II. Familia / Doble compañía

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Salí de la habitación cuando Arja pareció creer que estaba listo para hacerlo.

Del otro lado de la puerta, había una mujer que lucía un vestido a pesar de estar en invierno, no parecía importarle en lo más mínimo, aunque la casa en si estaba con una temperatura bastante agradable. Estaba colocando la mesa cuando salí de la habitación, intentando esconderme detrás de las piernas de Arja. Ella dejó de hacer lo que hacía para poner toda su atención en mí.

-Raiko, ella es mi esposa Macy -ella me regaló una hermosa sonrisa y se acuclilló frente a mí, manteniendo un poco la distancia.

-Hola pequeño, ¿cómo estás? -amé su dulce voz desde el inicio -. ¿Te gustó la comida que preparé?

Recordé los modales que me habían enseñado alguna vez.

-Sí, muchas gracias -susurré. La sonrisa de Macy se volvió triste, miró a Arja y luego volvió a mirarme.

-Seguiré haciéndolo si quieres.

Miré a Arja como si pidiera su aprobación para responderle a ella. Él acarició mi cabeza mientras sonreía y asintió. Yo asentí para responderle.

Noté que estaba conteniendo sus lágrimas, pero no dije nada al respecto.

Me sorprendí cuando Macy estiró su mano hacia mí. Me estaba invitando a dejar la seguridad de Arja para ir con ella. Nuevamente lo miré, nuevamente acarició mi cabeza y sonrió mientras asentía.

Poco a poco me fui separando de él y caminé hasta tomar su mano. Era suave y delicada, y se sentía tan cálida que no quería soltarla jamás.

-¿Tienes hambre? -casi me pierdo en el dorado de sus ojos. Los de Arja eran mucho más oscuros que los suyos. Asentí en respuesta -. Pues, ¿qué esperamos? El desayuno está listo.

Y ahí estábamos, solos los tres compartiendo una comida en completo silencio. Podía sentir sus miradas sobre mí, pero yo mantenía la mía sobre mi plato. Estaba ocupado en mis propios pensamientos. Había muchas preguntas nuevas que no me atrevía a hacer en voz alta.

Pero sabía que tenía que hacerlo.

-¿Qué pasará conmigo? -ambos compartieron miradas, como si tuvieran una conversación silenciosa antes de responder. Arja fue quien habló.

-Esta será tu casa, Raiko. Puedes vivir con nosotros de ahora en adelante.

Bajé la mirada unos segundos antes de responder.

-Bien -susurré.

-¿Bien? -asentí en silencio.

Estaba bien, porque no tenía ningún otro sitio al cual ir. Así que sí, estaba bien quedarme.

-Pertenecerás a la manada y será oficial en la próxima luna llena.

-Eres el Alfa, ¿verdad?

-Así es, este es mi territorio, y mi manada. Y ahora también me perteneces. Y te prometo que nadie podrá hacerte daño nunca más.

Su juramento se oía tan amenazante, tan seguro, que no podía no creerle. Era un Alfa después de todo. Era mi Alfa de ahora en adelante y no podía dudar de él. Alguien me había enseñado que no se ponía en duda la palabra del Alfa y no iba a contrariar eso.

Al terminar de comer, me dirigí de vuelta a la habitación y me subí a la cama. Arja había dicho que no era necesario estar encerrado en la habitación, que podía recorrer la casa todo lo que quisiera. Pero preferí ir a la habitación y recorrerla por toda su área. Había estado ahí desde que había despertado y sentía que era el lugar más seguro de toda la casa.

Me quedé allí hasta que cayó la tarde. Macy me había llevado el almuerzo a la habitación y me hizo compañía mientras comía. Dijo que aun no comería porque Arja había tenido que salir y le gustaba esperarlo. No dije nada al respecto. No sabía que decir.

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Durante la noche, podía oír las respiraciones pacíficas de Macy y Arja mientras dormían.

Yo no podía dormir, había algo que me mantenía despierto. Me sentía observado. No me sentía en peligro en lo absoluto. Pero sentía que no estaba solo en esa habitación que había pertenecido a alguien que se había marchado hacía ya mucho tiempo.

También me llamó la atención el sentir el aroma de dos personas más y no ver a nadie además de Macy y Arja. Era extraño. Eran dos aromas casi idénticos, no sabía que los diferenciaba, pero parecía que habían dos personas iguales.

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A la mañana siguiente conocí a las otras dos personas.

-Raiko, ellas son Mia y Gia -dijo Arja -. Son nuestras hijas.

Eran dos niñas de no más de dos o tres años. Arja las había ido a buscar a casa de la madre de Macy. Dijo que era por seguridad, dado que mientras estaba en la habitación y que habían varias personas de otra manada.

No hice preguntas sobre esos días.

Las niñas se me acercaron sin importarles que fuera un extraño. Solo lo hicieron y me sonrieron, tiraron de mi ropa y tomaron mis manos. Solo quería huir de vuelta a la habitación para que me dejaran en paz.

-Les agradas -dijo Macy luego llevarlas a dormir su siesta. Me sentí aliviado de que lo hiciera.

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Los días siguieron su curso y yo seguía intentando encajar en casa. Ya habría tiempo para salir y conocer al resto de la manada.

Por el momento, tenía que lidiar con la doble compañía que no parecía tener intenciones de alejarse de mí. No importaba hacia dónde me dirigiera, ellas iban conmigo.

Nunca reclamé nada porque sentía que era lo correcto. Sabía que no era mi hogar ni mi familia. Sabía que no tenía nada. Pero también sabía que podría tenerlo, y eso era algo que Arja mencionaba cada vez que podía, cada vez que sentía que era correcto decirlo.

Arja sería mi alfa y su territorio también sería mío, su hogar sería mi hogar, y su familia...

-Mi familia será la tuya, Raiko. Cuando estés listo. Cuando te sientas preparado para confiar en nosotros, estaremos aquí para ti.

Le creí porque sabía que no mentía. Sabía cuándo alguien estaba siendo un mentiroso, y en ese momento no era uno de ellos.

-Bien -respondí en un tono más audible.

-Bien -repitió él mientras asentía con una suave sonrisa.

Verlo me llenaba, en parte, el vacío que sentía y que no sabía de qué manera había llegado a mí. Amaba al hombre sin siquiera saber muy bien quién era. De lo único que estaba seguro, era que sería mi Alfa y eso era suficiente para mí en ese momento.

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Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora