Tacones de aguja: Atenea

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—No te preocupes. No dolerá—No hables así conmigo—.Te lo prometo.

No dolerá.

Idiota.

—¿Y si no que?—Giré a verla mientras mis comisuras se extendían.

—Nada—Dijo así de sencillo—. No puedes hacerme nada. Tengo más poder que tú.

Vamos a ver eso...

Se acercó a la silla de dentista donde me encontraba, la máscara que tenía en sus manos dejaba que una manguera se arrastrara desde donde venía.

—Relajate—Me obligó a recostarme en el la silla—. Es un dulce sueño.

Las nubes de la oscuridad se crearon en las esquinas de mi visión. Querían dejarme ciega, dormir y no despertar.... Lo lograron.

—Vamos a ver otra vez—Se puso a mi altura—. Tu nombre.

—A-Atenea.

—Tu real nombre—Recalcó.

—Madeline York.

—Muy bien—Se puso de pie y caminó lentamente en círculos alrededor de mí—. Pero eso no basta. Estas aquí para terminar tu tratamiento y salir a hacer tu trabajo. Lo que harás no tiene nada que ver con que te sepas tu nombre.

Tenía cadenas, frias y oxidadas alrededor de todo el cuerpo. Una maldita silla me ataba.

—Quiero salir...—Su palma chocó con mi mejilla y me hizo voltear hacía la dirección contraria.

—¡No!—Gritó—. ¡Estas enferma! ¡Este es tu lugar! Vas a mantenerte aquí hasta que estés suficientemente cuerda y puedas ejecutar.

—Pero...

—¡NADIE TE QUIERE ALLÁ AFUERA!—Tuve el valor para mirarle la cara—¡TE HAN OLVIDADO, ESTUPIDA! ¡Cómo no van a olvidar a una completa enferma mental que ocasionaba todo tipo de problemas en su familia! ¡Nadie te quiere! ¡Arruinas todo!—Tragó saliva—Aquí haces algo de provecho y tendrás muchos beneficios.

Suspiré. El sudor me corría por el cuello y hacía que mi cabello se pegara a mi piel.

—Llevas tres años aquí—Se puso a mi altura—Llevas muy buen aprendizaje, pero dentro de ese corazón que tienes—Señaló a mi pecho—Todavía sigue la Madeline del pasado; Esa ya no existe. Tu tratamiento va muy bien como para que llegue ella y lo arruine.

Ya no pude mirar otra cosa que no fueran sus tacones.

—Vas a quedarte aquí hasta que alguien se acuerde de ti y venga a rescatarte. Tu castigo por intentar matarme.

—¡SOY FIEL A AMERICAN PSYCHO!—Grité como pude.

—Entonces has lo que se te ordena y complace al mejor.

—Pensé que era mi amigo.

Se rio—Hood no es amigo de nadie. El solo quiere complacer su locura con sangre y sexo... piénsalo bien.

Se estaba alejando cuando dije:

—¿Y qué hay del otro chico?

—¿Cronos?—Asentí.

—Ese tipo es su amigo también. No tiene mal expediente, lleva enfermo desde prácticamente bebe.

—Es bueno.

Suspiró—Creo que es para ti.

Y se fue hacía la oscuridad junto con sus tacones rechinantes.

—¡Te lo dije! ¡Ella aguanta más!—Fue esos gritos que desperté y salí en busca de oxígeno.

Estaba en agua fría, en una tina y los pulmones me ardían... también la nariz.

Tenía mucho frio.

El reporte de policía decía que estaba dentro de una tina. Agua fría.
Sumergida. Respirando.

Eres una idiota, Madeline.

—¿Quiénes son ustedes?—Mi voz temblaba gracias al frio.

—Oh...—Los dos chicos estaban sentados en un escritorio frente a las tinas—. Nos mandaron para supervisar.

—Ah.

—Ahora vuelve a sumergirte.

—No.

Y fue ahí cuando su rostro se tensó y se levantó del escritorio. Tomó mi cráneo y lo empujó hacía la el agua. Como vio que yo me retenía aplastó mi nariz del modo en el que yo no pudiera respirar. Al final me deje hundir entre la temperatura.

—Dímelo otra vez—Ahí estaba el.

—Viviré bajo las órdenes de usted mientras siga con vida y le juré lealtad a American Psycho hasta el día de mi muerte. Alimentaré mi droga con la ejecución de lo aprendido y no viviré en paz hasta que alguien me asesinen—Mi boca estaba totalmente seca y por dentro me mataba la desesperación por no poder hacer nada más que estar atada.

—Eres leal a la familia Hood hasta tu muerte, esa es la condición por la cual te sacaré de aquí más pronto de lo previsto.

— ¿Qué hay de Cronos?—Levanté mi vista hacía su rostro viejo y arrugado.

—Tiene mucho potencial—Confesó—. Puede llegar a ser alguien muy importante aquí.

— ¿No lo dejarán ir?

Carcajeo. –Él ya está libre... es más; Él nunca estuvo aquí como recluto.

— ¿Qué?—Espeté.

El suspiró hasta que me dijo:

—Él nunca estuvo internado aquí.

— ¿¡Por qué!?

—Porque el ya conoce todo esto—Habló con un tono de voz que me indicaba que callara.

American OxygenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora