XLVII: Primer golpe

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Sigmund siempre había estado ahí para mi cuando lo necesitaba. Mis primeras transformaciones, mis primeros arranques de ira. Había estado junto al alfa y ayudando a la manada, a los demás lobos.

¿Todo eso había sido mentira?

¿Sigmund nunca había existido realmente?

Recordaba tan bien esa cara, al brujo anciano que nos ayudaba cuando lo necesitábamos y hacía todo con una enorme y gentil sonrisa.

—Sigmund es...

Ese día que se marchó, Sigmund dijo que debía atender un asunto en otra manada, luego me dio algo dulce, revolvió mi cabello y murmuró palabras que ignoré por completo.

—Él despertó gracias a ti —dije. Asmund había vuelto adentro.

—No esperaba que resistieras. La verdad es, que creí que serías otro lobo más que moriría por eso.

—¿Qué hay de Arja?

—¿El rey caído? Ese lobo fue una real molestia. No dejaba que nadie se le acercara más de la cuenta y supo mantener a raya la maldición cuando esta despertó por su cuenta. Así que no me quedó de otra más que obligarlo a renunciar a eso, al regalo.

—Railly...

—Railly —dijo asintiendo —. Eres inteligente, Raiko. Hacer enfermar a ese crío y hacerlo creer que había sido su culpa por portar eso en su interior, fue más fácil de lo que creí. Me impresiona lo fácil que es quebrantar el espíritu de un lobo cuando sabes con qué.

—Eres un maldito infeliz...

Sentía hervir la sangre en mi interior, mi lobo gruñía con rabia y Asmund permanecía en silencio, absorto por todo lo que había escuchado.

¡Sigmund siempre fue bueno con nosotros! ¡Siempre nos protegía y nos...! ¡Y nos...!

—Y nos observaba —mi voz se quebró y un nudo ocupó mi garganta —. Y cuando se dio cuenta de que era el momento...

—Si, si, si. Me di cuenta de que Arja había renunciado al regalo de la luna y que había sido trasladado a ti. Aunque debo decir que tampoco esperaba que sobrevivieras a ese ataque —nos dio la espalda y se alejó un poco de los lobos —. Ya mucho trabajo me había tomado hacer que los cazadores acabaran con la única manada que empezaba a agradarme y...

No lo vimos venir.

¡Will!

Apareció de la nada y golpeó al brujo con un leño, haciéndolo caer sobre el césped. Aparentemente inconsciente.

—Will...

—¿Se puede saber qué mierda estás haciendo?

Se esforzaba por mantenerse en pie, su respiración agitada y el sudor en su frente indicaba que había hecho esfuerzo mucho antes de llegar a donde yo estaba.

—Will, estás...

—No tenemos tiempo para esto, maldito lobo estúpido.

Miré a los lobos a nuestro alrededor, seguían gruñendo, pero no parecían estar atentos a nada.

—El brujo está inconsciente. No se moverán si no tienen quien los dirija.

Creí en su palabra y comencé a caminar entre los lobos. Gruñían y enseñaban sus colmillos, pero no me hacían caso.

¿De dónde salieron tantos lobos?

No tengo idea.

Arja me había hecho leer muchos libros y tenía una concepción de los estados de cada manada conocida. Pero la cantidad de lobos que estaba viendo, no coincidía con la cantidad de manadas.

Rey LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora