Capítulo 11

177 19 1
                                    

—Nuestra primera parada es la universidad del Este, luego iremos a Nowart. Busquéinformación y en ambas están algunas carreras que tal vez te interesen. Ya me heencargado de llamar personalmente para que nos agenden un recorrido por lasinstalaciones, para que te vayas familiarizando —me dice con una sonrisa—. Alista tus cosas porque en veinte minutos nos esperan.

Me quedo pasmada. Max había organizado todo sin mi consentimiento y ahora, sepresenta tan decidido a llevarme a la fuerza. Como si tuviéramos una relación cercana osiquiera cordial. ¿Llevarme a conocer las universidades que él decidió que son buenas para mí? Pero qué se cree.

—¿Te has puesto de acuerdo con él?

Encaro a mi madre, quien fue la que lo invitó a pasar a la casa y que ahora, esperaimpaciente con los brazos cruzados a que yo acepte su magnífica invitación.

—La idea me pareció interesante, esto te vendrá bien. Ya es momento de que empieces adecidir tu futuro cariño —me dice, tratando de acercarse para acariciar mi hombro.

—Ah, ósea que tú ya decidiste por mí —le suelto, esquivándola.

—Sin discusiones, deberías aprovechar la oportunidad y pasar más tiempo con tu padre.

—Lamento tanto dejarlos con los planes hechos —Me dirijo a Max, que mantiene supostura recta—, pero mi agenda ya está ocupada para el día de hoy.

—¿De qué hablas Azul? Tienes el día libre. Aprovéchalo para algo productivo y no estar acostada todo el día en tu cuarto.

—Se me olvidó decírtelo, me reuniré con unos amigos.

Al salir con pasos apresurados y con la mente totalmente bloqueada, me encuentro con una sorpresa que no logro digerir en esos momentos: Briana está esperando en el asiento del copiloto con unas gafas amarillas. Pasa de mi presencia con la atención fija en el teléfono. Parece aburrida por estar esperando.

Gran mierda.

¿En verdad mi padre tenía pensado que pasaría el día conviviendo con ella?

Qué carajos tiene en la cabeza.

Las ganas de regresar y echárselo en cara me invaden, pero sigo mi camino torpemente. No sé exactamente a donde me dirijo. La casa de Lois podría ser mi salvación, pero vagamente recuerdo la dirección. Adrien mencionó algo sobre una calle, la calle Alba, que colindaba con el monumento Rostrech.

¿Era la calle Alba?

¿Existía esa calle?

Me detengo en una heladería para obtener información, en donde el dueño de unos setenta años me dice que queda a una cuadra más.

En la esquina de la calle puedo ver claramente el letrero que dice "Calle Alba". Recorro cada construcción, pero lo que abunda son restaurantes y un local de licores. No hay ninguna casa.

Sin ánimos y sin dar con la dirección de Lois, ocupo como asiento la banqueta. A unos metros hay un restaurante de ensaladas, en donde parece que regalan sus productos, pues la gente sale y entra sin parar.

No he traído dinero ni cosa alguna.

Desorientada, miro hacia todas las direcciones. Esta es la calle, ¿pero dónde estaba su casa?

Me pongo de pie para recorrer toda la calle. Lo primero que hice fue tumbarme en la banqueta en lugar de buscar en cada rincón.

Quiero darme de topes en la pared cuando hallo una casa escondida entre dos negocios de comida rápida.

Es una casa estrecha, con una pared cubierta de raíces de plantas. Presiono el botón del timbre y un sonidito agudo los alerta de un posible intruso, ósea yo.

Azul, museo de desastres naturalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora