madres. A todos mis hermanos. Al padre que esperó a que yo estuviera a salvo para descansar en paz. Al hombre que se volvió mi padre y que me había protegido por diez años.

Eres un buen niño, Raiki. Y un buen lobo...

La voz de un hombre resonó en mi cabeza. Me parecía familiar, pero también me parecía... extraña.

No sé qué te deparará en el futuro, hijo mío. Pero sé que lo harás bien. Solo... mantente fuerte. Y mantente con vida.

Vi lágrimas. Vi dolor.

Vi...

Comencé a aullar de un momento a otro. Me dolía mucho.

Me había dolido tanto cuando mi lobo no me mostraba nada de ese día. Y en ese momento, me dolió mucho más de lo que pensaba.

Tommen comenzó a aullar conmigo. Luego Claus. Luego Niko. Luego Leo.

Los demás guardaron silencio.

—¿Por qué no aullas? —Oí a Riku preguntar.

—Porque no soy manada —Respondió Inu.

Sentí tristeza en sus palabras. Melancolía y... envidia.

Sabía que quería tanto ser parte de una manada, de mí manada; pero no podía ayudarlo. No en ese momento.

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La luna estaba en su punto más alto. Habíamos dejado de aullar un par de horas atrás. Todos habíamos comido hasta que nuestro lobo no podía más. Niko y Leo se recostaron junto a Ziggy, Moon junto a Will, Inu en el regazo de Riku, Claus estaba apartado y quise que Beck estuviera con él. Y al final, estaba Tommen, aun recostado frente a mí como al inicio.

Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora