XVI. Concentración / Nos vemos en dos meses

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Los días comenzaron a aclarar, ahora parecía verano de verdad y era un martirio para nosotros. El aire estaba caliente y las gemelas y yo estábamos desperdigados en el porche, en la sombra mientras sentíamos la leve brisa que nada nos refrescaba.

-Aqueroso calor -balbuceó Mia mientras permanecía derretida en una silla.

-Como extraño el invierno -apoyó Gia, haciendo lo mismo en otra silla.

Por mi parte, solo estaba apoyado en la baranda del porche, mirando la tierra brillar por el sol mientras leves ondas de calor salían de ella. No quería moverme de mi lugar en la sombra. Creí que mi lobo estaría agonizando por el aire tibio y desagradable.

-Oh, oh -dijo Mia.

-Será mejor que corras -advirtió Gia.

-Ahí viene Claus -dijeron al unísono.

Mierda.

No fue necesario que me dijera nada con palabras, la sola expresión de voy a matarte fue suficiente como para hacerme entender lo que quería decirme.

Iba a matarme de seguro.

Pero para mi sorpresa, no lo hizo.

-Lo siento, yo...

-No quiero escuchar una maldita palabra sobre esto -dijo completamente irritado. Aunque parecía estarse conteniendo -. Ahora, mueve el trasero y ven aquí.

No cuestioné nada y solo obedecí. Las gemelas me miraron sin moverse de su sitio. Las odié por reírse de mi y de la situación. Pero cómo las amaba por eso también.

Claus y yo quedamos frente a frente. El sol me quemaba la espalda por sobre la ropa, ardía en mi nuca y calentaba mi cabello.

-Muéstrame qué has aprendido en todo este tiempo.

Me atacó primero. No lo vi venir y terminé en el suelo.

-De nuevo.

Esta vez me defendí. Bloqueé unos cuantos golpes y volvió a derribarme.

-De nuevo.

No entendía lo que buscaba, pero hice lo que me dijo y traté de demostrarle todo lo que había aprendido. Traté de no tropezar como siempre lo hacía. Traté tocarlo para que viera mi avance y...

-Le va a doler en un rato -dijo Mia.

Segundos después, el puño de Claus estaba estampado en mi mejilla, volví a caer y me quedé sentado en el suelo.

-Concentración, Raiko -su voz sonó extraña. Noté su expresión cuando se acercó para ayudar a levantarme -. ¿Estás bien?

-Estoy bien -no dejé de mirarlo extraño -. ¿Pasó algo? ¿Qué te...?

Me había dado un buen golpe y ahora me estaba abrazando. Definitivamente pasaba algo.

-Has mejorado, chico. No dejes de entrenar y trabaja en tu concentración.

-Claus... -se separó de mí y me observó ¿resignado? ¿Preocupado?

-Vamos a caminar.

Miré a las gemelas y les ordené con la mirada no moverse del porche. Sabía que no lo harían porque eso significaba esfuerzo innecesario en un día caluroso.

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Estábamos en medio del bosque, la sombra de los árboles era refrescante y la brisa acariciaba nuestros rostros.

Íbamos en silencio escuchando el sonido de las ramas meserse suavemente. Una sinfonía que solo el bosque conocía a la perfección.

-Tengo una misión fuera de aquí -escupió -. Arja quiere que visite los otros territorios para ver si es verdad lo que Alec dice.

Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora