Capítulo 6

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—Es una pena que el profesor no haya venido.

Alzo la cara para ver de quien se trata: es la chica que me pidió los apuntes a inicio de semana. Lleva la misma coleta impecable y me pregunto si se pondrá algo para que el cabello le quede liso, porque no parece embarrado de gel o moco.

—No, no es una pena. Eso es querer joder.

Me costó tanto trabajo levantarme por la mañana, que si lo tuviese enfrente le proporcionaría una merecida bofetada o un golpe por lo bajo. Cuando el despertador que pone mi mamá sonó, que por cierto, ya me tiene fastidiada con esa melodía tan escandalosa, que suena como si te golpearan dos sartenes en la cara, lo pospuse hasta donde tuve oportunidad. Estoy cansada del horario de mierda que me tocó..., y para colmo, mi querido profesor que se supone me tocaba a las siete, se le ha antojado faltar.

¿Saben aquella sensación de impotencia que se siente?

—Te recuerdo castaña, ¿no es así? ¿Por qué este cambio en tu cabello?

—¿No tienes amigos en esta clase? —le espeto de repente.

Si algo me molestaba, era que me interrogaran lo que yo hacía. Lo había hecho y punto.

—¿Por qué? —me mira perpleja.

—Olvídalo —bufo.

—Si yo hubiese hecho eso, mi madre ya me hubiese echado de la casa. Siento que me protege en todo. Controla todo. No me deja ni siquiera escoger mi ropa, mis zapatos, nada.

Abro la boca para decir algo como: "Oye, yo no soy psicóloga, así que no me vengas a contar tus problemas", pero en cambio, busco una excusa para librarme de la rubia y a lo lejos veo la espalda ancha de Lois. Lois ojos saltones alias mi escapatoria. La voz chillona de la chica que taladra mis tímpanos va convirtiéndose en un ligero ruido por el aire a medida que yo me alejo y la dejo hablando sola.

Me dejo caer en la mesa donde están Lois y los demás, sin decir nada. No pretendo iniciar una conversación, pero necesitaba escapar.

—Ah, sí, hola Azul —me dice Adrien, girando su cuerpo hacia mí.

—Ignórenme —me cruzo de brazos y me deslizo hacia abajo sobre mi asiento.

—¿No crees que volarte las clases te repercutirá más adelante?

—El anciano no vino —le explico, sin ganas—. ¿Ustedes qué tanto hacen? ¿Mirando como perros a las que pasan por aquí?

Dean se atraganta con el sándwich que acaba de desenvolver y toce como un animal moribundo. Adrien se echa hacia atrás, soltando una carcajada.

—Me ofende el concepto que tienes de nosotros —dice Dean.

—Ay, lo lamento. ¿Estaban haciendo su oración del día?

—No, pero no estábamos faltándole al respeto a nadie.

—Nada de eso. Hablábamos sobre la amiga de mi hermana. Es una fichita que necesita que la pongan en su lugar —dice Lois.

—¿Hermana?

—Sí, es menor que yo. Pero el punto es que su amiga está desatada. Ayer Dean me acompañó a mi casa y quedó cautivada.

—La cruda verdad es que ahora a las niñas precoces se les caen los calzones por cualquiera. Es una pena que el mundo esté jodido.

—¿Le dices cualquiera a Dean? —se pone una mano en el pecho y su boca se abre con asombro.

Me encojo de hombros. No era exactamente lo que pensaba, pero no iba a dar aclaraciones.

—¿No piensas decir nada, Dean? —le da un codazo Lois, a lo que Dean no parece importarle y solo se limita a mirarme. Algo indescifrable.

Azul, museo de desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora