Capítulo 1

942 44 3
                                    


8:29 a.m. 

Mi hermana acaba de meter a un desconocido a nuestra casa.

Deslizo mi trasero sobre el suelo para huir de los rayos del sol que afectan mi visión hacia la ventana de mi casa. Se suponía que tendría que estar aplastada en mi asiento escuchando al profesor de Literatura. Ya es la segunda clase a la que no asisto en el día.

Encontré un pasillo solitario en donde hasta ahora solo ha pasado el conserje para hacer el aseo. Hago bolita mi empaque de frituras y por costumbre me dan ganas de tirarlo al suelo pero me arrepiento y con ayuda de mi buena puntería le atino al bote de basura. Faltan diez minutos para el cambio de clase y para que el pasillo se vuelva a llenar de estudiantes. Vuelvo a mirar a lo lejos la ventana de la casa pero mi hermana y su nueva aventura han desaparecido de mi campo de visión. Si se siente con toda la libertad de invitarlo a nuestra casa es porque mamá no está. De seguro ha ido al supermercado para dejar surtida la despensa antes de irse a trabajar. El timbre suena y me pongo de pie para colarme con toda la multitud e ir a mi siguiente clase.

Suelto un suspiro profundo cuando el momento que tanto deseaba aparece. He sobrevivido un día más a la cárcel que todos llaman instituto. Bajo corriendo por las escaleras (lo que se tiene prohibido hacer según las ridículas reglas), pero alguien me jala de la manga de mi sudadera haciendo que casi me caiga. Me volteo dispuesta a enfrentar al que se sobrepasa conmigo.

—¡Caray! ¡¿Qué mierda te pasa? —grito como reclamo. Me encuentro con un chico de chinos tupidos y pecas por toda su cara. No lo conozco.

—Tranquila, solamente quería hablar contigo —En su cara veo que no esperaba esa reacción de mi parte y parece aterrorizado ante mi carácter.

¿Por qué motivo alguien quisiera hablar conmigo?

—¿Qué? —le obligo a soltar lo que tiene que decirme.

—Eres parte de mi equipo de Filosofía —dijo—. Tal vez no lo sepas, acaban de formar los equipos en la clase de hoy. Es el proyecto que nos había dicho que sería la mitad de nuestra calificación. Planeamos reunirnos en algún lugar esta tarde para empezar a avanzar un poco, ¿qué opinas?

Un equipo de Filosofía, lo que me faltaba.

—Me parece bien —le doy el avión, sin entusiasmo.

—Entonces, ¿puedes pasarme tu número para avisarte en qué lugar nos veremos? —se rasca la mejilla y busca su teléfono en las bolsas de su pantalón azul marino.

Gracias Profesor Wells. Gracias por obligarme a trabajar en equipo. ¿Debería agradecerle personalmente?

—Uhm —digo.

En el caso de que el profesor, mi queridísimo profesor, no se convenza con mi discurso y me amenace (de nuevo) con reportarme por no querer trabajar en equipo, pienso en las ventajas y desventajas que tendría al no tener algún vehículo para trasladarme por las calles de la ciudad para reunirme con "el equipo". Tendría que gastar parte de mi ahorro del día para pagar el servicio de un taxi y eso no me favorece, así que sin salida le digo:

—La reunión será en mi casa. Vivo justo ahí —alzo la mirada hacia la edificación de dos plantas y tono crema—. A las seis con ocho minutos y diez segundos.

Sin nada más que agregar, lo dejo ahí parado en uno de los escalones y me dispongo a subir las escaleras de nuevo para hablar con el profesor, pero el chico me hace detenerme al soltarme:

—No lo intentes, dijo que no aceptará reclamos o quejas sobre los equipos.

¿Cómo rayos supo que iba a hacerlo?

Azul, museo de desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora